Catalá sostiene en brazos a su hijo Francesc, nacido apenas cinco días después del triunfo electoral. Txema Rodríguez
Alcaldesa de Valencia

María José Catalá: «Me gustaría que mi broche final en la política fuera Valencia»

Jesús Trelis

Valencia

Domingo, 31 de diciembre 2023, 00:10

Faltaban cuatro minutos para las diez. «Perdona el retraso», dijo sonriendo. La alcaldesa vestía de azul. Llevaba vaqueros y botas. Pendientes largos. Plateados. En la muñeca izquierda, un reloj digital. De los que avisan constantemente de los mensajes recibidos. En este caso, se mantuvo sosegado ... durante el encuentro. Como ella, que se mostró relajada. Diría que feliz. Como quien, tras acabar el maratón más exigente de su vida, se encuentra sereno y firme. Seguro. «Le he traído un libro», le comenté mientras ella tomaba un sorbo de un enorme tazón de café con leche. «En realidad es para Julia», añadí. La pequeña de dos años y medio es una de las personas que la han acompañado a lo largo de este 2023. El año que cambió sus vidas. De hecho, su hija ha visto cómo, tras nueve meses de campaña y embarazo, su madre accedía al bastón de mando de Valencia y daba a luz a su hermano Francesc.

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–Deme su titular de 2023.

–(Piensa) Podría reducirlo y decir: «El año de mi vida». Pero debería matizarlo, porque sólo se va entender la parte gratificante. Que la hay. Pero ha sido también el año más exigente. El año que me puso a prueba: física, emocional, políticamente, personalmente… Como cuando te pones a prueba para hacer una carrera. Ha sido mi año más exigente, pero llegué a la meta.

–Pero, ¿cómo se procesaba todo en su cabeza cuando estaba en plena campaña y en pleno embarazo?

–Hubo momentos en los que tuve sentimiento de culpabilidad. Pensaba: ¿y si me contagio de Covid porque siempre estoy rodeada de gente? ¿Y si, de repente, esto va mal y tengo que hacer reposo absoluto a veinte días de las elecciones? ¿Y si me caigo o me doy un golpe? Hubo momentos de esos, pero también soy una persona que creo que mi fortaleza me la da mi cabeza. No sé si es autocontrol.

–Dice que se puso a prueba, como en una carrera. En el maratón dosifican las fuerzas. ¿Usted lo hizo?

–Puede ser (ríe) Hubo momentos en los que debía elegir. Por ejemplo, dejé de ir a un debate. Debía tomar este tipo de decisiones para llegar a la meta. Sí, tuve que bajar la velocidad, como dice que hacen en el maratón, y dosificar las fuerzas.

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Cuando regresa a casa, con más o menos energía, María José Catalá se deja los zapatos junto a la puerta. Lo hace en el sentido más amplio de la afirmación: físicamente, pero también de forma metafórica. Porque cuando llega, aparca en el vestíbulo de su domicilio la efervescencia de la alcaldía y se centra en la vida en familia: los baños de los niños, preparar la ropa para el día después, las cenas… Aunque, siendo realistas, eso pasa cuando la agenda lo permite. Y estos primeros meses en el cargo la cosa ha sido intensa y extensa.

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–Nueve meses de embarazo y campaña y en una semana todo cambió.

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–Todo se relajó. Gané las elecciones y cinco días después di a luz con mucha tranquilidad y muy serena. ¿Qué es lo que más me ha sorprendido a mí de la última etapa de mi vida? La serenidad.

Tras esa reflexión, se hizo el silencio por un instante. Quizá la alcaldesa viajó en ese momento a aquellos días que fueron el epicentro de este año intenso. «La serenidad tiene mucho que ver también en la vertiente personal. Mis hijos me han aportado un sosiego que no tenía. Una tranquilidad y una calma que me ha ayudado a priorizar las cuestiones importantes: lo que son problemas y lo que no lo son».

–¿Le han ayudado a organizar la cabeza?

–Lo hizo Julia en 2021, sin duda. Ella fue, volviendo al maratón, ese kilómetro en el que decís que saltáis el muro.

–En el 33, quizá el 34...

–Con Julia salté el muro. Puse todo en el sitio y me dio fortaleza para esos dos años previos a las elecciones. Con Francesc llegué a meta.

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–Esto parece una entrevista de Deportes, pero algunos corredores lloramos al pisar la moqueta azul tras el maratón. ¿Usted lloró al terminar 'el suyo'?

