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«A la rehabilitación le costará y el problema que se crea es el efecto llamada». Poco a poco, los lugares en las fachadas de ... la Ceramo donde queda sitio para una pintada menguan, a la vista del incremento de vandalismo que sufre el edificio protegido, declarado Bien de Relevancia Local y que acogerá un equipamiento público todavía por definir.
La antigua fábrica de cerámica se arruina a la espera de una restauración que todavía no ha salido a concurso, como recordó este lunes el portavoz de la asociación Círculo por la Defensa del Patrimonio, César Guardeño. No en vano, el inmueble continúa en la Lista Roja de Patrimonio que promueve la asociación Hispania Nostra. «No saldrá de ahí hasta que comiencen las obras», dijo.
Las pintadas se han multiplicado los últimos meses. «Esa es la cuestión, que el Ayuntamiento no tiene una contrata para la limpieza de monumentos, con lo que permanecen meses en lugar de ser retiradas inmediatamente», objetó.
Es lo que se llama la teoría de las ventanas rotas, por un experimento social realizado en 1969. «Si hay una pintada y no se limpia, de inmediato seguirán otras y el inmueble se degradará sin remedio, lo que ha pasado ahora con la Ceramo.
El proyecto de rehabilitación fue adjudicado a la empresa LC-1885, en la que participan profesionales como María Dolores Contell y Juan Miguel Martínez, autores del edificio en construcción enfrente del Micalet o de la transformación de una de las naves del Parque Central en un centro de día para jóvenes y un centro de Servicios Sociales. «En enero comentaba Sandra Gómez que a finales de marzo debía estar listo para la licitación de las obras, lo que ponemos más que en duda», añadió Guardeño.
Todas las fachadas de la Ceramo lucen pintadas, incluido el portón del acceso principal. La nave recae a la avenida Burjassot y las calles José Grollo y Poeta Serrano Clavero. En la trasera se sitúa un solar que se recalificó hace años para completar la dotación pública en lugar de que se construyera un edificio de viviendas.
En 2015 se realizó la primera intervención de limpieza y una catalogación arqueológica, que luego se amplió. «La cuestión es que como no importa a nadie es territorio para grafiteros; ese es el mensaje que se lanza», insistió el representante de la asociación cultural.
La fábrica de cerámicas y mayólicas la Ceramo fue construida en 1855 por Josep Ros Furió, un artista apasionado por la cerámica tradicional valenciana, que quería recuperar la vieja técnica de los alfares musulmanes del reflejo metálico en la cerámica. Desde su puesta en marcha se convirtió en un referente para la industria y la cultura valenciana.
Tal fue la importancia de la fábrica que muchas de sus piezas decoran todavía hoy algunos de los edificios valencianos más emblemáticos como la Estación del Norte, Mercado de Colón, Mercado Central y Ayuntamiento de Valencia. Estuvo en funcionamiento hasta 1992, aunque todas las herramientas y utensilios permanecen en depósito en el Museo Nacional de Cerámica. Hace una década se iniciaron los trámites para que fuera precisamente una subsede del museo, con un encargo del Ministerio de Cultura.
La fábrica, de estilo neomudéjar, con más de 150 años de historia es uno de los edificios más emblemáticos de Benicalap. Realizado en ladrillo está formado por una gran nave, con un patio interior para procesar el barro, salas de torno y decoración.
Entre lo que más destaca se encuentra la misma portada, con una clara influencia oriental. Por encima de la puerta puede verse una lápida donde figura el nombre de la fábrica, la actividad y el nombre de su propietario y en su parte superior el escudo de la ciudad de Valencia al que le faltan bastantes elementos simbólicos.
La adjudicación del proyecto fue por 152.170 euros, un proceso no exento de polémica debido al recurso presentado por uno de los aspirantes. Ahora, el temor es que ocurra lo mismo con la licitación de las obras, para lo que todavía no hay plazos. «Con la mala suerte que tiene la Ceramo, lo normal es que surja también para la rehabilitación».
El rescate de la fábrica ha sido una constante entre las reivindicaciones vecinales de Benicalap. Incluso se ha postulado en alguna edición de los presupuestos participativos, el Decidim VLC. El Ayuntamiento compró el inmueble en 2014 por 2,3 millones de euros.
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