![El presente de Valencia en punto muerto tras la DANA](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/11/25/LOSE-kEFG-RcK2wsXcUBx9SMrWCIKZuuI-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
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La ciudad renquea. Parece circular a ralentí, incluso da la impresión de estar en punto muerto, como dejándose llevar. Falta «cotidianidad», cuenta una joven que pasea junto a la Lonja. Las calles del entorno comercial de Colón, a un mes de la Navidad, no anuncian ... en masa las tradicionales celebraciones. Se echan en falta escaparates adornados con belenes, abetos y renos. Sólo, cerca de la plaza del Ayuntamiento, en la Avenida de María Cristina, un establecimiento da fe de que se acercan las fechas reinas para el comercio. Han sacado dos expositores con gnomos personalizados y a través del escaparate se ven campanillas de cristal. Poco más.
Es domingo y, claro, hay mucha gente en la calle. Pero no tanta como otros domingos de final de noviembre. El día ha nacido fresco y, como se suele decir, se ha arreglado con un poco de sol. Las plazas de la Reina y de la Virgen están llenas de ciudadanos si bien por su ritmo diríase que sólo pasean.
El comercio ha abierto sus puertas aunque muchas tiendas mantienen la persiana bajada. Los turistas siguen por sus fueros habituales, pero durante varias semanas –las primeras tres semanas después de la DANA– nos visitaron menos de los habituales en estas fechas. Ahora parece que se están animando a venir. Relatan en algunos establecimientos que el hecho de que se hable de la DANA de Valencia ha podido influir en que algunos visitantes decidieran cambiar los días de su llegada a la capital del Turia. Y eso redujo la presencia extranjera en las calles.
Desde una casa de alquiler de bicicletas cuenta Miroslav que hay que tener en cuenta ese descenso, si la actividad se resiente y no genera impuestos «no habrá dinero para ayudar a los afectados». No es cualquier cosa. Miroslav reconoce que en los últimos días la situación se está animando. Lo mismo piensa Alessandro, que también regenta un negocio de alquiler de bicis: «Se va retomando». Lo cierto es que se oye mucho italiano hablado por las aceras.
Hay mercadillo, el de todos los domingos, en la plaza del Mercado, donde un continuo ir y venir de gente ha tomado un escenario urbano en el que una fachada–no hay más– luce motivos navideños. Muchos se detienen a fotografiarse. El paseo pronto descubre que el gran aderezo no es más que una manera de llamar la atención en busca de ayuda para la DANA. Un cartel informa de que la Asociación Cultural Jaume y Violante la que reclama la atención porque ha activado una campaña para la reconstrucción de escuelas, guarderías y parques infantiles. Girando en torno a la tragedia.
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Jaume Lita
Sólo hay colas en la puerta de las administraciones de lotería. Los viandantes persiguen la buena suerte en medio de una ciudad que se resiente del dolor de sus pueblos del sur. De momento no se observa la alegría de las compras. El metro no funciona todavía y las líneas ferroviarias de cercanías aunque circulan, todavía lo hacen con apoyo de autobuses. Claro, por eso la plaza de los Pinazo, donde el metro abre una de sus grandes bocas no está repleta de gente.
Para llegar a la capital se impone coger el coche, incluso para desplazarse hasta el centro desde la misma ciudad. Salir de casa se complica. Y no se puede olvidar que los centros comerciales arrasados por la riada del 29 de octubre –como Mn4, Bonaire y el área de Ikea– están arrasados. Todos son receptores de muchos clientes del sur de la provincia, incluso de más allá de las localidades arrasadas. ¿Escogerán la capital para sus compras o para sus actividades de ocio? Quizás, sí. O tal vez ante las dificultades de la comunicación con la capital decidan acudir a otras áreas comerciales más cercanas a sus lugares de procedencia.
La verdad es que sin el servicio de Metrovalencia, la vida en la ciudad se complica. Puede parecer nada si se mira la situación en la que se encuentran los pueblos azotados por la riada. Pero sí es, Valencia no es ni puede ser ajena a todo lo sucedido. Lo cuentan sus calles de domingo donde la vida transcurre ralentizada.
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