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Los veteranos de los mercados de Valencia

Por sus mostradores pasan miles de clientes y, tras ellos, se hallan varias generaciones de una misma familia

MARTA PALACIOS

Sábado, 5 de enero 2019, 01:24

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    Casi 100 años vendiendo pollo en la ciudad

    Irene Marsilla

    La historia de la pollería 'María y Rosa' se remonta a hace casi 100 años, cuando la tía de Rosa Navarro Moncholí, quien actualmente regenta el puesto, abrió la parada en el Mercado Central en el mismo año en el que fue inaugurado (1928). «La tía de mi madre tenía un matadero en Torrent y de allí se venía a aquí para vender el producto», cuenta Rosa, que lleva 32 años al frente del negocio. «Luego ella se jubiló y fue cuando se lo quedó mi madre», recuerda mientras no deja de trabajar. Como ella hay decenas de vendedores cuyos negocios pasan de generación en generación. Trabajos que nunca mueren, que perduran en el tiempo. Rosa no sabe cómo es trabajar en otro sitio que no sea «en el Central», pues cuando acabó los estudios pasó directamente a la pollería: «Me encanta el trato personal con los clientes, aunque más que clientes ya son amigos. Pero lo mejor de trabajar en un mercado es la calidad del producto», dice. Un producto cuya venta, con los años, ha evolucionado. Antes, desvela Rosa, «se utilizaba más el pollo para hacer caldo y ahora es más para hacer plancha o paellas... Y poco más. Antes la gente cocinaba más elaborado y ahora van a lo práctico». Por último, Rosa revela que durante todos estos años han sido muchos los rostros conocidos que han pasado por delante de su mostrador. De hecho, recuerda como si fuera ayer la cena de lujo que la firma Prada ofreció en el edificio con motivo de la Copa América (2007). «Recuerdo a Demi Moore y al presidente del Real Madrid, por aquel entonces, Ramón Calderón, que llegó tarde y se quedó sin mesa pues en su sitio se sentó Antonia Dell'Atte. El hombre se quedó esperando a que se solucionara lo de su asiento y como estábamos cerca nos preguntó si teníamos algo de comer. Le dimos unas empanadillas de tomate que teníamos por ahí. Fue muy gracioso», concluye.

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    «Empecé junto a mi madre, a los 15 años, y ahora tengo 78»

    Irene Marsilla

    Más de 60 años lleva Fernando Gimeno al frente a su puesto de huevos y aves, 'Hijos de Severina Bau', también en el Mercado Central de Valencia. «Empecé en el puesto a los 15 años con mi madre. No quise estudiar y mis padres me dijeron: ¿Qué quieres hacer? Y yo les contesté: Ir al mercado», recuerda Fernando quien asegura que siempre tuvo claro que quería trabajar aquí. «Comencé con mi madre, en 1955, y ahora tengo 78 años y estoy aquí todavía», dice entre risas. «Mi abuela vendía en la calle, antes de que estuviera hecho el mercado, y cuando se hizo ya se vino aquí. Yo soy la tercera generación. Primero fue mi abuela María, luego mi madre Severina y ahora yo», explica. «De todo este tiempo se me ha quedado marcada una cosa», asegura, «éramos unos compañeros enormes, éramos como una familia y se me han ido yendo poco a poco. He visto cambiar mucho todo esto». ¿Jubilarse? Lleva queriendo hacerlo desde enero de 2018, pero «estoy en un punto muy bueno y los que vienen ahora quieren que les regales el puesto, y no, eso no puede ser», explica para concluir diciendo que con el dinero que consiga espera hacer un «buen viaje» con sus hijos y nietos.

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    De la venta ambulante de sus abuelos al mercado de Ruzafa

