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Pertenecen a una generación que ha crecido oyendo hablar a sus padres de la guerra civil. Ellos eran pequeños y escucharon historias de lo difícil que era sobrevivir. Ahora explican que lo que nunca podían imaginar es que «nos tendríamos que quedar encerrados en casa por la expansión incontrolada del coronavirus». Incluso reconocen que «parece una historia propia de una película de ciencia ficción. Es una sensación muy extraña no ver a nadie por la calle», indica el artista fallero Miguel Santaeulalia. Estos días han oído que la gente mayor es uno de los sectores de población más vulnerables ante el coronavirus. Por eso, dirigentes vecinales como Sol Romeu o el Defensor del Mayor, José Pelegrí, piden a los jóvenes que «se acuerden de los mayores». El segundo lamenta «países o personas que hayan manifestado que sobran las personas mayores. Me parece una barbaridad si alguien decide no atenderlas, sería como un aborto a personas mayores. Todavía podemos arreglar más cosas de las que creen muchos». Todos los entrevistados subrayan que cada día, a las 20 horas, salen a sus ventanas para aplaudir con fuerza a los sanitarios.
Domingo Mengual, 73 años
Domingo vive en Llamosí-Remonta (Cabanyal) y a sus 73 años todavía participa en el maratón. «Llevo ya 39 años. Solía salir al menos 3 días a la semana a correr», indica. Ahora con el confinamiento ha cambiado el asfalto por el pasillo de casa, donde hace sentadillas y estiramientos. «Me tengo que quedar en casa porque tengo azúcar y tensión», añade. Estos días ayuda a su mujer Amparo Pons a limpiar persianas y rejas. «También estoy arreglando los álbumes de fotos y en lugar de leer una hora leo dos y mi mujer hace crucigramas. Y sigo haciendo ejercicio dentro de casa para mantener la forma».
José Pelegrí, 79 años
Este valenciano que en diciembre cumplirá 80 años es el Defensor del Mayor. Lleva 51 años casado con su esposa y «como soy consciente de que hay gente con menos suerte, que están solas, todos los días llamo a personas mayores que sé que no tienen compañía y les pregunto cómo están. Es una experiencia enriquecedora», afirma. Para mantenerse activo hace ejercicio, escribe sobre la parte humana de Juan Pablo II, estudia a Shakespeare y está recopilando datos sobre la obra de su suegro, Agustín Devesa, «que fue orfebre y tiene trabajos en los Santos Juanes e hizo puertas para iglesias».
Dolores Sánchez, 89 años
Dolores es una vecina muy activa de Nou Moles. En su día a día acudía a hacer gimnasia con varias compañeras del barrio al centro de Pintor Stolz «y ahora la gimnasia la hago en casa. Utilizo una goma elástica para hacer ejercicios de piernas y brazos y por la tarde tocan dar paseos por el pasillo o el comedor. No podemos parar», afirma. También sigue llevando la casa, «y limpio con lejía para que quede todo desinfectado». Aunque le encanta salir a comprar, «ahora sé que no puedo. Ahora apunto lo que necesito y una vez a la semana me trae mi hija las cosas. Hay que buscar distracciones y leer».
Sol Romeu, 86 años
Sol es una activa dirigente vecinal que ha sido 40 años presidenta de la asociación de La Amistad. El 9 de abril cumple 87 años. Se describe como una «periodista amateur», por eso, está escribiendo un diario «y resumo cómo paso el día». Además explica que «leo muchísimo porque tengo una gran biblioteca, estoy muy atenta a la prensa y me entretengo cuidando a las plantas». Durante todo el año una voluntaria de Cruz Roja acompaña a Sol los sábados a comprar y a dar una vuelta pro el barrio, «ahora me llama todos los días». Además una mujer «me limpia la casa y me compra una vez por semana».
Amparo Signes, 77 años
Amparo derrocha energía, ya que los lunes acudía en el centro de mayores de Waksman a debates sociales, el martes hacía informática, el miércoles le tocaban manualidades de password y los jueves lectura en grupo. «Ahora como no podemos ir, estoy leyendo en casa. Y estoy haciendo apliques con telas para preparar decorados de Navidad o caminos de mesa». Con los compañeros de tertulias y lecturas «hemos hecho grupos de móvil para comprobar que todos estamos bien y nos mandamos abrazos virtuales». Sólo sale para pasear a su perrita Perla «y voy equipada con mascarilla, guantes y spray con lejía».
Vicente Enguídanos, 89 años
Vicente es el último velluter, ya que tejía a mano terciopelo, además de espolines para telas de valenciana. Echa de menos dar una vuelta en autobús o ir a comprar con su mujer, Emilia. «Me estoy entreteniendo leyendo libros de Historia sobre Valencia y de las colecciones de Agatha Christie y Blasco Ibáñez», indica. Además, «tengo en casa muestras de espolines y me gusta reflexionar sobre los diseños». Afirma que «nunca hubiera imaginado lo que estamos viviendo. Parece ciencia ficción. Lo de no poder salir a la calle creí que era solo cosa de la época de la guerra civil. Es triste y preocupante».
María Navarro, 89 años
María fue corte de la fallera mayor de 1950, María Victoria Noguera, por eso posa con su banda y una imagen de la época. A pesar de que sufre artrosis y de que le duelen los codos, porque sufrió una rotura, «tengo mucha fuerza de voluntad y llevo la casa y a mi hijo», que es Ferran Gil, versador de llibrets de falla. María antes salía a comprar, «a la peluquería, a hacerme las uñas y acudía con mis amigas a una cafetería o a dar una vuelta», explica. Ahora «toca pasear por los 18 metros del pasillo. Mi hijo me trae el periódico y me entretengo. A ver si pasa esto pronto y nos da tiempo a ponernos el bañador», bromea.
Trini Piquer, 75 años
Trini es la portavoz de la Asociación de Inquilinos de Vivienda Pública «y sigo en contacto con la administración porque no puedo parar de pensar en la gente que estará sin trabajo». Además, «llamo por teléfono o envío mensajes de móvil a las personas que están solas. Es una manera de ver que estamos bien». Indica que sólo sale a comprar lo urgente «y para coger prensa porque me enseñé a leer con el periódico y para mí es indispensable». Estso días ha hecho limpieza de armarios, «voy a volver a coser y cuando pueda me movilizaré para pedir ayudas para los jóvenes y personas que lo pasan mal».
Miguel Santaeulalia, 76 años
El arte está en las venas del maestro de la saga Santaeulalia, por eso durante estas jornadas «estoy dibujando en 3D y pintando por ordenador. Sigo con lo mío porque me apasiona», confiesa. Tanto él como su esposa Mari Carmen se conectan todos los días a un canal de vídeos «y hacemos gimnasia adaptada a nuestra edad. Antes salíamos a pasear, pero como ahora no se puede», añade. También busca tiempo para leer, ordenar dibujos y fotos «y estoy haciendo muchas videoconferencias con los nietos». Y claro, todas las las tardes a las 20 horas, se unen a los aplausos a los sanitarios en Benicalap.
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