–Mucho. Con mis hijos lloro mucho. Mira, me brillan los ojos. Te voy a contar una cosa que quizá no debería hacerlo. Cuando estoy muy enfadada, cojo el móvil y miro una foto de Francesc, de Julia o de los dos. Entonces, recupero esa parte mía de tranquilidad. Me baja la adrenalina. A mí, ellos me equilibran

–¿Lloró también al ganar las elecciones?

–Lloré porque pensé en mi hijo. Pensé: «Este niño me ha acompañado hasta el final».

–Le he escuchado llamarle «el alcalde»

–Pero eso es culpa de Esteban González Pons (ríe). Él dice que habría que ver quién es el alcalde de los dos. Que los dos ganamos las elecciones y los dos hicimos la campaña. Francesc es un aliado para mí. Y Julia, una alegría.

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–Pero bueno, la alcaldesa es usted. Vamos a ello. Un buen día entra en su despacho actual y…

–Primero entró mi hijo. Antes que yo (aclara con premura). El día de la toma de posesión pedí a mi marido que Francesc viniera y, como se puso nervioso porque quería su biberón, entraron ellos en el despacho.

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–Se ratifica que es el alcalde.

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–Alimenta la tesis, sí. Yo entré, de verdad, el primer día de trabajo.

Y de nuevo se hace el silencio. Sonríe y gesticula mirando el entorno. «¡Ya estamos aquí!», exclamó, rememorando aquel momento. Le recordé, en ese instante, que Pedro Sánchez cambió el colchón en la Moncloa y le pregunté si había hecho algo parecido con la butaca, la mesa, los muebles... de Joan Ribó.

–No he cambiado ni el bote de los bolis. Hay una cosa que te enseña haber pasado por varias actividades. Y es que esto no es tuyo. Hay quien se pinta las paredes y se trae sus cuadros. Pero esto no es mío.

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–Está de paso, quiere decir.

–Estoy de paso, sí. No sé cuánto 'de paso', pero esto no es mío. Y eso mismo lo traslado a mi equipo. De hecho, mi despacho es de mi equipo. Es de todos. Si Joan entrara ahora me diría: «No has cambiado nada».

–En su toma de posesión dijo: «Valencia por encima de todo y de todos».

–Sí, es así. Pero es que esto es el proceso de un camino. Cuando dejé el Ayuntamiento de Torrent sentí pena. Y aprendí. Luego, me pasó lo mismo con la Conselleria de Educación. En ese momento, le trasladé a Vicent Marzà que ahí me tenía para lo que necesitara. Y hablamos mucho más de lo que la gente cree. Ese proceso me ha llevado hasta aquí.

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–Hasta la alcaldía de Valencia.

–Hay mucha gente que me dice que no diga esto, pero yo considero, de verdad, que Valencia era mi destino. Que era mi última parada. Y podría decir, con el riesgo que eso implica, que esta es mi meta.

Txema Rodríguez

«Ha sido el año más exigente de mi vida, pero llegué a la meta»

–¿Me dice que su vida, intensa pero breve, en la política puede terminar aquí?

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-Sí. Además sería bueno que acabara como alcaldesa de Valencia.

–Muy convencida la veo…

–Se lo digo, no al 98 por ciento de convencimiento, sino al ciento por ciento. Y sí, la vida política es muy complicada pero…

–Le sacaremos la hemeroteca luego.

–Vale, pero hoy María José Catalá piensa, de verdad y con convicción, que le gustaría que su broche final en la política fuera Valencia.

Desempolvé entonces la hemeroteca, pero para repasar su vida política en los tres últimos lustros en los que fue: con 26 años, alcaldesa de Torrent, donde logró dos mayorías absolutas; consellera de Educación, con el Gobierno de Alberto Fabra; candidata y oposición en el Ayuntamiento de Valencia, donde le tocó vivir una dura travesía del desierto; síndica popular en Les Corts, y, ahora, alcaldesa de la ciudad del Turia. Y, entremedio, dos hijos y una tesis doctoral.

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–Todo ha pasado en sólo dieciséis años.

–Por eso esto es mi broche. Mira, desde la alcaldía veo ahora el despacho donde comencé en Garrigues, en el edificio Vitalicio.

–¿Usted quería dedicarse a la política?

–Nadie me enseñó qué era la política, pero hay una circunstancia: mi formación. Comencé a estudiar Derecho Público y me gustó. Y apareció una persona en mi vida, que es Vicente Soria, y me cogió de la mano en esto.

–Alcaldesa de Torrent y Valencia. ¿Hay precedentes de estos dobletes?

