Pablo Alcaraz
Valencia
Miércoles, 8 de mayo 2024, 00:56
La acampada estudiantil contra el «apartheid» y el «genocidio» que está llevando a cabo Israel sobre el pueblo palestino echa raíces en Valencia al ... cumplirse su noveno día de protestas. Los manifestantes acusan a la propia Universitat de València de mantener grupos de investigación y colaboraciones con el estado judío. «De aquí no nos movemos ni aunque cierren por vacaciones», comentan los asistentes y avisan de que los ánimos «están muy altos». La fuerza de voluntad de los cerca de 40 jóvenes que pernoctan desde la semana pasada en el patio de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la UV se ha visto reforzada con los anuncios de otras universidades españolas de sumarse a la causa: «Es muy emocionante, estamos en contacto con ellos y esto va a más».
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En la verja de la facultad que atrae todas las miradas tras haberse convertido en el epicentro de las protestas en España por el conflicto entre Israel y Hamás cuelgan dos carteles en los que puede leerse 'Boicot a Israel, Palestina libre' y un extenso listado de exigencias destinadas tanto al Gobierno español como a la UV. Entre las reivindicaciones para el Ejecutivo se encuentran el fin de la compraventa de armas con el estado israelí o sumarse a la iniciativa de Sudáfrica en la ONU. Por otro lado, a la institución de enseñanza superior se le reclama «un compromiso por escrito de no firmar ningún acuerdo hasta que acaben con los crímenes, el final de las colaboraciones con empresas cómplices con los crímenes y la violación de los derechos humanos así como firmar acuerdos y convenios de colaboración con universidades palestinas».
El pasado fin de semana, los manifestantes pasaron de ocupar el jardín central de la avenida Blasco Ibáñez para dar el salto al patio interior de la Facultad de Filosofía e incluso accedieron al interior del recinto. Actualmente, se han multiplicado la cantidad de carteles, letreros, inscripciones en árabe y banderas palestinas, pero, sobre todo, ha aumentado la maraña de carpas que parecen florecer a la sombra de los árboles. Según ha podido contar este diario, la cifra roza la treintena.
En uno de los laterales del asentamiento, un grupo de estudiantes se arremolinan alrededor de una olla dado que se acerca la hora de la comida. En otra de las mesas de piedra, algunas tiendas de campaña más lejos, una pareja de jóvenes atan cuerdas a la parte trasera de unas pizarras para seguir aumentando la marea de mensajes reivindicativos que inunda el este espacio dedicado al recreo. Esparcidos por el suelo también hay montones de cajas con esterillas, medicamentos y garrafas de agua.
Una gran tabla con nombres y tareas asignan de manera rotatoria los quehaceres que tiene la vida comunitaria en la que llevan sumidos estos estudiantes desde semana y media. Allí también se publican las actividades de ocio: hoy les tocaba taller de poesía aunque durante su estancia ya han hecho bailes palestinos o caligrafía árabe. «Aquí dormimos unas 50 personas pero en los momentos de la reunión superamos el centenar de asistentes», comentan desde la Asamblea. Y va para largo puesto que se niegan a levantar la acampada aunque exista un alto al fuego, pues su exigencia par levantar el campamento es «que se termine con un apartheid hacia los palestinos que dura ya 70 años».
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«Seguiremos aquí indefinidamente porque consideramos que esta no es nuestra causa sino la del pueblo palestino y por eso hacemos sacrificios», señala Clara Chiner Renares, una de las portavoces que habla en nombre de toda la Asamblea, sobre todo aquello que los manifestantes dejan de lado al estar en la acampada. Sobre asuntos como la no asistencia a clase o no tener tiempo para estudiar, la representante resalta que hay profesores que también se han sumado a la iniciativa ofreciéndose a dar clases de repaso y que los allí presentes se turnan para poder hacer frente a la vida estudiantil.
«No mantenemos un contacto formal con la universidad», comenta la portavoz de la Asamblea, «lo único que nos dieron fueron los urinarios portátiles», dice mientras señala dos bloques azules colocados en uno de los márgenes del jardín. De hecho, los manifestantes han emitido un escrito en el que declinan reunirse con la UV puesto que la propuesta «choca con los ideales políticos» del movimiento así como que llega «después de ocho vergonzosos días de silencio».
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Por su parte, la Universitat de València remitió un comunicado institucional en la jornada de ayer en el que se desmarcaba de cualquier vínculo con el estado de Israel. Esta comunicación oficial fue aprobada por el claustro con 153 votos a favor, 33 abstenciones y ningún voto en contra. La UV exige «un acuerdo de un alto el fuego, la liberación inmediata de todas y todos los rehenes y prisioneros, y el fin de las graves violaciones de los Derechos Humanos y el inicio de un proceso de paz desde el diálogo y la negociación con el apoyo de la comunidad internacional y la ONU».
Asimismo, la institución educativa defiende que no tiene intención de desalojar la acampada «siempre que no se produzcan actuaciones que afecten a la integridad de las personas o instalaciones o al desarrollo de las actividades universitarias». Sobre una posible extensión de la protesta hasta las vacaciones veraniegas, la entidad no ha contemplado todavía qué decisión tomaría en ese supuesto.
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