Pablo Alcaraz
Jueves, 3 de agosto 2023, 01:42
La moderna y vistosa arquitectura del mercado de Jesús en Patraix no deja indiferente a nadie que pase por delante de la plaza donde ... se ubica. Esta construcción de aires vanguardistas fue inaugurada por el Ayuntamiento de Valencia en julio del año 1993. Las cristaleras que sujetan la cubierta del techo mejoran la luminosidad del espacio gracias a la entrada de luz natural. Su peculiar forma de triángulo rectángulo y los picos que sobresalen del tejado propician que puedan establecerse puestos en sus laterales.
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Un joven llega en patinete al recinto. Por su manera de buscar las llaves parece que llega tarde, probablemente por culpa de las obras que generan pequeñas congestiones de tráfico en las calles que dan acceso al mercado: Jerónimo Muñoz y Jesús. Mira el reloj algo agobiado mientras levanta la persiana de su negocio sin haberse quitado el casco todavía. Son las 9.28, se relaja. El joven ha conseguido abrir su peluquería antes de la media.
Dentro del mercado la tónica no es la misma, las persianas bajadas no abrirán de nuevo hasta finales de agosto en prácticamente la mitad de las tiendas. Las vacaciones de sus trabajadores golpean duramente la entrada desde Jerónimo Muñoz donde solo aguantan abiertas un par de carnicerías que la clientela latinoamericana frecuenta a menudo.
José Pérez, de 57 años, es el presidente del mercado de Jesús y opina que el recinto se ha convertido en una institución de referencia con todos los puestos ocupados. El éxito se debe a que, según Pérez, entre sus dependencias tiene «las mejores carnicerías latinas de toda Valencia». Además, el presidente afirma que el mercado de Jesús no tiene nada que envidiarle al Central porque durante los fines de semana atrae a muchos valencianos de distintos barrios de la ciudad y a visitantes de muchas poblaciones del área metropolitana. «Pueden llegar a pasar más de mil personas entre viernes y sábados», calcula.
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Cristian también es carnicero. Este joven atiende a sus clientes bajo los colores albicelestes de la bandera argentina. El establecimiento donde trabaja desde hace 14 años importa carne de procedente de países latinoamericanos como Argentina y Uruguay. Sin embargo, este carnicero señala que además de ligeras diferencias en cuanto al sabor, lo que buscan sus clientes son los tipos de cortes latinos.
Pérez, que ejerce de carnicero desde los 13 años, cree que gracias a esta costumbre importada desde Sudamérica, ha habido un cambio en la forma de consumo de carne en España. La moda sudamericana de vender por piezas y kilos en lugar de por unidades ha calado en Valencia. «Este modelo de negocio lo que propicia es que los productos de aquí sean mucho más asequibles y de mayor calidad y sus precios más competitivos que en los supermercados», concreta el presidente. Algo que también ha cambiado este nueva manera de consumir carne es que se hayan dado a conocer otras piezas de carne como el hígado de cerdo o las costillas de ternera.
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En el centro del mercado hay dos islotes comerciales con una pescadería que aglutina la mayor parte de la clientela que pasa por allí. Sin embargo, esta ya cuenta los días para iniciar sus vacaciones: «Cerrado a partir del 14 hasta el 31 de agosto». Los mercaderes comentan que los miércoles son días de menor afluencia de gente porque cerca de allí se sitúa un mercadillo ambulante que divide a la clientela. Esto junto con las vacaciones de los clientes habituales provoca que ayer hubiera muy poca gente comprando.
Amparo lleva 25 años empleada en un negocio familiar de salazón situado en medio del mercado y manifiesta que aunque haya muchas tiendas cerradas ahora, en septiembre volverán a abrir. «Evidentemente se nota la crisis, pero aquí están todos los establecimientos abiertos», comenta. La dependienta cree que el motivo por el que este mercado municipal resiste mejor es porque sus compradores habituales son gente del barrio que se han criado en el entorno del comercio de proximidad. Amparo recuerda que antes había un mercado con casetas de madera en el que los más pequeños iban a jugar o acompañaban a sus madres y padres a hacer la compra del día. Aquellos niños de entonces son los clientes de hoy.
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Gracias a esta cultura del comercio tradicional, la relación de confianza que se establece entre los compradores y quienes están al otro lado del mostrador va más allá de lo comercial y entra en lo personal: «Terminas conociendo la vida de los clientes e interesándote por si les ha pasado algo cuando llevan tiempo sin venir», cuenta Amparo. Desde el otro lado del mostrador, Pilar piensa lo mismo. Esta clienta de toda la vida opta por comprar productos frescos como la carne o el pescado. «Con que te pregunten cuándo vas a gastar el producto que te dan es uno u otro, ya es muy diferente a la atención en los supermercados», explica Pilar.
De pronto, un hombre entra con un carro de la compra de color violeta por el que asoma la cabeza de una niña que mira el escaparate de una carnicería. Su padre la invita a salir para poder meter la carne comprada, pero la pequeña se niega hasta que él consigue convencerla.
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Fuera hace mucho calor, pero en el interior del mercado llega a hacer algo de fresco. El presidente del mercado de Jesús cuenta que el verano pasado lo pasaron muy mal por los fallos del sistema de aire acondicionado que tardaron cuatro meses en solventar. Pérez afirma que hubo algunas goteras en el techo causadas por el episodio de lluvias y granizadas torrenciales del pasado mes de julio. Una cubierta de aluminio cuyo cambio ya ha sido aprobado para el año que viene por placas solares para bajar la factura de la luz de los establecimientos del recinto y hacerlo más sostenible.
Dos furgonetas aparcadas en la zona de vehículos autorizados frente a la entrada principal sirven de almacén de suministro a un par de verdulerías, una de ellas la de José Elías. Este vendedor y su mujer llevan 20 años afincados en el puesto de fruta y verdura que hace esquina frente a la Iglesia de Santa María de Jesús. Bajo el lema 'Disfruta de la fruta', José Elías atiende a una cola de clientes que buscan productos de temporada. «La gran diferencia es que aquí ofrecemos fruta mucho más a granel que en las grandes cadenas de distribución donde va mucho más envasada», señala el frutero.
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La fortaleza que muestra este mercado municipal de Jesús en tiempos de decadencia generalizada del sector del comercio tradicional tiene dos aristas principales. La primera de ellas es el alto grado de fidelidad que tiene la propia gente del barrio. La segunda es la apertura hacia otros colectivos sociales que actúan como potenciales compradores de los productos fescos y de temporada cultivados por proveedores valencianos de proximidad.
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