    Irene Marsilla

    Alicia Trenzano es la tercera generación de 'Frutas y verduras Trenzano', y lleva en la sangre la profesión. Tanto sus abuelos por parte de madre como los de por parte de padre, cuenta, se han dedicado siempre a la venta de fruta y verdura. «Antes de que existiera el mercado vendían en San Agustín y después se desplazaron a Ruzafa», explica. De aquella época recuerda cómo esos mercadillos ambulantes abastecían a la ciudad, a falta de mercados y supermercados, y cómo la gente hacía la compra semanalmente, «exactamente los sábados cuando se cobraba». Cuando se creó el Mercado de Ruzafa, hace 56 años (abrió sus puertas en 1962), sus abuelos se quedaron con un puesto, que con los años heredó su madre. «Cuando yo era pequeñita recuerdo que me venía con mis padres al mercado y mi madre me ponía encima de un cajón para que aprendiera a pesar», dice. Pero no sólo se le ha quedado en la memoria grabada a fuego aquella estampa. Alicia también se acuerda de los comienzos, cuando no había luz en el edificio. «Las ventanas de arriba estaban abiertas para que pudiera entrar la luz del día y, además, no había puerta de entrada. Imagínate los días que hacía frío», explica. «La solución era poner cartones y papeles en el suelo y ponernos bolsas en los pies para que no nos subiera la humedad», comparte. Ahora, más de cinco décadas después muchas cosas han cambiado: «¿cómo podíamos montar en aquella época la parada sin luz?», concluye entre carcajadas.

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    Una familia de pescadores dedicada a la venta

    Irene Marsilla

    «Estamos en el Mercado de Ruzafa desde que se hizo», responde Pilar Cubells cuando se le pregunta sobre la antiguedad de su puesto, Pescados Lola. «Mi padre empezó a trabajar con mi abuela cuando él tenía 14 años. Ahora tiene 74 años», puntualiza. La familia de Pilar siempre se ha dedicado a la pesca: «tanto mis abuelos como mis tíos iban por Valencia vendiendo pescado en cestas. Hasta que se instalaron en el Mercado de Ruzafa», explica. Echando la vista atrás, Pilar recuerda que su abuelo vendía en el puesto todo lo que pescaba por la mañaba. «Tiraban la red en la orilla de la playa de Nazaret y pescábamos pescadito pequeño, algo que hoy en día está prohibido. Vendíamos aladroque, chanquetes...», recuerda. Ahora, lo que más compran, dice, es la merluza de pincho del Cantábrico «porque ya nadie quiere encontrarse con las espinas», explica risueña para a continuación indicar que si hoy en día su abuela viviera le daba «algo» porque «era de las de que hacía 'mesuretes' en el puesto y metía ahí producto de todo un poco. Por 100 pesetas comíamos la familia entera. Con ese dinero, por ejemplo, te hacía un arreglito para hacer paella». Tal es su pasión por esta profesión que de apodo les llaman 'Los Bolicheros', «porque la sepia se pescaba por boliche en Nazaret, que es de donde somos». Por su puesto han pasado muchas caras conocidas. La más reciente, por ejemplo, Karlos Arguiñano. «También nos ha comprado en la parada Toni Cantó y su madre, que son clientes, y la madre de Koke Maya».

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    «El mercado es como una familia, y como tal hay con quienes te llevas mejor y peor»

    Irene Marsilla

    Óscar lo tiene claro: «Tengo intención de continuar con la parada, con el negocio, si mi madre se jubilara o decidiera dejar de trabajar. Le daría un aire novedoso y seguiría aquí, sin duda». Y es que, lleva desde los 16 años asomándose al mostrador de la pollería-charcutería 'Mª Ángeles y Óscar' en el Mercado de Benicalap. El negocio familiar lo comenzó Mª Ángeles Gómez, madre de Óscar, en 1986, desde que se inauguró el mercado. «Ahora tiene 65 años y estamos aquí los dos juntos», cuenta. Desde que llegó hasta ahora, «todo es diferente», asegura. «La alimentación ha cambiado una barbaridad. Antes las compras eran pollos enteros, que salían más económicos y para arreglar en casa, y hoy en día los clientes optan mucho más por el producto elaborado para hacerlo deprisita», asegura. Pero no sólo ha cambiado la alimentación, puntualiza, también, a juicio de Óscar, el tipo de compradores: «Antes la clienta era la típica ama de casa de toda la vida y ahora trabajan todos fuera de casa y tienen mucha prisa a la hora de cocinar. Nuestro producto estrella son las fajitas, que ya están preparadas, para acabar de cocinar en casa con una salsa», confiesa. «Y la hamburguesa de pollo». Como anécdota, cuenta el día en que le tocó salir corriendo detrás de una mujer que se llevó el billete 5.000 pesetas que una mujer dejó encima del mostrador para pagar la compra.

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