Retrato de la EMT, «la casa de los líos» de Ribó

En una fotografía a trazos gruesos, la EMT de Valencia nunca ha funcionado mejor. Nunca ha vendido tantos billetes (casi 10 millones de bonobuses sencillos en 2017), no ha transportado a tantos viajeros (más de 95 millones), ni ha tenido las cuentas más saneadas (cerró 2017 con un superávit de casi dos millones de euros), ni siquiera nunca ha recibido tanta inyección presupuestaria del Consistorio (más de 65,5 millones). Además, se está invirtiendo mucho en renovar la flota, con más de un centenar de autobuses comprados en cuatro años.

Pero esa es una fotografía a trazos gruesos. Una mirada más atenta y, sobre todo, más interna desvela que el funcionamiento de la empresa, al menos para quienes trabajan en ella, podría ser mucho mejor. Y también en opinión de los vecinos y usuarios de la EMT. Y de la oposición. Por ejemplo, esa mirada desvelaría los crónicos problemas de puntualidad de la red, con casi la mitad de las líneas llegando más tarde a las paradas que hace un año. Desvelaría, además, que algunos de los trayectos más afectados por estos problemas son los de las líneas nuevas, como la 98 o la 93, creadas este año por Grezzi.

Esa mirada al detalle desvelaría las protestas de los vecinos por esta situación. Tania Cortés, vocal de movilidad de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Valencia, asegura que en su entidad también tienen constancia de estos problemas. «Son frecuencias inaceptables que no invitan a que la gente opte por el transporte público en detrimento del privado. Creemos que los retrasos tienen que ver con un tráfico cada más colapsado en horas punta, más allá de que se pueda haber registrado un pequeño descenso en algunas vías», indica Castro.

Es una opinión que también comparten los trabajadores. Los sindicatos de la EMT, que no hacen mucho ruido porque no organizan manifestaciones ni paralizan la circulación, tienen un pulso abierto con el concejal Grezzi casi desde su llegada a la dirección de la empresa. Fuentes sindicales achacan los retrasos al estrechamiento de las propias calles, en muchos casos para la construcción de carriles bici. Estos estrechamientos afectan incluso a vías con el carril bus segregado mediante separadores como la calle Colón. Tras unos meses en que la línea 5 funcionó «como un reloj», según los conductores, ahora vuelve a acumular retrasos. La situación afecta también al tráfico que sufren los autobuses, que no deja de crecer pese a la reducción de coches que entran a la ciudad de Valencia.

Pero continuando con una atenta mirada a la empresa, la «casa de los líos» del Consistorio, como la ha denominado el concejal de Ciudadanos en el Ayuntamiento Narciso Estellés, el siguiente paso es fijarse en los trabajadores. Y en su enfado. Un cabreo que se puede resumir en una palabra: las prejubilaciones. En 2001, los sindicatos firmaron con la dirección de empresa, entonces en manos del PP, que quien se prejubilara podría trabajar sólo 65 jornadas, en lugar de las 131 que marca la ley.

El acuerdo se cumplió y en 2013 se prorrogó. Pero en 2017, la EMT denunció esa medida ante la Agencia Antifraude, que resolvió que autorizar a los trabajadores a acudir a su puesto menos jornadas de las que marca la ley era ilegal. Pero el Tribunal de Arbitraje Laboral aseguró lo contrario, que era un derecho adquirido, en septiembre de este año, y la empresa se comprometió a acatar ese laudo. Sin embargo, la semana pasada se supo que la EMT enarbolaba un nuevo informe municipal (para llevar la cuestión a Antifraude ya se escudó en otro) que impedía cumplir el laudo.

Así las cosas, UGT llevó el pasado viernes al comité de empresa la posible denuncia del convenio por hasta 30 incumplimientos concretos que, sin embargo, descartaron detallar. «No entendemos ni queremos entrar en las guerras políticas que parece que es la pretensión de esta nueva dirección de empresa siendo dirigida como marionetas por el concejal Grezzi», criticó el secretario general de UGT en la EMT, Adolfo Cruz.

La paz social amenaza con saltar por los aires en la empresa, y eso en una entidad pública es garantía de detrimento del servicio a los ciudadanos que, tal como explican los sindicatos, no se ha visto más resentido gracias al esfuerzo de los trabajadores. «Con lo que pasa en San Isidro...», apuntan con sorna. ¿Y qué pasa en San Isidro, que es donde están las cocheras de la EMT? Pues lo que le pasa a una flota envejecida, de casi 13 años de edad media (reducida, eso sí, con las últimas compras de autobuses): averías constantes. Muchos de los vehículos son muy viejo. Los hay, aunque cada vez menos, de casi 20 años. Estos autobuses se averían y repararlos cuesta dinero, tiempo y, sobre todo, personal, lo que entronca con las oposiciones a oficiales de taller paralizadas por problemas en una pregunta el pasado mes.

Porque ese es otro problema endémico de la empresa: la falta de trabajadores. De hecho, en estas fechas se está negociando el cuadro de trabajo (qué conductor va a llevar qué línea y hasta qué hora) y fuentes internas aseguran que están teniendo problemas para cuadrarlo.

Esta situación ha llegado al punto de (en ocasiones y según denuncian los sindicatos) tener que llamar a trabajadores de baja o de vacaciones para saber cuándo iban a volver a su puesto de trabajo. Además, la EMT ahora tendrá que gestionar aparcamientos como el de Ciudad de Brujas con el mismo personal.