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Marina Costa
Valencia
Viernes, 7 de marzo 2025, 20:41
Dicen quienes le conocieron bien que siempre exprimió la vida. No sólo eso. Supo analizarla y contarla. Así lo hizo a través de las páginas de LAS PROVINCIAS durante una década. Su prosa perspicaz e incisiva reflejó el pulso de aquella Valencia de los años ochenta que iba a transformarse de manera exponencial en tan poco tiempo. Ignacio Blanch Grau fue un contador nato de historias. La suya comienza en 1964, en Valencia. Estudió en el Colegio El Pilar y, después, en el CEU San Pablo, donde el periodismo y la escritura forjaron su vocación. Con 23 años comenzó a trabajar en LAS PROVINCIAS y durante una década pasó una de las etapas «más felices de su vida», recuerda su familia. Comenzó en Municipal pero pronto entró en Política, sección donde pudo desarrollar su faceta periodística con artículos y entrevistas en profundidad, gracias al don de gentes, uno de sus grandes baluartes. La etapa en LAS PROVINCIAS culminó a finales de los noventa pero siguió desarrollando proyectos periodísticos y también literarios, como la publicación 'La Valencia de los años ochenta'. Sus inquietudes lo llevaron hasta lejanos lugares del mundo, como Nicaragua o La India, donde colaboró con distintas organizaciones solidarias y, en concreto, con la Fundación Vicente Ferrer, a partir del año 2000. Esa aventura ayudando a los más necesitados caló profundamente en él. Y es que su capacidad para atisbar y comprender la realidad le otorgó un bagaje muy especial. «Se hacía enseguida con la gente. Cuando Nacho conocía a alguien, se quedaba ya para siempre en su vida, era una persona muy especial y muy querida por muchísimas personas», resalta su familia. Sus hermanos, y sus sobrinos, a quienes adoraba, fueron muy importantes para él, así como el resto de su familia y amigos, amigos que, a su vez, acabaron siendo también familia. El amor por el arte, la fotografía y la música le acompañaron siempre en su vida. El príncipe Florizel, en una de las obras de R.L. Stevenson, afirma: «Tengo todas las razones del mundo para no contar a nadie esta historia y tal vez ésa sea justamente la razón por la cual voy a contarla». Esta cita recogida en 'La Valencia de los años 80' es también una declaración de intenciones. Ignacio Blanch, como buen observador de la realidad, puso en práctica esa máxima. Hizo suyo el leitmotiv de que la vida debía saborearse para poder contarla. Esa fue su inspiración. Y también parte de su legado.
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