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Pedro García Rabasa, ayer en la Secretaría General del Ayuntamiento. irene marsilla
«Los políticos son el reflejo de lo que somos, ni más malos ni más corruptos»

«Los políticos son el reflejo de lo que somos, ni más malos ni más corruptos»

Pedro García Rabasa, secretario general del Ayuntamiento, cree que Valencia se ha hecho «innecesariamente grande» con las leyes urbanísticas sin una necesidad social

PACO MORENO

VALENCIA.

Viernes, 14 de junio 2019, 00:39

Pedro García Rabasa (Valencia, 1949) dejará de ser el próximo día 21 secretario general del Ayuntamiento de Valencia tras más de 40 años de servicio público. Apasionado del escritor Pío Baroja y los viajes, comenta con humor que ninguno de sus diez hijos quiso estudiar Derecho.

-¿Con todo lo que no puede contar cuántos libros podría escribir?

-Un par de libros sí, pero tampoco con tantas maldades. Escribiría cosas agradables, no hay para tanto de lo malo. Los políticos son el reflejo de lo que somos nosotros, ni más malos ni más corruptos ni peores personas que nosotros. Si fuéramos más eficientes, razonables y buenas personas, ellos serían igual. A los políticos los empujamos en muchas de las decisiones que toman por presiones innecesarias de la masa social. Pensemos por ejemplo que en una ciudad haya demasiadas instalaciones deportivas, la responsabilidad es de quien las construyó, pero la última es de quien las pidió en demasía.

-De acuerdo en que los políticos son el reflejo de la sociedad, pero en los últimos años parece que se han construido una realidad paralela donde ha influido mucho internet y las redes sociales.

-Es posible, pero de eso controlo poco, me viene justo para encender el teléfono. Es posible que a veces vivan en una burbuja, en un fanal de cristal como los niños Jesús de Praga que tenían nuestras abuelas. Hablo en general, no acuso ni menosprecio a nadie, los defiendo, digo que básicamente es lo que hay.

-Empecemos por algo fácil ¿Qué es para usted Valencia?

-Es mi pueblo, mi ciudad, la paseo, detecto deficiencias y se me ponen los pelos de punta. He tenido una colaboración extraordinaria de muchos jefes de servicios que las han arreglado, algo que ya no podré hacer. Ellos dicen que sí, que llamé, pero si lo hago pensarán que hace el abuelo molestándonos. Me preocupa mi ciudad, me gusta, creo que tiene unos rincones que no conoce mucha gente. Siempre pongo un caso excepcional que es la fachada lateral de la iglesia de San Martín, merece contemplarse horas y horas.

-¿Y los grandes eventos?

-A pesar de las críticas que ha habido, creo que de alguna manera con algunas grandes construcciones que no calificaré porque sería políticamente incorrecto por mi parte, creo que algo de bien ha hecho a Valencia, de dejar de ser una ciudad desconocida. Don Adolfo de Azcárraga me comentó hace muchos años que Valencia es una gran ciudad y yo le dije que era una ciudad grande, puede estar en camino de serlo, que no es lo mismo. Creo que con luces, sombras y tropezones, con diversidad de criterios que uno acomoda cuando está gobernando, es importante introducir elementos de proyección internacional.

-¿Por ejemplo?

-La capitalidad de la Alimentación y que venga un organismo de la ONU. Tener en Valencia un edificio donde cuelgue esa bandera no lo tiene cualquiera. La presencia de las universidades y de la sociedad civil es importante y esta ciudad está en camino, mejorando en la línea, no juzgaré si de forma grandilocuente.

-Llegó al Ayuntamiento de Valencia en 1992 con el Plan General prácticamente por hacer. ¿Qué ciudad siente que deja?

-A mi juicio, y nos metemos en terrenos peligrosos, creo que la célebre LRAU probablemente haya tenido alguna ventaja, pero la gran desventaja ha sido que la ciudad se ha construido a tirones de los promotores y no con planificación previa y seria. Creo que ha ocasionado que algunas partes haya podido crecer innecesariamente o peor, artificialmente sin una necesidad social. Hay una cuestión sobre esto y es que los promotores, con todo el derecho del mundo, cuando se acaba el plazo de garantía se van y eso hay que mantenerlo. Hablando más como ciudadano, creo que la ciudad se hace innecesariamente grande y luego hay que mantenerla. Eso no es tan fácil y el presupuesto da lo que da.

-¿Qué le hubiera gustado ver terminado antes de su jubilación?

-Igual es una impertinencia, pero a mí me encantan. Ha vuelto a aparecer el tema de una noria gigante en el Marítimo. Hubo un proyecto antiguo que no fructificó y ahora he visto uno que me parece muy original porque no tiene radios. Nos daría una imagen y capacidad de modernidad en el circuito europeo que a veces menospreciamos porque creemos que estamos copiando.

-¿Algún error que haya tenido estos años?

-Por ejemplo en una oficina que se llamaba Valencia Antiga. Allí se pensó que había que empezar a urbanizar las calles del centro histórico, yo que entonces era más ignorante que ahora me atreví a decir que primero había que edificar. Alguien me replicó que dada la degradación, para hacer de tirón de la reedificación había que mejorar la trama urbana. Se demostró que tenía razón.

-Dicen que el Ayuntamiento es la Administración más cercana al ciudadano. ¿También es la más maltratada por ese motivo?

-Sin ninguna duda es la que funciona mejor y la más cercana. Tiene la presión del ciudadano, pero también la convicción de todos de que hay que atenderlos. Soy más proclive de aplicar el sentido común que la norma a rajatabla. Y luego hay que pensar que históricamente el Ayuntamiento ha creado Derecho, la secretaría general es una institución muy seria. Otra cosa es que eventualmente podamos estar personas que no dan la talla, ese es otro problema. Es un espejo de los demás y se inspiran en lo que hacemos.

«La frase del Levante feliz no conseguimos quitárnosla»

García Rabasa afirma que no tiene significación política, aunque ha estado muy cerca de la acción política. Ha trabajado junto a la alcaldesa Rita Barberá y en la última etapa con Joan Ribó. De la primera comenta que sus virtudes eran «el entusiasmo, el empuje y la capacidad de ilusionar. En mi caso particular el respeto al funcionario. En el caso del alcalde Joan Ribó me parece un hombre sensato y equilibrado, una buena persona como era ella. Y tengo que decir de los dos que en las ocasiones que me han pedido un informe, jamás me han hecho una indicación sobre el sentido que debía darle».

El secretario general se muestra de acuerdo con la posición de ambos respecto al agravio que sufre Valencia en las inversiones estatales. «El tema de la financiación o la Marina son ejemplos de ellos, tampoco me quiero meter en un charco, pero casos como la Expo, las Olimpiadas o lo de Zaragoza, donde todo salió gratis y es bonito y aquí no, me parece que esa vieja frase acuñada en los primeros años del franquismo del Levante feliz no conseguimos quitárnosla de encima. Habría que plantar cara».

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