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Miércoles, 31 de octubre 2018, 21:58
Se puede hablar de muchas maneras sobre una ciudad, tratar miles de aspectos y mostrar cientos de versiones distintas sobre ella. Mismo punto, diversas focales. Valencia se ve diferente según los ojos de quién mire y, sobre todo, hacia dónde mire.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉEs habitual poner el énfasis en sus barrios, sus calles, su gente. Pero más allá del bullicio de los lugares turísticos -imprescindibles pero obvios- e incluso de los más recónditos, hay otras sorprendentes partes de la ciudad que la mayoría de miradas evitan ver.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉ«Hay cementerios solos,/ tumbas llenas de huesos sin sonido,/ el corazón pasando un túnel/ oscuro, oscuro, oscuro», escribía Pablo Neruda en su ‘Solo la muerte’. Una precisa descripción sobre estos entornos donde yace el silencio y reina la soledad.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉQuizá por miedo o por respeto, el Cementerio General de Valencia es uno de los rincones más bonitos y menos reconocidos de la ciudad, repleto de recodos tan impactantes como únicos
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉDe una belleza delicada y melancólica, lleno de detalles que cuanto más se observan, más atrapan. Ángeles, cruces, flores y mármol embellecen una de las zonas más especiales y evitadas de la capital.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉUn recinto que muchos evitan y al que otros acuden por la misma causa: recordar a los seres queridos. Su funcionalidad no hace más que añadir el toque único de su cautivadora apariencia.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉPara algunos es un rincón de alguna forma siniestro, cualidad que otros -precisamente- interpretan como la clave de su encanto. En la imagen, el panteón de la familia Moroder, uno de los más bellos del cementerio y realizado por el escultor Mariano Benlliure. Un ángel invita a pasar a la cripta, sumido en la simbología mortuoria con dos figuras en lo alto de la obra que representan el desconsuelo.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉEntrar al cementerio de Valencia es sumergirse en un paseo por la frontera entre dos mundos, una confrontación temporal entre el pasado y el presente y una resignación hacia el futuro.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉEs un lugar de despedidas, definitivas o temporales (según la fé del visitante), y de claudicación.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉAquí, la realidad más cruda aplasta y empuja hacia la transigencia, a afrontar lo que viene y seguir sin lo que se va. Una silenciosa rendición que se percibe entre sus muros y que ahuyenta hasta al más realista.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉEl cementerio de Valencia guarda una esencia lúgubre, pura poesía visual que se nutre del recuerdo y las sensaciones para formar toda una oda a lo pretérito (e inerte).
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉEn él, se pueden admirar panteones que son auténticas obras de arte. Esculturas de estilo modernista valenciano, con su característico punto ecléctico y armónico, realizadas por arquitectos y escultores de renombre.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉUn patrimonio de gran valor artístico y arquitectónico, que alcanza su cénit anual de visitas cada 1 de noviembre, día de Todos los Santos.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉLa simbología adquiere una importancia crucial en esta necrópolis valenciana, donde el recuerdo se mantiene con las coronas de flores ‘siemprevivas’ y lámparas votivas representan el alma con su llama encendida hacia el cielo.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉLa muerte impregna cada rincón de este lugar y protagoniza gran parte de sus detalles. Se simboliza a través de la noche y por ello en el cementerio abundan las representaciones de aves nocturnas como búhos o murciélagos.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉLas letras alfa y omega significan el principio y fin de la vida (respectivamente) y también abundan en este espacio, junto a símbolos masónicos y otros más complicados de identificar.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉPero el cementerio de Valencia no reúne solo tumbas: secretos y curiosidades reposan entre fotos, fechas y ramos de flores.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉEntre estos nichos se guarda la historia de la ciudad y se encuentran algunos de los valencianos más populares de sus más de dos siglos de existencia.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉAquí se encuentran los restos de ilustres personalidades como Vicente Blasco Ibáñez, en cuya lápida se lee: «Quiero descansar en el más modesto cementerio valenciano junto al Mare Nostrum que llenó de ideas mi espíritu. Quiero que mi cuerpo se confunda con esta tierra de Valencia que es el amor de todos mis amores».
