Secciones
Servicios
Destacamos
Clermont lucha contra la arena que intenta meterse en su autocaravana, un modelo viejo y destartalado de color rojo. Barre y barre, pero la ... arena, insistente, se le mete en los cacharros para comer, en la ropa e incluso en la cama. «'Putain'», suelta enfadado. Esta mañana del primer lunes del año, Clermont cumple ocho días en el aparcamiento del antiguo polideportivo de El Saler. Llegó el día de Navidad, cuando su viaje por la costa mediterránea desde su Nantes natal le llevó hasta el parque natural de la Devesa. Como él, decenas de personas han recibido el año nuevo en este particular campamento de nómadas, compuesto por medio centenar de autocaravanas que refulgen al sol de invierno, un mar de metal brillante que destella entre las dunas. Un océano de historias. Y de infracciones. O casi.
Porque estacionar en la Devesa no está prohibido. Acampar, por el contrario, sí. La ordenanza de Movilidad del Ayuntamiento de Valencia habla de que las autocaravanas o caravanas podrán ser multadas si estacionan con «vocación de permanencia, entendida como tal que se haya separado la caravana del vehículo tractor o, en su caso, se tenga un toldo, se encuentre apoyado el vehículo en calzos de sujeción o situaciones similares». Desde la concejalía de Protección Ciudadana confirmaron este lunes que las autocaravanas pueden estacionar, pero no acampar. El concejal delegado, Aarón Cano, confirmó ayer que sus agentes visitaron el parking tanto el viernes como ayer y controlaron más de una treintenta de autocaravanas, sin imponer sanción porque todas «cumplían la normativa». «Pueden aparcar pero no acampar», insistió Cano, que explicó que lo que suelen hacer es avisar a los conductores de que no pueden quedarse a vivir en el parque natural.
«No tenemos claro si está prohibido o no», cuentan María José y Esteban, dos ciudadanos gallegos que se encuentran inmersos en un viaje por la costa española. Ella está jubilada (fue profesora) y él trabaja en una multinacional, pero teletrabaja, por lo que hace dos meses decidieron hacer lo que siempre habían querido: dejar su casa en un pueblo cerca de Ourense y liarse la manta a la cabeza (literalmente, ella lleva una especie de turbante) para comprar una autocaravana y recorrer España. «Nosotros tampoco hacemos daño a nadie», dice Esteban mientras se encoge unos hombros de los que salen, bajo el suéter, las estribaciones de un tatuaje en tinta negra: «Es una vida muy libre que todos deberían experimentar alguna vez en su vida».
Son una de las pocas parejas de españoles en esta ciudad de metal donde los vecinos son, sobre todo, europeos. Franceses, como Clermont, pero también hay matrículas de los Países Bajos, Alemania, Bélgica o Austria. Incluso una autocaravana con el volante al otro lado y la matrícula, por si hubiera alguna duda, de Reino Unido. Este tipo de asentamientos son habituales en el parque natural, como confirman en el único bar situado junto al viejo polideportivo. «Vienen, están cinco o seis días, y se van. Hacen un poco de gasto, que no está mal porque en invierno aquí no viene casi nadie», cuenta un camarero mientras barre. Todos barren, y eso que la batalla contra la arena parece perdida de antemano.
Noticia Relacionada
La presidenta de la Asociación de Vecinos Dehesa del Saler, Ana Gradolí, ha apuntado que dentro de la directiva están divididos. «Mientras no acampen, no hay ningún problema. De lo que he visto otros años, el 99% son muy aseados. Recogen lo que ensucian y he visto que incluso a su alrededor limpian. Es cierto que no hay ninguna normativa que prohíba el estacionamiento», dice la presidenta, que reconoce que dentro de la entidad hay miembros que están muy en contra de estos asentamientos.
En el parking del Saler, es de justicia decir que no se ve una botella o un vaso por el suelo. Tampoco hay barullo: el único sonido que se oye es el rumor apagado de la música que sale de alguna de las autocaravanas y el zumbido constante y rítmico del mar. Y las risas de los tres niños de una familia holandesa que retozan en la fría arena. Clermont fuma a la puerta de su 'casa'. «¿Ya te has rendido con la arena?», le pregunto. Él se encoge de hombros y sonríe: «Es lo que pasa si vives en el mar, 'n'est-ce pas'?».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.