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Pablo Alcaraz
Martes, 1 de agosto 2023, 00:53
El traqueteo de las ruedas de los carros de la compra recorriendo las baldosas es la particular banda sonora que ambienta los alrededores del mercado de Ruzafa cada mañana. Los lunes, las tiendas de un mercadillo itinerante inundan las calles aledañas del vetusto recinto. Carteles ... de colorines con ofertas de todo a 6 o 3 euros y ofertas dos por uno cuelgan de los estantes dándole otro color a la plaza que, conforme avanza la mañana, empieza a ser un hervidero de gente.
Dentro del mercado se nota que es temporada baja. Las persianas bajadas y los folios con el eslogan «cerrado por vacaciones» adornan los pasillos centrales del espacio. Quienes todavía mantienen abierta la 'paraeta' colocan con mimo los productos en sus mostradores y pintan con tiza los precios de cada uno de los productos. Ambas prácticas, en peligro de extinción en un modelo de consumo como el actual.
La acústica del antiguo mercado de Ruzafa se ve mejorada por los éxitos del pop español de ayer y hoy que suenan por los altavoces del techo. Además, también se escucha de fondo la letra de un pasodoble cantada a dueto por un cliente y una vendedora de bollería. «Buenas vacaciones», dice ella mientras guarda el dinero en la caja registradora; «gracias, igualmente»; dice él mientras se aleja dando los primeros bocados del dulce.
Aunque todavía es temprano, hace más calor de lo normal. Algunos de los motores de la ventilación llevan mucho tiempo estropeados y nadie los repara, comentan algunos vendedores de distintos tipos de productos. Los más perjudicados por esta situación son los que ofertan aquellos que requieren algo de frescor como la fruta, la verdura o el pescado, pero en general este problema afecta a los costes de luz de todos los establecimientos: «Si la temperatura es más alta, los motores de los estantes frigoríficos necesitan más energía y, por tanto, la factura sube», apunta Sergio Perpinyà, un carnicero cuyo negocio familiar lleva abierto «desde la riada de 1957». Al escucharlo, una señora de la cola comenta que es clienta habitual de este establecimiento desde 1970 y otra que, cuando era más pequeña, iba a el del Cabanyal, pero que por proximidad ahora acude a este. Su bebé se desespera por la demora en la cola de la carnicería de Sergio y llora.
El carnicero afirma que el de Ruzafa es un mercado que resiste porque su público es del propio barrio: «Por ejemplo, en el Mercado Central son todo turistas, aquí no es así», señala. Un buen ejemplo de que se trata de un mercado de toda la vida es Vicenta que lleva casi un siglo yendo día sí y día también a sus tiendas de confianza. Esta anciana de 99 años afirma que visita el recinto desde que nació. «Llevo desde los cuatro años viniendo y me gusta mucho más comprar aquí que en los supermercados», declara Vicenta mientras empuja su carro de la compra.
Salvador es uno de los vendedores más jóvenes del mercado de Ruzafa y ahora es el responsable de un negocio familiar de verduras tras la jubilación de su padre. Este joven tiene 32 años y lleva más de media vida ayudando en el estante, concretamente 20 años. Salvador cuenta que va a Mercavalencia a las tres de la madrugada a negociar con los proveedores y que algo antes de las seis ya está montando el puesto. La rutina del comerciante de mercados locales es dura, pero él se ha criado en la cultura de los mercados de toda la vida y sabe de primera mano lo que es. No obstante, en la actualidad, gran parte de la juventud prefiere los productos de los supermercados.
Alberto es otro joven de 37 años que manifiesta haber crecido en pleno pulso entre el auge de las cadenas de distribución y el declive progresivo de los mercados tradicionales. En esta ocasión ha acudido expresamente desde La Zaidía para comprar productos frescos como fruta y verdura. La razón es simple: aquí son de más calidad. Sobre el trato entre el dependiente y el cliente, Alberto opina que es mucho mejor el que se da en los mercados tradicionales que el de los supermercados, porque en estos últimos «muchas veces es un milagro que los cajeros te contesten».
Para combatir esta falta de cultura de los mercados de proximidad, los comerciantes reclaman que el Ayuntamiento de Valencia tome cartas en el asunto y proponga más medidas de promoción del comercio local. El gremio exige que se les haga más caso desde la administración local y que se solucione el problema de la climatización de manera inmediata.
A media mañana se nota más bullicio en los pasillos del mercado y en algunos puntos cuesta pasar por los atascos formados por los carros de la compra y la propia clientela. También hay algunos niños pequeños divertidos que desde sus carritos intentan abalanzarse sobre las apetitosas sandías de los mostradores. Por otra parte, la temperatura aumenta y empiezan a florecer los primeros abanicos para combatir el molesto calor.
Dori suma ya 49 años vendiendo fruta entre las cuatro paredes del mercado de Ruzafa. Para ella, este es el mejor de los 17 que hay en toda la ciudad por su ubicación, su variedad y su fisionomía cuadrada con anchos pasillos. Carlos también forma parte del negocio y manifiesta que nada más aparecer por la puerta ya sabe que van a comprar los clientes. «Eso solo se da en este tipo de ventas porque acabamos conociéndolos y los podemos asesorar». Este comerciante argumenta que el verano es una época donde siempre bajan las ventas, sobre todo porque los turistas no consumen de la misma manera que lo hace el cliente habitual del barrio, y por eso hay tantos puestos con las persianas bajadas. El mejor mes en cuanto a facturación suele ser octubre, pero en el momento en que los colegios echan el cierre, «hay un bajón considerable».
Carlos explica cómo es una semana normal en el mercado de Ruzafa donde la competencia entre las distintas tiendas es sana: «Aquí comemos y dejamos comer», ríe. Los viernes y los sábados suelen ser los días de mayor afluencia de gente y, por ende, de mayores ventas. También los últimos días de la semana son aquellos en los que la media de edad de la clientela baja porque son los que escoge la gente más joven para hacer sus compras.
«Los mercados son para gente más selecta que busca una mayor calidad en los productos», argumentan de manera genérica los tenderos del mercado de Ruzafa. Además, estos definen a las grandes cadenas de la distribución con el término «comodidad» argumentando que la rutina diaria de la gente ha cambiado. Al haber más trabajo, más miembros de la familia ocupados con horarios más flexibles se termina valorando menos la calidad y finalmente los consumidores acaban sacrificándola por la rapidez y la comodidad de la comida preparada.
Sobre la crisis inflacionista que azota a la economía mundial y las críticas a los hipermercados por las subidas de precios, los comerciantes del pequeño negocio niegan haber recibido estas protestas por parte de sus clientes. «La gente tiene asumido el incremento de los precios y por lo menos a nosotros no nos han dicho nada», explican desde el mercado de Ruzafa.
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