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Esto de elegir el patrimonio industrial de Valencia que debe ser recuperado cuanto antes es difícil, aunque la doctora arquitecto Diana Sánchez lanza tres ejemplos de inmuebles por su singularidad e importancia. El primero es la antigua fábrica de la Ceramo, en el barrio de Benicalap, seguido de la nave de cuchillos del complejo de Macosa que se levantaba junto a la calle San Vicente Mártir. La clasificación se cierra y no por ese orden necesariamente, con las naves de la calle Guatla, junto a la calle Sagunto.
La conversación con LAS PROVINCIAS sigue y aparecen más ejemplos, como la estación del Grao, donde esta experta en patrimonio industrial recuerda que es la más antigua de España que se conserva en pie, lo que poca gente sabe. «Forma parte de la historia del ferrocarril y debería ser Bien de Interés Cultural», afirma Sánchez.
Al igual que el resto de los ejemplos citados, todos en la ciudad tienen la categoría de Bien de Relevancia Local. Es el caso de otra estación ferroviaria, la de Nazaret, donde uno de los portavoces de la asociación de vecinos, Julio Moltó, recuerda que la propiedad no aparece en el Registro, por lo que reclama al Ayuntamiento que la inmatricule. Así pasaría a manos públicas antes de que se forme la agrupación de interés urbanístico que desarrollará la zona.
«Está hecha unos zorros», sentencia acerca de su estado. Ocupada ilegalmente varias veces, ventanas y puertas están tapiadas. La última intervención del Ayuntamiento ha sido limpiar estos hueco precisamente, aunque se han dejado el resto de la fachada, repleta de pintadas. «No sabemos la razón de que hayan actuado así», comenta.
En otro extremo de la ciudad, en la calle San Vicente Mártir, Rodolfo Izquierdo, de la asociación de vecinos de Cruz Cubierta, destaca que la nave de cuchillos de Macosa se salvó de la piqueta gracias a la acción vecinal y de sindicalistas de la propia compañía ferroviaria.
«Lo derribaron todo menos esa nave», comenta, escéptico acerca del futuro del inmueble. «Dicen que todo pasará en 2030», en referencia a lo que ocurrirá tras el soterramiento de las vías, ya en marcha pero que durará cinco años, así como a la reurbanización posterior».
Sánchez precisa que no está toda y añade que debe haber un refugio antiaéreo. «Era un posible objetivo de los bombardeos (en la Guerra Civil), por lo que esa construcción servía para todo el complejo».
Igual sucedía en otros ejemplos de Valencia, felizmente recuperados. «En Bombas Gens también había un refugio», apunta sobre la nave reconvertida en museo y centro cultural de la avenida Burjassot, en manos de una fundación privada.
Esta vinculación se produce en más lugares. Moltó habla de los astilleros de Unión Naval de Levante, donde había un horno de fundición. El puerto fue uno de los lugares de la ciudad más bombardeados, por lo que se tuvo que recurrir a estas construcciones. Un grupo de entusiastas, antiguos trabajadores, trata de recuperar la historia del complejo naval, donde había también galerías subterráneas.
El listado de la Conselleria no incluye ningún inmueble declarado Bien de Interés Culural en Valencia, aunque sí abundan los de Relevancia Local, en especial las chimeneas. Estas construcciones estilizadas, testigos como ninguna otra del pasado industrial, merecen un tratamiento en el entorno diferente al planteado en el Plan General, en opinión de Diana Sánchez.
«Hay que proteger también el entorno, al menos tenerlo en cuenta, informar al público de la historia de la fábrica que había, etc.» Ahora, muchas están pegadas a edificios o aisladas en calles sin ninguna referencia a lo que había antes.
Los aledaños del jardín del Turia son algunos de los lugares donde se sitúan. El Ayuntamiento ha aprobado recientemente la restauración de varias, junto al puente del Reino y en la calle Escultor Octavio Vicent, aunque queda mucho trabajo por delante, sobre todo en la difusión.
«La estación del Grao se construyó en 1852 y de aquella época (pionera) no queda ninguna en pie en Madrid ni en Barcelona», comenta como ejemplo. En cuanto al uso que debe darse al patrimonio industrial, aboga por una mayor participación ciudadana. «Ayudan a regenerar el barrio, no son un problema, al contrario», indica sobre los equipamientos o usos posibles. El Plan General dejó algunas de estas construcciones para dotaciones públicas, lo que complicó sobremanera su rescate. El ejemplo de encajar el polideportivo de Abastos en el mercado mayorista es una muestra, mientras que a medio plazo están en la misma situación las naves ferroviarias del Parque Central.
El Ayuntamiento ha aprobado la cesión al IVAM de una de la naves (un muelle de carga), mientras que en otra habrá un centro de juventud y de servicios sociales. La oferta se completará con un polideportivo en la mayor.
En otros casos está todo mucho más verde. Unas naves industriales en desuso en la calle Guatla, junto a la calle Sagunto, desataron la polémica hace meses por el proyecto de una empresa para derribarlas y construir una residencia universitaria. La iniciativa se enfrentó a una plataforma vecinal y al gobierno municipal, que decidió parar el asunto.
En su lugar, la concejalía de Desarrollo Urbano ha planteado trasladar la edificabilidad a otros solares, para destinar el espacio de la calle Guatla a dotaciones públicas. ¿Deberían mantenerse todas en pie? En opinión de Sánchez, sí.
Y como colofón, la necesidad de erradicar la idea equivocada de que no se puede salvar una naves porque estén degradadas. Hay casos de sobra donde se ha hecho un gran trabajo, también por la iniciativa privada. El Mercado de la Imprenta abrió el pasado marzo como un mercado gastronómico, el mayor de la ciudad, y es la demostración de la posibidad real de rescatar el patrimonio industrial.
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