![Motín en el ambulatorio](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202011/25/media/cortadas/155593957--1248x830.jpg)
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Á. S.
Miércoles, 25 de noviembre 2020, 00:15
valencia. Son las 12.30 horas en la calle Gil y Morte y la tensión está disparada. El ambulatorio realiza PCR concertadas a contactos de Covid-19 positivos y los nervios están a flor de piel. Hay retraso porque la saturación es evidente: hasta 12 personas esperando en la calle y tres mayores en el interior, sentados en las sillas con la distancia de seguridad pertinente.
La más enfadada es una madre de familia que no puede abrir su tienda porque está a la espera de PCR para ella, su marido y sus dos hijas. El cabreo es tal que acaba a gritos con el personal sanitario del interior del ambulatorio, acostumbrado a este tipo de enfados. Pero hasta ellos tienen un límite y una trabajadora le pide que se calme mientras ella, a gritos, insiste en insultar a los funcionarios.
Fuera, la situación está más calmada, aunque hay quien lleva más de media hora esperando. El proceso de toma de muestras es sencillo y rápido: al paciente se le dan unos formularios con lo que tiene que hacer tanto si da positivo como si da negativo, entra a una sala donde dos sanitarios embutidos en trajes EPI le sientan en una silla, le realizan la prueba y el paciente sale. No más de tres minutos. Pero el ritmo es constante: sin descanso. Pese a eso, la cola tarda varios minutos en desaparecer. Y el miedo y los nervios hacen mella en quienes esperan para hacérsela, que hablan por el móvil con sus familiares explicándoles la situación.
Los sanitarios, por su parte, son comprensivos. Aunque el acceso al ambulatorio está estrictamente restringido y únicamente puede pasar quien acuda a la prueba o a alguno de los servicios que siguen activos, el personal del mismo permite a la gente de avanzada edad sentarse en el interior y esperar al abrigo del frío de noviembre mientras la tensión crece fuera.
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