Hubo un tiempo, mucho tiempo, en el que las vistas desde la plaza de España de Valencia estaban presididas por unas letras, por un rótulo ... de inolvidable memoria para quienes lo recuerdan y que seguramente hoy haría las delicias de los amantes de los letreros que no tuvieron la suerte de conocerlo. ¿Saben de qué les hablo, verdad? Sí, el rótulo de Jabones Catalá que abría la Gran Vía de Ramón y Cajal en su cruce con la calle San Vicente. Era lo más. Y como ese otros, muchos otros que han ayudado a escribir la historia de los valencianos.
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La calle anunciaba con artísticas letras establecimientos donde se reparaban plumas estilográficas, los grandes almacenes anteriores a los grandes almacenes de hoy, papelerías, peluquerías, paqueterías.... La vida misma se pregonaba con elegancia sobre maderas y vidrios pintados por rotulistas que concedían gran pomposidad al nombre que daba entrada en una tienda. También iniciáticos y rudos luminosos que fueron abriendo el paso a todo lo que vendría después en un camino sembrado de los estilismos que cada época ha aportado a la ciudad y lo sigue haciendo ahora con la aportación de los diseñadores.
Ante esos testigos del día a día de Valencia, los que letra a letra cuentan cómo hemos sido y cómo somos, se ha detenido el diseñador Tomás Gorria para llamar la atención sobre ellos. La exposición 'La somnbra de las letras', comisariada por Gorria, permite la contemplación de fotografías en las que además de ver la imagen de elementos desaparecidos se adivina, además y sobre todo, la advertencia del riesgo de olvido que pesa sobre ellos y sobre los que todavía existen por si corren la misma suerte: la pérdida de buena parte de la memoria de los valencianos. Las exposición se puede visitar hasta el 14 de abril de en la Sala de la Muralla del Colegio Mayor Rector Peset de la Universitat de València
«Los letreros comerciales desaparecidos en Valencia entre 1880 y el año 2000 son el eje de esta exposición y constituyen vestigios visuales que narran historias de antiguos comercios, tradiciones y modas que han modelado el carácter de Valencia», apunta Gorria. Ese contenido emocional se enmarca en piezas que llegan a ser grandes obras que han llegado hasta nosotros gracias al hacer de los fotógrafos que gustan de inmortalizar la calle. De hecho, esta es otra de las artes a la que de alguna manera la exposición rinde homenaje junto al que reciben los rótulos y con ellos los rotulistas.
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Lo que se ve en la sala es obra de fotógrafos de los inicios de este arte como Laurent, o Desfilis, Barberá Masip o Roglá queen los principios del siglo XX reflejaron la vida comercial de la València de aquellos años, también documentada a través de postales o fotografías anónimas recuperadas de los archivos de la Biblioteca Valenciana. Entonces los rótulos se colaban en las imágenes, pero entre los años sesenta y los ochenta algunos fotógrafos o diseñadores valencianos se dieron cuenta de la importancia de los letreros como patrimonio gráfico, convirtiéndolos en objeto de sus fotografías. Entre ellos Francesc Jarque i Rafael de Luis, o el ilustrador Miguel Calatayud.
Ese camino no se ha interrumpido llevando a que diseñadores como Tomàs Gorria o Juan Nava (responsable de la iniciativa Letras Recuperadas) o el fotógrafo Tono Giménez, hayan capturado, ya con cámaras digitales, multitud de letreros desaparecidos del paisaje urbano de Valencia. exposición finaliza con una sección que refleja el interés suscitado en los últimos años por la recuperación de estos letreros, con la participación de la iniciativa de Miguel Maestro (tiposqueimportan.com) o el informe realizado por Juan Nava para el Ayuntamiento de Valencia, en el cual se recogen los letreros que actualmente están en peligro de desaparición.
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Una exposición que de alguna manera viene a contar que no sólo de grandes y espectaculares construcciones está hecho el patrimonio artístico y cultural de Valencia. Muchos pequeños objetos, detalles que tal vez pasan inadvertidos a quien recorre las calles ensimismado en sus asuntos, engrandecen el tesoro cultural de la ciudad. Y entre todos, llaman la atención los rótulos, las letras que acompañan la vida cotidiana poniendo nombre a cada una de las actividades que hacen de las calles espacios habitables en función de las necesidades y las preferencias de cada momento de la historia.
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