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Un autobús de la EMT en una imagen de archivo. L.P

La prohibición de subir a la EMT con patinete eléctrico enfrenta a pasajeros y usuarios

Los viajeros califican de «aberración» que se dejara entrar con estos vehículos y un repartidor critica que la medida le impide llevar consigo su «herramienta de trabajo»

Pablo Alcaraz

Valencia

Miércoles, 16 de octubre 2024

La prohibición de acceso a los patinetes eléctricos a los autobuses de la EMT ha desatado una tormenta de reacciones entre los viajeros habituales en los buses y los usuarios de estos vehículos de movilidad personal. Mientras algunos de los pasajeros tildan de «aberración» ... que hasta el momento su pudiera entrar a los buses municipales con los patines, sus propietarios no entienden la medida más si cabe cuando en algunos casos es «una herramienta de trabajo».

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Gregorio espera pacientemente la línea 73 de la EMT a las puertas del Mercado Central, le gustaría que la frecuencia de paso fuera más reducida pero manifiesta que el problema de los patinetes eléctricos en el interior de los autobuses es un problema que no le gusta nada. «Es una aberración que se permita que se suban este tipo de vehículos», argumenta en un alegato en favor de la seguridad del pasaje. De hecho, dice que la polémica, o como se le quiera llamar le recuerda al debate de que se pudieran subir animales al bus. Para este vecino, la medida se tendría que haber tenido clara desde un primer momento: «No se debería ni de haber planteado». Además, este residente opina que «es normal que exploten porque el 90% son low-cost y sus baterías no responde igual que uno de mayor gama». Asimismo, también pone el foco en que algunos usuarios «los trucan y hacen muchas barbaridades».

Miguel, por su parte, no opina igual. Del patinete depende ganarse el pan de cada día y es que trabaja como repartido de comida a domicilio. Por lo tanto, él está en contra de la decisión adoptada por la EMT aunque no de manera frontal ya que admite que es un 2cincuenta/cincuenta entre la seguridad de los usuarios y el derecho al trabajo«. Ante un breve chaparrón que arrecia sobre el centro de Valencia decide resguardarse en una cochera al final de la calle Xàtiva. »Tengo que venir en autobús desde Alfafar hasta Valencia para trabajar«, argumenta mientras recuerda que el vehículo de movilidad personal es su »herramienta de trabajo«. Miguel piensa que la medida debería perseguir a quienes introducen en los buses modelos de patinete modificados o trucados, pero no a aquellos que los tienen de manera legal. Pese a la lluvia, le entra un pedido en el dispositivo móvil que lleva enganchado a su muñeca en el que se ve la ruta que debe seguir y se pierde por el carril bici de Guillem de Castro.

Junto al paso de cebra de la calle Bailén, en uno de los laterales de la Estación del Norte, otros usuarios de los vehículos de movilidad personal como Antonio y Eduardo esperan a que el semáforo se ponga en verde para poder cruzar. El primero comenta que no entendió la decisión adoptada por Renfe de prohibirlos en primera instancia o la iniciativa de Metrovalencia para limitarlos hasta dos por convoy y relegarlos al penúltimo vagón. Por supuesto, ahora tampoco entiende la prohibición sobre los autobuses rojos. Su patinete es de grandes dimensiones, llega a considerarlo como «una moto», y no los sube al transporte público sin embargo opina que a los de menor tamaño sí se les debería permitir la entrada. Por otro lado, Eduardo entiende que el espacio en el interior de los autobuses «es reducido» y que por ello siempre que se desplaza sobre dos ruedas no coge medios de transporte colectivo.

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Justo enfrente del Instituto Luis Vives, en la parada segregada de Xàtiva dos usuarias preguntadas por el tema le quitan hierro al asunto y comentan con rapidez que las explosiones de baterías de los patinetes suceden «muy pocas veces». Llega el bus que esperaban y desaparecen de la escena. Su opinión contrasta con la de Francisco y Aurora, una pareja de jubilados que sale del Mercado Central con un carro de la compra lleno para volver a casa. «Estoy a favor de la mediada del Ayuntamiento y en contra de que suba el patinete porque es una cosa que entró en la sociedad sin ningún reglamento», explica él mientras reclama la necesidad de imponer de manera obligatoria un seguro a sus propietarios. Sobre la ocupación de espacio en el interior del vehículo, Aurora comenta que eso es un tema que no le molesta tanto sino que es una medida «para la seguridad de los pasajeros».

Gregorio remacha la conversación con un tajante: «No es lo mismo un carrito con un niño o un carro de la compra que un patinete». Este residente piensa que sí se deben «dar facilidades para moverse» así como que son «una pequeña molestia» comparada con los patinetes.

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