Aspecto exterior de la discoteca en Ribarroja y del aparcamiento donde se organizaban las fiestas. IRENE MARSILLA

N. O. D.: la sala donde la fiesta estaba, en realidad, fuera de ella

N. O. D., más conocida como Don Julio, fue la pionera en lo que a celebraciones en el aparcamiento se refiere: en ninguna otra discoteca se igualaron las de Ribarroja

Álex Serrano

Valencia

Domingo, 23 de enero 2022, 12:51

El titular de este reportaje no es correcto, pero tampoco es falso. En N. O. D. (siglas de No Olvides Dónde), más conocida como Don Julio, la fiesta estaba en todas partes. En la sala, claro, donde con sonidos rompedores y radicales se consiguió una ... firma fácilmente identificable, pero también en el aparcamiento. En esta discoteca de Ribarroja es donde las fiestas en el parking se convirtieron en una auténtica institución.

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De la mano de Kike Jaén, hasta 20.000 personas podían bailar en sesiones multiespacio celebradas en un discoteca localizada lejos de la Ruta Destroy que, sin embargo o quién sabe si precisamente por eso, terminó por convertirse en la reina del recorrido, sobre todo a finales de los 80 y comienzos de los años 90.

Y es que en N. O. D. la fiesta duraba hasta el domingo por la mañana, que era en realidad cuando la fiesta llegaba a su apogeo. Estos festivales son un invento de Clemente Martínez, director de la sala, que hizo de N. O. D. su 'bebé' tras pasar por Puzzle, Barraca y Spook. «Cuando decidió montar N. O. D., venía de hacer cientos de fiestas y sabía lo que le gustaba a la gente. Yo era como un relaciones públicas», admite Martínez, que plantea que este tipo de festivales le costaron no pocos enfrentamientos con otros directores de salas que no terminaban de entender cómo iba a monetizar ese tipo de fiestas que se celebraban fuera de la sala. Martínez lo tenía claro.

«Los camareros iban por el parking vestidos de mecánico con un poco de grasa en las mejillas y eso costaba dos duros. También traíamos coches viejos de los desguaces y los colocábamos a modo de falla en el centro del aparcamiento», explica.

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Otra de las características que hizo especial a N. O. D. era, sin duda, el sonido. Esta personalísima apuesta de Martínez, que se la 'jugó' con una discoteca lejos de la CV-500 que comenzó a recibir a miles de jóvenes del norte y del interior de la provincia de Valencia e incluso del sur de la de Castellón, sienta sus bases en un viaje que hizo a Londres donde, por casualidad, terminó descubriendo Ministry of Sound, uno de los templos mundiales de la música electrónica.

«Me compré todo el equipo de sonido de ahí. Mandé a un ingeniero de sonido, a Francis Montesinos... nos metimos en eso y pagué 14 millones de pesetas para traerlo desde Inglaterra», cuenta Martínez, que al llegar el momento de montar todo el material se encontró con el problema de que su personal «no se aclaraba». Tras otro viaje a Londres, descubrió que tenía «un montaje especial, con una cámara en la parte inferior».

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El mito de las drogas

Martínez conoce perfectamente la Movida Madrileña, contemporánea de la Ruta y con mucha mejor prensa. «Yo recogí, junto al crítico de cine de LAS PROVINCIAS, a Pedro Almodóvar y Carmen Maura un día y los llevé a la presentación de una película y luego de fiesta», cuenta.

Por eso cree que el consumo de drogas que se hacía en la Ruta era distinto al de Madrid. «Allí, la heroína era la más consumida, y aquí los opioides no casan bien con nuestra música», explica. «Nunca he tenido una sobredosis y muy pocas peleas, la gente era mucho más pacífica que ahora», admite el alma máter de una de las salas más cañeras de la Ruta.

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