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉJoaquín Sorolla, uno de los valencianos más reconocidos, también permanece en el camposanto de la ciudad.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉMarqués de Sotelo, Antonio García Peris, Constantí Llombart o Maximiliano Thous Orts son otros de los nombres que dejaron huella en el panorama valenciano y reposan en este cementerio.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉEl arquitecto Manuel Cortina es otro de los valencianos que descansan en el cementerio de la ciudad.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉTambién yacen aquí los restos del cantante Nino Bravo, aunque en su lápida no aparece este nombre. Las míticas letras de sus canciones decoraban su recuerdo en el cementerio, pero la familia cambió la piedra de su lápida después de que fuesen arrancadas por sus seguidores. Ahora, el nicho del artista permanece algo más tranquilo y con su nombre real: Luis Manuel Ferri Llopis.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉA pesar de las dificultades para destacar profesionalmente que sufría la mujer, algunas lograron traspasar esta frontera, como Virginia Dotres o Luisa Esperón, cuyos restos reposn en este camposanto. También descansa aquí Amparo Melià, fundamental en la creación del Partido Socialista Obrero Español gracias a sus consejos a Pablo Iglesias, su marido y fundador.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉLos nichos de esta necrópolis guardan más que polvo y huesos. Cada uno recuerda una vida y su historia, como la sepultura identificada con el número 1501. En ella yace Emilia Vidal, una joven que con tan solo 20 años fue enterrada en una fosa común tras padecer fiebres tifoideas.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉSu novio era Vicente García Valero, por entonces un actor que vivía en Madrid y que al descubrir el destino de su amada logró su exhumación -previo soborno a los encargados- y trasladó a un nicho que él mismo compró. Cada 1 de noviembre, el joven mandaba flores a Emilia, hasta que un año la escasez económica le obligó a romper su romántica costumbre.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉHasta que un día, García compró un décimo en Madrid al ver el número 1501: se acaba de hacer con el primer premio. «Muchos años enviando dinero a mi amada, a Emilia y ahora me lo ha devuelto», escribió en sus memorias el autor del libro ‘Páginas del pasado’.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉEsta es solo una de las miles y miles de historias que recoge el cementerio de Valencia. Algunas conocidas y otras privadas, pero sin duda muchas más que el total de nombres escritos en las lápidas. Las fosas comunes siguen silenciando en el olvido los años más oscuros de la historia de España.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉTan cargado de misticismo como de calma, el silencio aguarda en él desde su inauguración en 1807.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉSu origen se remonta al reinado de Carlos III de España, como medida gubernamental para frenar los numerosos problemas sanitarios derivados de los enterramientos en las iglesias durante el siglo XVIII.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉFue el Corregidor Cayetano de Urbina en cumplimiento de la Real Orden de Carlos III, el 3 de abril de 1787, quien prohibía la antihigiénica costumbre de los entierros intramuros y la construcción de camposantos dentro de las ciudades.
PEDRO NAMASTÉLa necrópolis, de estilo neoclásico, comenzó a construirse en julio de 1805, a cargo de los arquitectos municipales de Valencia, Cristóbal Sales y Manuel Blasco.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉAl principio, el cementerio se distribuía en un recinto rectangular que se dividía en dos cuadros, con una capilla al final. Es aquí, en las secciones más antiguas, donde se encuentran la mayoría de las obras más antiguas y de mayor interés artístico.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉFue a mediados de siglo XIX cuando se comenzaron a construir los panteones, construcciones tan elaboradas que hacen del camposanto un auténtico museo.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉEl conjunto desprende un romanticismo funerario que fascina e impacta a partes iguales. El transcurrir del tiempo añadió diferentes estilos a su encanto arquitectónico: desde el eclecticismo e historicismo hasta el modernismo, pasando por el clasicismo y los movimientos más racionalistas. Una amplia diversidad creativa que convierte la necrópolis en una crónica visual histórico-social.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉCon el paso de las décadas se fue ensanchando el espacio, con el ‘Patio de las Columnas’ como la ampliación más representativa de esta serie de modificaciones: un rincón rectangular destinado a panteones, limitado por una galería de 170 columnas dóricas. En su centro se levantó en 1892 la ‘Cruz del Cólera’, en memoria a la multitud de fallecidos por la epidemia que arrasó la Valencia de finales de siglo XIX.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉEl cólera no fue lo único que desoló la ciudad. El crecimiento demográfico instaba la continua ampliación del cementerio y los estragos de la Guerra Civil urgieron la construcción de más espacios en el camposanto.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉPor aquel entonces, había cinco tipos distintos de entierro en función del estatus social y nivel económico: el panteón con su propia capilla para celebrar la misa al difunto, los panteones familiares (más modestos), las criptas, los nichos y la fosa común para los de escaso poder adquisitivo.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉEl cementerio de Valencia, católico en sus orígenes, es a día de hoy una instalación aconfesional compuesta por 21 secciones, que fueron construyéndose a la par que la historia de la ciudad.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉEn la creación de estos apartados, englobadas como Bien de Relevancia Local (BRL) por su importancia histórica, artística y arquitectónica, participaron los urbanistas más importantes del momento.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉAlgunos de los nombres que firmaron los panteones más icónicos del cementerio de Valencia fueron Manuel Cortina, Joaquín Arnau, Antonio Martorell, Ramón Jiménez, Salvador Monmeneu Escrig y Sebastián Monleón.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉLas esculturas son otro de los aspectos más significativos y bellos de la necrópolis valenciana. Elaboradas piezas en forma de ángeles, cruces y vírgenes decoran el lugar, de la mano de artistas como Mariano Benlliure, José Capuz, Antonio Ferré y José Pellicer, entre otros.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉSu concepción inicial era la de un llamativo jardín de estilo románico, apodado como ‘Hort de les Palmes’ o (‘Huerto de las Palmas’) por la gran cantidad de palmeras plantadas en el espacio. Sauces, pinos, naranjos y rosales, entre otros, daban la poca vida que tenía el lugar -más allá de las visitas- y fueron progresivamente compartiendo terreno con el arte, por la influencia de los cementerios urbanos de otras parte de Europa.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉMás de 200 años después, el Cementerio General de Valencia sigue siendo uno de los conjuntos arquitectónicos y artísticos más importantes de la ciudad, con elementos centenarios que acentúan su peculiar encanto. Un cautivador lugar de ‘descanso eterno’ donde la ostentación y muestras de grandeza no distinguen el destino de los que aquí reposan.
TEXTO: TAMARA VILLENA | FOTO: PEDRO NAMASTÉPublicidad
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