–No lo sé, creo que no. No lo he encontrado. Soy muy consciente de lo atípico de mi circunstancia. Pero siempre defiendo y defenderé que tiene mucha lógica. Hay una verdad muy evidente: yo nací en Valencia, mi padre es del Grao y mi madre es de Torrent; se casaron y vivieron allí. Esto es tan común en nuestra provincia que forma parte de la dinámica de una familia. Las personas del área metropolitana sentimos Valencia como nuestro hogar, nuestra casa madre. Nos sentimos de Torrent y de Valencia. Hay una conexión emocional que tiene mucha lógica.

–En cualquier caso, Valencia atrapa a todos. Vengas de Alcoy o de Alicante. ¿Cree que al presidente de la Generalitat también le pasará?

–Le va a pasar. De hecho, creo que le está pasando ya (se sonríe). Aunque igual no le hago ningún favor al decirlo cara a su público alicantino. Él sabe lo que es vivir en Valencia y ahora lo hace muy de cerca.

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Chocolate, aceite y sal

Como una virtud, señala su capacidad de trabajo. Como defecto, la impaciencia. Al preguntarle por sus amigos, pone por delante a la familia. Si le hablas de contrincantes, reconoce haberlos: «Pero no sería bueno que dijera quién», dice sonriendo. Entre sus amuletos, un colgante con las iniciales de Francesc y Julia y una pulsera con la imagen de la Mare de Déu. Le pirra el chocolate con aceite y sal y sueña con tener tiempo para sus hijos.

–Usted se vino cuando se presentó para la alcaldía.

–Y creo que hoy puedo ser mejor alcaldesa que hace cuatro años. Porque en este tiempo me he podido impregnar de Valencia.

–Tiene su lema; o, al menos, lo repite siempre: «Cuidar lo pequeño y ambicionar lo grande».

–Hay dos. Uno es «Valencia por encima de todo y de todos», que me aplico incluso a la hora de pactar. El segundo, el que comenta. No podía ser de otra forma.

–Pero, ¿qué es cuidar lo pequeño?

–No es lo ordinario, sino lo básico. Siempre voy por la calle mirando si está limpia, si la jardinería está adecuada, si hay presencia policial... Eso es básico. Valencia debe transmitir de nuevo esa sensación de ser una ciudad cuidada. Cuidada de verdad. Por no hablar de mi obsesión con los parques. Si veo que no está adecuado para un niño, me pongo como una fiera.

–Le toca como madre.

–Sí, es subjetivo. Soy madre y voy a muchos parques. Pero se necesitaba una óptica de madre también en Valencia, ¿no?¿Cómo puede ser que no esté preparada para la infancia? ¿Cómo no tenemos un plan permanente de inspección y limpieza?

–Hablando de limpieza, al entrar en el despacho, ¿qué encontró bajo las alfombras?

–¿Metafóricamente?

–Claro (río)

–Lo más gordo: la Edusi (Estrategia de Desarrollo Urbano Sostenible Integrado). La primera crisis de verdad es cuando vimos que estábamos al 25 por ciento (de inversión de los fondos europeos) de la Edusi, que finaliza el plazo (de ejecución) el 31 de diciembre y que vamos a perder una cantidad de dinero que, desde luego, para nuestro Ayuntamiento es una tragedia. Llevo, en seis meses, del 25 al 40%, pero aun así vamos a perder cerca de diez millones de euros para rehabilitar el Cabanyal. Que un gobierno que hizo bandera del Cabanyal durante ocho años no haya tenido la voluntad política de desarrollar esto hasta el final es imperdonable. Lo segundo, el Consorcio de la Marina, que se debía liquidar y no habían hecho nada. Se había enquistado y todo estaba dejado.

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–¿Más cosas?

–Pues lo más complicado para mí: la cantidad de gente que duerme en la calle. Es tremendo. He tenido muchas reuniones con todo el mundo y sigo preocupada por ese tema.

–¿Y la movilidad? ¿Está resultando complejo?

–¿La verdad? No. Lo teníamos muy claro. Y a mí nadie me ha movido una coma sobre nuestros planteamientos. Colón se iba a abrir y se ha abierto; las líneas iban a volver al centro y han vuelto. Pueden montar lo que quieran, pero me he estudiado las ciudades verdes en las que el transporte público pasa por el centro. A la gente no podemos darle mensajes contradictorios: déjate el coche en casa, pero a tu madre no la puedes llevar al Mercado Central con su carro.

–Todas las semanas agenda visitas a barrios ¿Eso se hace al principio de ser alcalde y luego se esconden?

