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Se llama Sara y trabaja en un local comercial del aeropuerto de Manises. Acaba de dejar su coche en el polígono cercano al aeropuerto y ahora se prepara, bolso en mano, para cruzar la V-11. Cinco carriles en dos sentidos y cientos de coches cada hora no la disuaden de hacerlo. «Es peligroso, sí, pero si quieres llegar y no gastarte cientos de euros en el abono del aparcamiento, es lo que toca. No hay otra manera», dice antes de salir corriendo hacia Manises. Como ella, decenas de personas se juegan la vida cada día para coger un avión o llegar a su puesto de trabajo.
También hay viajeros que saben cómo ahorrarse el aparcamiento: estacionando en el polígono. Luego, toca cruza la carretera. «Yo voy a Madrid bastante a menudo y cuando voy siempre hago lo mismo, me sale más barato», dice Carlos, nombre figurado, que lleva una pequeña maleta, que coge en volandas cuando atraviesa la V-11, instantes antes de que los coches circulen por donde él estaba segundos antes.
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