«Yo soy socialdemócrata ortodoxo»

A la segunda pregunta para escribir este perfil ya era imposible contener la sonrisa del que suscribe y un interlocutor recordando a Ramón Vilar. Así era él, un animal político tan humano, cercano y amable que sus buenos momentos serán necesarios para soportar el dolor de su pérdida.

El concejal de Hacienda de Valencia se ha marchado demasiado pronto, a un mes de cumplir los 65 años. Al escribir de su muerte he pensado en algo que lo definiera para expresar cómo era el bueno de Ramón y enseguida me ha venido a la cabeza la frase que repetía en los plenos: «Yo soy socialdemócrata ortodoxo».

Así discutía siempre el edil del PSPV con los grupos de la oposición las peticiones de bajadas de impuestos, por ejemplo. Unas formaciones que esta mañana han elogiado sin excepción el trabajo y el carácter de Vilar. «Era un punto de equilibrio», ha dicho de él el portavoz de Ciudadanos, Fernando Giner, acertando plenamente en la definición.

Vilar, economista y con una amplia biografía política que empezó en 1983 con el gobierno municipal de Pérez Casado, logró en las primarias socialistas el mayor número de apoyos para ir en la lista de Sandra Gómez, lo que denota también los avales que tenía en las agrupaciones del PSPV. Vinculado siempre a Ruzafa, acabó siendo el presidente del partido en la ciudad.

En el Ayuntamiento estuvo de 1983 a 1995 ocupando delegaciones como Alumbrado, Juventud o el Ciclo Integral del Agua, para volver en una segunda etapa desde 2015 hasta la actualidad, siempre liderando el área de Hacienda, aportando ese equilibrio, ese buen humor y relativismo que hacía falta en los momentos más bajos de la relación entre los socialistas y Compromís.

Sólo se le recuerda un momento de enfado y fue cuando se tomaron las primeras decisiones en el Ayuntamiento en contra de la fiesta taurina, a la que amaba. Llegó a salir del hemiciclo para no participar en una votación y fue contrario a las restricciones a las peñas. Pero todo lo hizo como el resto, con elegancia en sus decisiones y lealtad al gobierno.

Si hubiera que buscar una pasión igual en la vida de Vilar, sonaría de inmediato el himno del Levante U.D. Decía un amigo suyo esta mañana que la afición granota le venía desde que le salieron los dientes. No en vano, en el club estaban consternados por su muerte. Cuando se constituía el Ayuntamiento cada cuatro años lucía con orgullo en la solapa el escudo y de vez en cuando utilizaba también la corbata blaugrana. Miembro de la junta directiva y de otros organismos de la entidad de Orriols, se marcha sin poder ver el inicio de las obras de la Ciudad Deportiva de Nazaret.

Otro de sus empeños personales fue el deseo de cobrar impuestos a entidades religiosas por los edificios que no son de culto. Su discurso era siempre el mismo, basado en lo que denominaba igualdad y justicia social, parte de su carácter que esta mañana destacaba la portavoz del PSPV, Sandra Gómez. «Su talante abierto y conciliador son ejemplo para toda la familia socialista», ha dicho la vicealcaldesa, a quien le ha afectado duramente la pérdida en lo personal.

Ramón se marcha en el peor momento posible para el Consistorio, cuando tienen que aprobarse los presupuestos de la pandemia. Las cuentas de 2021 será más que complicadas y su ausencia un duro golpe en las negociaciones entre los dos partidos de gobierno, a las que siempre aportaba sensatez y relativismo, otra de sus marcas. Se enfadaba por muy pocas cosas y casi ninguna derivada de las lógicas intrigas palaciegas en la convivencia diaria entre Compromís y el PSPV.

Deja un Ayuntamiento saneado con una fuerte reducción de la deuda acumulada desde la anterior crisis y un camino claro en la reivindicación municipalista frente al Gobierno. De él decía hace poco el alcalde Ribó que pensaban exactamente lo mismo en las reclamaciones hacia el ministerio socialista. Esta mañana expresaba su «dolor y tristeza» por la pérdida, lo mismo que sentimos todos. Así era Ramón.