![Mauri y su pareja Lorena, en su vivienda en Safranar, este jueves.](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/03/21/Imagen%20(189409824)-Rj9wVnwP3BOIWagqv87JAGI-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
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Miguel no quiere hablar con nadie. De la prensa, se entiende. «No, no, no quiero saber nada», me dice. Pero cuando le digo que sólo quiero saber cómo están, se le ilumina la cara. «Estamos genial, estamos encantados», dice. La pareja de Miguel estaba en el edificio de Campanar cuando se convirtió en una tea enorme y todavía no se ha recuperado. Quizá por eso él no quiere saber nada de periodistas. Pero hoy no vamos a hablar de peritos, de seguros, de investigaciones. LAS PROVINCIAS acude al número 1 de la calle Cristina Piris López-Dóriga para descubrir cómo viven quienes hace exactamente un mes estaban sufriendo uno de los peores días de sus vidas.
Como la novia de Miguel, muchos no quieren recordar. Pero sí agradecen la entrega del barrio de Safranar. «Está siendo duro pero desde que hemos llegado nos han tratado perfectamente», cuenta Miguel. «Vamos remontando, es fácil porque el barrio se parece a Campanar», explica. Tiene razón. Safranar, la zona que se ha dado en llamar 'nuevo Patraix', es similar al entorno en el que se encuentra el edificio de Maestro Rodrigo: un centro histórico con grandes rascacielos alrededor.
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Mauri y Lorena coinciden en el análisis con Miguel. Las casas, tal como puede comprobar este diario, están preparadas para vivir con todo lo necesario. En una vivienda del edificio habitan Mauri, Lorena y la madre de él, Anu. «Estamos encantados con cómo se ha volcado todo el mundo con nosotros», dice Mauri. Miguel también agradece la ayuda de las administraciones: «Me consta que la alcaldesa Catalá se ha interesado personalmente en el tema». Mauri comenta que aunque a priori tiene sólo hasta el 30 de mayo para quedarse en el piso, «porque hay gente que también lo necesita», ya están estudiando prolongar la estancia. «Hay muy buena predisposición por parte del Ayuntamiento», asegura Mauri, que hace hincapié en que la zona «está llena de todas las comodidades: supermercados, restaurantes, aparcamiento, trastero...». Todo parece indicar, según algunos de los vecinos preguntados, que los propietarios del edificio se inclinan reconstruir el inmueble calcinado porque estructuralmente aguanta, pero todavía no hay nada decidido.
Los vecinos de Safranar apuntan que quienes viven en el distrito de Patriax se volcaron con ellos, a veces de forma literal. «Llegó un momento en el que dejaron de traer cosas porque ya teníamos de todo, nos traían camiones repletos de cosas que tenían que dejar en los pasillos, y nosotros les estamos muy agradecidos», cuenta. Pero más allá de la ropa o los productos de limpieza, lo que muchos de ellos necesitaban era apoyo emocional («si llorar diera dinero, ahora sería rico», dice Mauri). Por eso, los vecinos de Campanar tienen en el corazón el gesto de los alumnos de los colegios cercanos. «Nos metían cartas de bienvenida con dibujos en los buzones».
La Asociación de Vecinos de Patraix también les ha ofrecido todo el apoyo que necesiten. «No hemos recogido ni ropa ni comida porque sabemos que tienen de todo, pero ya nos hemos puesto en contacto con ellos para ofrecerles la sede si necesitan espacio para hacer alguna reunión o algo similar», indica el presidente de la entidad vecinal más cercana, Toni Plà.
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