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El embudo de la ciudad de Valencia se encuentra junto al parque de Cabecera -en el 'sunset' de moda en la ciudad-, justo a ... la entrada al puente 9 d'Octubre, un proyecto del arquitecto Santiago Calatrava antes de que la obra de este valenciano ilustre fuera reconocida en todo el mundo. El puente se construyó entre 1986 y 1989, por lo que casi cuarenta años después es incapaz de engullir los miles de vehículos que cada día pasan por allí, especialmente en las horas punta, donde el tráfico y la vida se hacen insoportables.
Ese cruce es de largo el peor punto de tráfico de la ciudad de Valencia, donde la presencia de la Policía Local es constante. El cap i casal ha crecido de los márgenes del río hacia afuera pero en ningún caso se han adecuado el paso por los puentes, siendo ese uno de los más transitados ya que es una de las salidas naturales a la autovía de Madrid.
El cruce tiene varios problemas. El primero, sin duda, que tiene que ser capaz de engullir diez carriles de acceso en tres, algo que en ocasiones es más un truco de magia que una maniobra de tráfico rodado.
Desde la expansión de Benicalap y la barriada de Campanar, la circulación de vehículos se ha multiplicado. Por la avenida Pío Baroja llega todo el tráfico que busca la salida de la ciudad desde Benicalap, avenida Corts Valencianes, avenida Maestro Rodrigo y General Avilés.
A finales de los noventa y principios de los 2.000, antes de la explosión de la burbuja inmobiliaria, se desarrolló la zona de la huerta de Campanar y Benicalap. Nuevos centros comerciales, espacios privados de ocio, colegios, hospitales y hasta el proyecto de un nuevo estadio de fútbol como el Nou Mestalla, que está todavía sin terminar. Una expansión urbanística brutal, con edificios de muchas alturas y miles de vecinos, que dejaron de vivir en el centro de la ciudad.
Una explosión residencial en una zona de la ciudad virgen de urbanismo que todavía sigue sin estar preparada para evacuar los miles de vehículos que pasa por la zona cada día, especialmente en aquellos momentos en que los conductores buscan la salida para ir a municipios del área metropolitana o hacia el bulevar sud. La ida y vuelta al trabajo, la recogida de los colegios y los partidos de fútbol en Mestalla son momentos críticos.
Desde la avenida Pío Baroja llegan al inicio del puente 9 d'Octubre cuatro carriles con vehículos y un quinto que está destinado de manera exclusiva para el transporte público, bien sea de EMT o de taxis. Un exceso que ya de por sí colapsaría la entrada al puente en dirección a Mislata.
A esos cinco carriles de acceso hay que sumar los seis que llegan por la avenida Manuel de Falla, que aglutinan a todo el tráfico que circula por la marginal del río que viene desde el paseo de la Alameda y va recogiendo el tráfico que se incorpora desde varias vías, especialmente desde la avenida Pío XII, que trae a la ciudad parte del tráfico que llega por la conocida como pista de Ademuz.
Al llegar al puente 9 d'Octubre, hay cinco carriles de acceso que terminan en un embudo para poder entrar por los tres carriles del puente. De esta manera, y de la misma manera que ocurre con la avenida Pío Baroja, el colapso es frecuente. Además, se multiplica cuando en ese punto circula algún autobús escolar o de la línea EMT, ya que en esos puntos hay varias paradas de autobús.
En la intersección entre la avenida Pío Baroja y la de Manuel de Falla hay un semáforo que trata de regular los dos flujos de circulación que llegan a la entrada del puente. Si el tráfico es fluido, ayuda, pero en el momento en el que la densidad circulatoria está por encima de lo normal, convierte el punto en un tapón porque especialmente los conductores que llegan desde la avenida Manuel de Falla se quedan atascados en medio de la vía. Una situación que empeora con la salida de los tres carriles desde el puente 9 d'Octubre por Pío Baroja en dirección a Campanar y Benicalap.
El problema es que no hay una solución a la vista, porque la única opción sería ampliar la plataforma del puente 9 d'Octubre en dirección Mislata, algo que se antoja imposible porque chocaría de frente con las viviendas del Paseo de la Pechina en uno de los accesos a Mislata. Un punto donde los conductores tiene que salvar un escorzo y estar ágiles para salvar la sucesión de semáforos que hay antes de encarar la calle del Nueve de Octubre.
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