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m. guadalajara
Sábado, 27 de marzo 2021
En la calle Turia, en el corazón del barrio del Botánico se vivió ayer la tensión. Junto a los portales 49 y 51 se desató la protesta. Son 16 las familias las que residen desde hace años alquiladas en ambos edificios que ahora podrían acabar convertidos en alojamientos turísticos.
«Esto es poner nuestras vidas en venta», decía una vecina. Familias, matrimonios, jóvenes y niños iban llegando, también amigos de los afectados. «Los venden a costa de deshacer el barrio, porque está cerca del Jardín Botánico y de la zona de las Torres de Quart», replicaba su marido. Pronto la calle estaba llena.
Hace unas semanas se hizo pública la denuncia. Los propietarios de los edificios les comunicaban a los inquilinos que al finalizar sus contratos de alquiler debían marcharse. Los dueños de los edificios han decidido venderlos para construir apartamentos turísticos y la presión es continua. Ya han conseguido que diez familias desistan, ahora son seis los que se mantienen peleando, algunos porque no tienen donde ir, otros porque su contrato es de renta antigua o vence en un año, por lo que quieren resistir.
Paquita y su marido asomados al balcón saludaban con la mano a quienes reconocían desde lo alto. El matrimonio, a sus noventa años y después de vivir en esta finca desde hace 50, se tienen que enfrentar ahora a esta última batalla. Pese a que ellos pagan una renta antigua, los propietarios les presionan y se escudan en las malas condiciones en las que se encuentra el edificio, les ofrecen una indemnización. Pero ellos deciden pelear.
«Con la indemnización que les dan no tienen para nada, además está la escoleta, mis nietos vienen aquí, y sinceramente es de vergüenza, tendría que estar prohibido», comenta una amiga del matrimonio de ancianos.
La negociación de la compra de estos edificios aún no está cerrada, es una empresa francesa la que se encargaría después de la contrucción pero sólo hay acuerdo si los edificios están vacios. Y los propietarios sin remordimientos están por echarles. También al restaurante y a los dueños de la escuela infantil que están en los bajos; les obligan a cerrar en medio de una situación excepcional de pandemia.
Juan Peris, es el director de este Jardín de Infancia que ocupa uno de los bajos. Lo fundó su madre junto a otra socia y él hace seis años que tomó el relevo. A él le han metido prisa por desalojar. «Estamos peleando porque al menos se nos deje terminar el curso, yo tengo el compromiso con 25 familias y al final si esto no se deriva a las administraciones locales o la Conselleria de Vivienda, vamos a acabar cerrados», comenta Juan.
En la zona los precios de la vivienda han subido y muchos temen no encontrar otro lugar asequible para vivir. Es lo que le ha ocurrido a Bianca, vecina desde el 2005 de uno de estos edificios Su contrato terminará el proximo mes. «Este es mi hogar, es mi barrio y, en mi caso no tengo posibilidad de ir a otro sitio pero es que tampoco quiero», protesta.
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