–Nunca he hecho eso. Soy muy de barrio. Creo que Ribó comenzó a perder las elecciones cuando dejó de ir. Se aisló de los barrios. Las elecciones no se ganan en la plaza del Ayuntamiento, sino en Orriols, en Patraix… Los vecinos quieren venir aquí. Al ayuntamiento. Y los recibo aquí, pero luego yo voy. Tomo café en algún sitio y pregunto. Hay comerciantes que tienen mi móvil para que me trasladen directamente lo que está pasando.

–El tema de la seguridad era y sigue siendo un problema preocupante.

–Sí, y por eso pido a la gente de esos barrios que me comunique lo que pasa.

–¿Es futbolera? Porque ahora se pasa el día hablando del Valencia CF.

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–Me gusta más el básquet. El ambiente del básquet me parece muy chulo. ¿El fútbol? En mi casa es un tema sagrado.

–Sabía que esta iba a ser una de las patatas calientes que la esperaban. ¿Vamos a ver algo de luz con el nuevo estadio?

–Ojalá. Creo que debo aislarme de la pasión, la subjetividad y los intereses de todo tipo. Por desgracia, en este tema hay demasiados intereses personales y económicos. Debo pensar en lo mejor para la ciudad.

–Valéncia o València. ¿Le incomoda el asunto?

–Nada. Soy valencianohablante. Siempre he dicho que la 'e' no es abierta. Que aquí no decimos la 'è' abierta. Lo he dicho siempre. Hay académicos de la AVL que lo comparten. Y en la medida que pueda trabajaré para que se entienda la cuestión fonética en este tema.

–Repasemos las relaciones con otras instituciones…

–Con la Academia es fría (se apresura a aclarar).

–¿Fría o no la hay?

–No tenemos casi.

–¿Y con sus socios de gobierno?

–Está siendo práctica.

–¿Práctica?

–Creo que va a ir a mejor. Llevamos sólo dos meses gobernando. Debe ir madurando. Somos partidos que tenemos claro que, cuando algo es bueno para Valencia, debemos estar. Ahí nos encontramos siempre.

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–¿Y con el Gobierno de Sánchez?

–He mandado una carta a Teresa Ribera para el tema de la Albufera y pude hablar con el ministro de Infraestructuras del tema del Parque Central y Serrería, y tengo pendientes reuniones en ese ministerio.

–¿Le da miedo que en algún momento se penalice a la ciudad de Valencia por el color político de su alcaldesa?

–Sí, pero también he de decir que la decisión con el puerto de Valencia me ha animado mucho.

–Quizá todo está dramatizado. El libro que le he traído a su hija se titula, precisamente, 'El pequeño teatro de Rebecca'. ¿Cree que hay mucho 'teatro' en la vida en general y en la política en particular?

–Creo que sí, siempre. En política, por supuesto. Pero hay una parte muy elevada de realidad. De la dura. De la que no se ve. La política, lo que ocurre, es que es una faceta potenciada de la vida misma. Es un altavoz de lo que ocurre en la sociedad.

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–¿Pero no considera que, para la ciudadanía, el teatro en la vida política ha pasado a ser excesivo?

–Lo que está pasando es que la sociedad está evolucionando peligrosamente hacia la no reflexión. Y cuando las cosas no se reflexionan, los cambios se producen demasiado rápido. Las cosas pasan demasiado rápidas y hay poco margen para el sosiego, la reflexión y el debate. Estamos condicionados por la rapidez de la comunicación, por el tuit del día...

En medio de la conversación, abrimos el melón de la desafección de la sociedad con los políticos. Con un gesto, me hace ver que duda de que realmente sea así. Pero saqué un as que escondía en la manga: «Es algo que usted trabajó en su tesis doctoral», le comenté.

–¡He cambiado mucho desde entonces!

–En sus conclusiones dice: «Uno de los mayores riesgos de una sociedad cívicamente débil es la desafección, la indiferencia y la apatía frente a lo público» ¿Cómo ve la sociedad civil valenciana?

–Fuerte. Hay materia prima, sin duda. Tenemos una conjunción de intereses comunes y el reto es que todos vayamos en una misma dirección y que batallemos por proyectos de comunidad y de ciudad. Es una asignatura pendiente, pero se van logrando avances. La ampliación del puerto, de hecho, es un ejemplo de ello.

–PP y PSOE juntos en algo... tanto tiempo después.

–Fue un paso hacia la recuperación de esos grandes consensos y proyectos, entre PP y PSOE, que la gente nos reclama. Creo que hay una sociedad civil valenciana fuerte; creo que debemos tener objetivos comunes y claros, y creo que cuando así pasa, se logran cosas. Pero hay cosas de mi tesis que no comparto igual ahora; la propia participación ciudadana.

–El «escaño ciudadano», le llama en su trabajo.

