Están ahí pero nadie los ve. El Movimiento Moderno abarca buena parte de la arquitectura del siglo XX aunque muchos de sus ejemplos en Valencia ... carecen de la necesaria protección patrimonial, por lo que son víctimas de reformas inadecuadas o de la piqueta con demasiada frecuencia. Es obligado pues que la serie de LAS PROVINCIAS 'La Valencia que queremos' dedique un espacio a este fenómeno en el mes reservado al urbanismo.
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La única referencia que existe es la Fundación Docomomo Ibérico, creada en 1993 y con sede en Barcelona. Su base de datos incluye los ejemplos del Movimiento Moderno que merecen preservarse en España y Portugal, además de fomentar congresos, exposiciones y publicaciones de este estilo.
En Valencia hay unos 200 casos que aparecen en el registro. Cada año se coloca una placa en alguno de ellos con el deseo de que ese interés mueva a la Generalitat y los Ayuntamientos a promover su protección como Bien de Relevancia Local.
El Movimiento Moderno, también llamado racionalismo o estilo internacional, se define por las líneas sencillas y funcionales, con edificios donde domina la ausencia de ornamentación y hay un gusto por el empleo de materiales industriales, el uso de adelantos tecnológicos e incluso elementos desmontables.
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Fue toda una ruptura con lo que se había hecho hasta ahora. En España uno de los representantes más conocidos es Josep Lluís Sert (Fundación Miró) y en el caso de Valencia Fernando Moreno Barberá, entre otras razones porque el pasado año saltó su nombre a la actualidad. Una de las obras diseñadas por el arquitecto ceutí, unos aularios y talleres universitarios en Blasco Ibáñez, fueron derribados para la ampliación del Hospital Clínico, aún en obras.
Hay casos en los que se ha reconocido de manera oficial el valor de la arquitectura moderna. Ahí están los ejemplos del colegio mayor Luis Vives, de Javier Goerlich y declarado Bien de Relevancia Local. Numerosos ejemplos de Moreno Barberá como la Facultad de Filosofía (hoy Geografía e Historia) o la de Derecho, encuadradas en la misma categoría. O colegios como el Guadalaviar, proyectado en 1957 por el arquitecto Fernando Martínez García-Ordóñez y construido dos años más tarde.
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Pero también hay edificios del Registro Docomomo Ibérico que brillan por su ausencia en el listado de la Generalitat. El primero es el colegio Alemán, de Julio Trullenque, Nicolau Rubió y Pablo Navarro. Entre 1959 y 1961 se construyeron estas instalaciones en la zona en auge tras la riada de 1957, en este caso en la calle Jaume Roig, 16.
Es sorprendente que una obra de esa calidad y factura no esté protegida desde el punto de vista patrimonial, lo mismo que ocurre con las viviendas del arquitecto Santiago Artal para la Cooperativa de Agentes Comerciales, construidas entre 1958 y 1961 entre la calle Santa María Micaela y la avenida Pérez Galdós. Pero también de nombres más conocidos por la opinión pública como el de Javier Goerlich. El representante de la fundación que lleva su nombre, Andrés Goerlich, se lamentaba recientemente del derribo en 1987 del club náutico que se levantaba en el puerto, una decisión innecesaria que eliminó un bello ejemplo del racionalismo en Valencia, un proyecto firmado también por Alfonso Fungairiño.
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Sería injusto decir que el Movimiento Moderno está arrinconado y olvidado. El colegio Pureza de María, en la avenida del Cid, 142, obra del arquitecto Mauro Lleó y datado entre 1962 y 1966, está declarado como Bien de Relevancia Local. Pero no ocurre lo mismo con las instalaciones de Seat en la misma avenida, en el número 152, firmadas por Lleó entre 1963 y 1968. El antiguo depósito de automóviles tiene también una excelente factura a pesar de los condicionantes que puso la empresa para los colores corporativos y el mismo diseño.
Colegios, escuelas universitarias y otros inmuebles de gran volumen son más conocidos, aunque el registro del Movimiento Moderno tiene numerosos casos en las viviendas. Uno de los ejemplos incluidos antes, en 1996, fue el edificio Alonso, en la calle San Vicente Mártir y 73. Se trata de la obra más representativa del arquitecto Luis Albert Ballesteros y cuya construcción se prolongó entre 1936 y 1940.
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Otros casos sí que forman parte del paisaje de la ciudad. El gran edificio residencial que sustituyó al palacio de Ripalda, llamado popularmente La Pagoda, se ha beneficiado recientemente de una rehabilitación. El diseño de Antonio Escario y José A. Beneyto domina esa parte de la ciudad, de la misma manera que el cine Rialto, de Borso di Carminati, es parte indisoluble de la plaza del Ayuntamiento. En este caso se beneficia de la protección genérica de Ciutat Vella a la hora de realizarse cualquier intervención.
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