Confieso que mi estado de ánimo era escéptico antes de escuchar a la alcaldesa María José Catalá. Pensaba que menos de un año en el gobierno iban a resumirse en que aún queda mucho mandato en el Ayuntamiento de Valencia y está en la fase de análisis de lo dejado por los equipos de Compromís y PSPV.
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Craso error, la ciudad está en marcha y me falta espacio para contar lo anotado en la libreta. La moratoria de los apartamentos turísticos es de sentido común con el fin de que el turismo no se acabe de descontrolar en Valencia, lo mismo que ocurre con limitar el atraque de los megacruceros. Idem para la peatonalización de un tramo de la calle Jorge Juan o la revisión de la reforma de la plaza del Ayuntamiento.
Asuntos reales, tangibles y que afectan al contribuyente, igual que la bajada de impuestos realizada. La reivindicación al Gobierno de agua para la Albufera y la prolongación del túnel de Serrería es de ley, sin excusas. La solución para el nuevo Mestalla se perfila complicada, ahí fue también realista, y me acabó de sorprender lo dicho de los 16 maceteros y ocho farolas distintas en un paseo de 800 metros por el centro de Valencia. Mucho que arreglar.
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