–Exacto. Estos años he visto pervertir los instrumentos de participación ciudadana. Es decir, yo defendía las acciones participativas pero he visto convertirlas en una excusa para que un gobierno saque adelante iniciativas suyas bajo el escudo de lo que han votado los ciudadanos… Cuando realmente quien votaba era un porcentaje no representativo de la gente a la que interesa el proyecto.

–¿Una farsa? Volviendo al teatro...

–No es que crea que sea una farsa, es que yo lo he visto manipular. Es un instrumento que he defendido siempre, pero lo he visto manipular. Debería escribir algún capítulo más de esa tesis…

–Dejemos el teatro y vamos a la vida real. ¿Usted hace la compra?

–Claro.

–¿Sabe lo que cuesta la barra de pan?

–Pero si hay gente que me para en Mercadona y me dice: «¿Tú aquí?»

–¿El sueldo de alcaldesa da para vivir bien?

–Me siento una privilegiada. Otra cosa es que, cuando yo me deje la política, sólo cuando me deje la política y no antes, defenderé que los políticos deben estar mejor pagados. Creo que la calidad de la clase política necesariamente siempre debe ir de la mano de la remuneración. Y estoy de acuerdo en que, luego, se ajuste a compatibilidades.

–Cierre dando gracias a quien considere por 2023...

Y la petición dio paso, de nuevo, a un discreto silencio. Una pausa, quizá, para ordenar prioridades, mientras desde la puerta hacían señales de que la entrevista debía terminar. «Pero, ¿sólo una persona?», preguntó. La alcaldesa mencionó entonces a su marido y a sus padres –«ellos son mi paraguas; que llueve, que hace sol... Son mi paraguas»–. Y habló de su familia, de su hermana, de su equipo…

–Hay una persona, no es por peloteo ni por quedar bien, lo siento de corazón, a la que debo agradecer que haya sido mi compañero en este camino, que es Carlos (Mazón). Los dos hemos hecho un equipo más allá de lo político.

–Hay quien piensa que son contrincantes internos.

–Es que nunca ha sido así. No hemos tenido intereses contrapuestos, cada uno ha tenido su meta y, además, somos muy prácticos. Sí, le he de dar gracias.

Y dando gracias, volvió a mencionar a sus hijos. Quizá porque, en el fondo, ellos son el epicentro de todo lo que a ella le ha ocurrido este 2023, el año que, irremediablemente, le cambió la vida. Y le marcó su travesía de futuro: «Tengo que dar gracias a Francesc, que me hizo llegar aquí; y a Julia, que lo vivió todo».

Cuando acabó nuestro encuentro, el Ayuntamiento estaba tomado por decenas de visitantes. Desfilaban en cola por la puerta principal hasta el balcón para hacerse selfis. Fuera, en la plaza, el jolgorio era absoluto. Parecía fiesta. Entre las colas para la pista de hielo me fui esfumando, con mi historia –que era la suya– encapsulada en una grabación. Y con una sensación: que Catalá, durante 1h 09m de conversación, había dejado «los zapatos en la puerta» –como en su casa– y hablado ante mí con la desnudez de la sinceridad. Y con la serenidad y la seguridad que le da haber superado la meta, pese a saber que es dura la travesía que la espera tras ella. El maratoniano Eliud Kipchoge tenía razón cuando dijo al recibir el Princesa de Asturias: «Alguien que termina un maratón es capaz de lograr cualquier cosa en su vida».

Lo que Catalá pide a

1. El palacio de comunicaciones

«Una sorpresa, una gran sorpresa para los valencianos»

2. La Marina

«Que despegue, tiene que despegar por fin...»

3. La plaza del Ayuntamiento

«Que se conciba como el mejor escaparate de la ciudad»

4. El nuevo estadio del Valencia

«Que comiencen las obras»

5. El viejo cauce del Turia

«Que se inicie la tramitación para acabar el último tramo»

6. El atasco de las licencias

«Uff... ¡al menos que se resuelva el 70% o 80%!»

7. El lago de la Albufera

«Que nunca vuelva a tener un color que no es suyo»

8. Su oposición

«Que tenga respeto institucional y digiera el resultado»

9. Sus socios de gobierno

«Que trabajen como hasta ahora, con dirección clara»

10. Gobierno de España

«Le pediría que mire más hacia Valencia»

11. Gobierno de la Generalitat

«Que siga mirando a Valencia...»

12. Los valencianos

«Les pido un poquito de paciencia y confianza»

13. Julia y Francesc

«A mis hijos no puedo pedirles nada, sólo darles gracias»

14. Y a María José Catalá

«Le pediría que no deje de trabajar»

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