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A través de los campos de Sollana, el viento sopla hacia el mar y los juncos altísimos se inclinan hacia El Palmar. La pedanía reposa en silencio al lado de un lago de la Albufera que se muere tras la DANA mientras vecinos ... y hosteleros claman por ayudas. Los primeros, además, con enfado hacia las declaraciones de la alcaldesa, María José Catalá, que pidió la declaración de zona catastrófica para toda la ciudad.
El silencio se abate sobre una pedanía donde sólo se escucha el rumor de las olas que rompen contra el embarcadero, vacío. El viento se cuela entre las mesas y sillas de las terrazas huérfanas de clientes. Según fuentes de la Asociación de Empresarios Hosteleros de El Palmar, la facturación ha caído entre un 80 y un 90%. En algunos restaurantes, de 200 mesas han tenido 10 ocupadas. Según comentan desde la entidad, buena parte de los clientes que acudían a la pedanía a comer los fines de semana provienen no de los turistas de fuera de Valencia, pese a que El Palmar es reconocido como uno de los mejores sitios de la ciudad donde comerse una paella, sino de los pueblos afectados por la riada.
Catarroja, Massanassa, Benetússer, Picanya o Paiporta son topónimos tristemente reconocidos estos días, pero que no eran ajenos a los empresarios de la pedanía. «Mucha gente de esos pueblos venía los fines de semana y ahora, claro, no vienen, y se nota», comentan. Y tanto que se nota. Hay negocios que han decidido abrir sólo los fines de semana y ni a la hora del almuerzo se encuentra una gran afluencia en las terrazas. De hecho, muchos de los locales han tenido que echar mano de ERTE y medidas similares porque no están facturando lo que necesitan para hacer frente al pago de las nóminas de sus trabajadores.
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¿Y por qué, si la riada no llegó al lago? Según los hosteleros, por los bulos. «Decid que estamos abiertos», piden a LAS PROVINCIAS. Indican que en algunos establecimientos hoteleros de Valencia «se dice que El Palmar está cerrado, que no se puede llegar o que se encuentran cadáveres todos los días, y no viene nadie». Las tres cosas son mentira, como puede confirmar este diario, aunque el camino que hay entre la CV-500 y El Palmar sí está frecuentado por bomberos y miembros del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS), que recorren estos días la Albufera palmo a palmo para comprobar la presencia de víctimas de la riada.
El Palmar sobrevivió a la barrancada porque el lago asumió 120 hectómetros cúbicos de agua que subieron el nivel más de un metro y que han llenado la Albufera de toneladas de basura, hidrocarburos y posibles metales pesados. El Ayuntamiento tendrá que gastarse 10 millones de euros en regenerar el humedal y ya han comenzado los contactos con las universidades públicas para poner a disposición del Consistorio el conocimiento científico.
Pero los vecinos piden más. Cintia Sancanuto, presidenta de la Asociación de Vecinos de El Palmar, carga contra la primera edil, María José Catalá. «Por aquí no ha venido y cuando ha hecho declaraciones ha hablado de la economía de todos los restaurantes y bares de la ciudad, sobre todo de la línea de costa, donde no ha llegado la barrancada», lamenta Sancanuto, que insiste en la necesidad de poner en marcha un plan especial que ayude a las pedanías del sur, el distrito conocido como Poblados del Sur. «Todos estamos afectados en mayor o menor medida y necesitamos atención», asegura Sancanuto, La presidenta de la entidad vecinal quiere participar en el pleno de diciembre para trasladar la precaria situación de la pedanía.
En El Palmar no solo sufren vecinos u hosteleros. Si el principal motor del pueblo es el turismo, el secundario es la pesca. Llevan dos semanas sin poder faenar. Además, sirven a los restaurantes de la pedanía, por lo que la economía circular que siempre ha mantenido viva a esta isla lacustre puede sufrir, como sufre el lago, si no se toman medidas cuanto antes, tal como denuncian todas las fuentes consultadas.
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