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Blanca decora LP
El recuerdo a la 'abu' Blanca del Cabanyal

El recuerdo a la 'abu' Blanca del Cabanyal

Un mes después de morir al arder un bajo, la hija de la mujer fallecida subraya la personalidad artística, bohemia y alegre de la mujer

Arturo Checa

Valencia

Domingo, 19 de marzo 2023

Las llamas y el humo borraron de un plumazo una vida el pasado 18 de febrero. «Hoy quería llenar el mismo espacio que, ya hace un mes, cubrió el suceso con algo más que tinta negra». Así habla hoy Saray Molina, la hija de la mujer que pereció al arder el bajo que había sido el negocio de su vida (una tienda de material de oficina y papelería) y que ahora hacía las veces de vivienda. Ella era Blanca, de 66 años, «'la tendera', a la que algunos recordaban por llevar gorritos de lana, ser trabajadora, bohemia, una persona muy buena, agradable, la mujer que siempre les atendía con una sonrisa».

Ahora, cuando se cumple un mes de la trágica muerte de la mujer, su hija se dirige a LAS PROVINCIAS con una serie de escritos, dibujos de la fallecida y fotos con las que dejar un recuerdo «colorido» frente a la oscuridad de aquel suceso. Para que su hijo, Emrys recuerde «a su 'abu', como él la llamaba, con el que le unía una relación muy especial, para que esta página haga inmortal su historia de vida».

Nacida en Ciudad Real, Blanca viajó a Valencia tras la muerte de su padre. Un hermano, cantante profesional, la animó a unirse a un duo musical que se convirtió en trío y con el que llegó a irse de gira por España. Luego se mudó al Cabanyal con su madre. «Una noche, tras una actuación, mi tío le presentó a mi madre a un hombre que a los tres años se convirtió en su marido. Vivieron en Tenerife, donde nació Saray. Luego en Granada y finalmente en Valencia. En el Cabanyal levantó su negocio y su vida. El día del incendio «faltaban dos días para ver a mi madre. Habíamos quedado con ella el lunes. Iba a disfrutar con su hija, su nieto y su yerno. Para ir a 'La Pascuala' y al Gulliver, un día para volver a alquilar un tándem. Un día para compartir con una mujer maravillosamente auténtica». Saray recuerda así el plan que el fuego rompió para siempre. La hija reside en Cardiff desde hace nueve años. Allí fue profesora en el colegio Montessori y luego se dedicó a dar clases privadas de español y a empezar a traducir la colección de cuentos de 'Hairy Maclary', de Lynley Dodd. Tras la pandemia regreso al colegio en el que impartía clase.

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Pese a la distancia, la relación de la 'abu' Blanca con el pequeño Emrys se fraguó intensa. Sincera. De puro amor. «Había veces que mi hijo me pedía el móvil, se lo llevaba, lo colocaba donde ella lo pudiera ver en una videollamada y jugaban, en ocasiones, hasta que se acababa la batería. Tenían una relación muy especial que ya echo de menos. Yo también la tenía: era mi madre y mi amiga».

Su hija recuerda lo ocurrido aquel triste 18 de febrero. Y lanza un sinfín de agradecimientos: «Gracias a todos aquellos que fuisteis sus familiares, sus amigos y sus 'amarillos' (como ella decía), por estar ahí para mi madre. Gracias a sus vecinos por dar el aviso cuando detectaron el humo, gracias a la Policía por personarse rápidamente, gracias a los Bomberos por apagar las llamas, gracias a los miembros del SAMU por intentar reanimarla y gracias a la Científica por su investigación».

Una mujer que se expresaba con el arte. Con las tarjetas de Navidad que hacía a mano. Con las muñecas de fieltro que creaba. Con cuadros pintados al óleo. Mariposas de acetato y goma eva. Abejas de poliestireno. «Incluso todo mi vestuario de danza. Igual pintaba sobre lienzo, que lo hacía en una teja, en una persiana de metal, en las paredes de su casa o hasta en un huevo de avestruz. Se hacía mucha de su ropa, sus sombreros y bolsos. Y modificaba sus zapatos cuando quería darles un aire nuevo o estaban viejecillos».

«Su mundo no me cupo en un sólo equipaje, ni me cabe tampoco sólo en mi corazón. Su mundo cabe en este mundo», dice su hija

Blanca afrontaba la vida con «valentía, superación, generosidad y humildad». Como cuando tuvo que superar un cáncer de mama en 2017. Saray voló desde Cardiff para acompañarla en el trance. Casi acabó Blanca dando más ánimos a todos que los que ella precisó. «Y de repente un día dejé de tomarme la vida tan a pecho», reza uno de los dibujos que hizo la 'abu' del Cabanyal tras recuperarse de su dolencia.

Pero Blanca sobre todo escribía. Muchísimo. «Junto a mi padre, mi prima-hermana y mi compañero pudimos rescatar más de 20 kilos en cuadernos de su puño y letra. Me los traje a Reino Unido en algo que, para mí, se me antojaba más un cofre que una maleta. Unos de los muchos tesoros que guardaré con nosotros. Su mundo no me cupo en un solo equipaje, ni me cabe tampoco en mi solo corazón. Su mundo cabe en este mundo, donde tantos habitamos. Y allá donde su alma esté.

«Una cometa para que vueles libre como ella»

Uno de los muchos escritos que Blanca dejó redactados durante su vida:

«Quiero regalarte una cometa con hilo que la ate al cielo para que vueles libre como ella. Quiero regalarte unos zapatos que hagan tus pasos firmes y seguros en esta tierra; altavoces para oír a tu corazón y sus latidos de inocencia. Te regalo un espacio de mi memoria para que sonrías cuando me recuerdes.

Quiero regalarte besos que vuelen a ti como los pájaros; mi valentía para que nunca te rindas, mi poca sabiduría para que la aumentes con la tuya. Quiero regalarte aún más amor del que ya tienes y cubiertas para el libro de tu vida para que sepas pasar capítulos cerrados y comiences de nuevo cada día»

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