La seda y Valencia han recorrido de la mano el hilo de la historia. Y el subsuelo de la ciudad, que no deja de dar sorpresas, acaba de recordarlo dando muestras de la presencia de la cultura sedera en las orillas del Turia. Unas excavaciones - ... privadas- en el número cinco de la calle Guillem Sorolla, en el barrio del Pilar -el de Velluters como se le conoce popularmente- han sacado a la luz varios hornos relacionados con el sistema que se utilizaba para el tratamiento de los capullos amarillos que producen los gusanos. Un solar entre dos construcciones ofrece la imagen de una extensión de tierra en la que saltan a la vista hornos de los que todavía es posble contemplar sus paredes de ladrillo. Y de ahí el hilo del que tirar como principio de un brillante proceso.
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Hasta el momento se sabe que el solar donde ha tenido lugar el hallazgo podría responder al de una casa obrador de artesanos dedicados a ese primer paso del proceso sedero que es el cuidado de los gusanos para conseguir el hilo. Se trataría pues del lugar donde se elaboraba la materia prima para trasladarla desde allí a los talleres donde se encontraban los telares.
La realidad que se ha puesto al descubierto pone en contacto con el momento en el que un gris gusano dibuja los capullos amarillos que abren el camino hasta vestir de seda. El hallazgo conduce a pensar en la primera fase de un proceso artesanal tan arraigado entre los valencianos que incluso muchos, de niños, han jugado en sus propias casas a criar esos gusanos grises de cuerpo anillado que habitaban en cajas de zapatos repletas de hojas de morera y agujereadas con un bolígrafo Bic para que los bichitos comieran y no les faltara el aire desde una inocente y rudimentaria incubadora de cartón.
Los hornos que, tras años enterrados, han viajado hasta el siglo XXI, tal como ha confirmado el Ayuntamiento de Valencia, se encuentran «bastante arrasados», aunque puntualizan que las excavaciones están en un punto muy inicial.
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Laura Garcés
La cultura valenciana no se comprende sin su relación con la seda. No en vano el gremio de los sederos valencianos fue referente en el resto del mundo y uno de los motores de la economía del territorio que hoy es la Comunitat Valenciana.
El libro 'El léxico industrial de la seda en el siglo XVIII, obra de Beatriz Sanz Alonso que se presentó en la capital del Turia en noviembre de 2023, explica el contexto histórico que en el siglo XVIII se desarrolló la industria de la seda y, entre otros muchos detalles, desgrana los consejos para el buen cultivo, para el cuidado de los gusanos y de las moreras, árbol que como apunta Beatriz Sanz «en las regiones de Murcia y Valencia» fue ocupando grandes superficies.
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Qué duda cabe de que si aumentaba la superficie del alimento era porque en el siglo XVIII la producción del gusano también lo hizo hasta pasar «al modo industrial, o al menos en grandes locales. Hasta entonces lo habitual era la cría en las casas de los labradores o en pequeños pegujares». Tal vez alguno de ellos tuvo taller en ese lugar donde hoy está el número cinco de la calle Guillem Sorolla; quizás fue uno de aquellos labradores convertido en sericultor que formaba parte de la mitad de la población que el 1780 se dedicaba a la producción de materia prima y tejidos.
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