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El sentir en Ciutat Vella está ahí. El malestar que provocan las terrazas en un barrio rendido al turismo y al sector servicios es tal que en la última junta de distrito celebrada el lunes 8 en el Palacio de Cervelló, la mayoría de los ... vecinos que plantearon quejas y sugerencias hablaban de las molestias que provocan las terrazas descontroladas. Se refirieron a tres cuestiones clave: la reducción de espacio público, el ruido de los comensales y la suciedad que provocan. Y eso que el Ayuntamiento ha empezado una campaña especial de vigilancia y control en las terrazas del centro para evitar desmanes como ya hacen en otras zonas y como el anterior equipo de gobierno hizo, con razonable éxito, en el entorno universitario de las plazas Honduras y Cedro.
Vamos por partes. Uno de los residentes habló de que en algunas calles del centro «no se puede caminar» porque el espacio está copado por las terrazas. Es algo de lo que los vecinos se quejan amargamente en redes sociales a través de la cuenta Basta de Abusos en Ciutat Vella. En cualquier conversación con residentes de la zona aparecen, sí o sí, determinadas calles, como Cerrajeros o En Bou, donde los clientes que esperan para sentarse en las mesas, además, consumen bebidas de pie.
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Otro vecino planteó las molestias provocadas por el exceso de terrazas en la zona que rodea la plaza Lope de Vega y la Plaza Redonda. «Tengo que salir por la ventana a decirles a los clientes que no griten», contó José Manuel. En su caso, asegura, las mayores molestias las provocan los españoles y no tanto los turistas. «'Ya nos vamos', me dicen. Yo no quiero que se vayan, sólo que no griten», contó desesperado. En determinados enclaves como la plaza del Negrito, con varias terrazas, todas ellas legales, y pese a los intentos de los propios empresarios hosteleros que piden, por activa (mediante llamadas de atención) y por pasiva (con carteles que llaman al orden), el ruido es tal, en muchas ocasiones, que los vecinos tienen que dormir con la puerta cerrada, lo que complica hacerlo sobre todo en días de mucho calor como los de este verano.
En otros enclaves del centro, dormir con la puerta cerrada es una bendición, porque evita que en casa entren cucarachas. Aseguran los vecinos que intervinieron en la Junta de Distrito de este mes que en la zona que rodea a calles como Zapatería de los Niños o Tundidores hay tanta basura acumulada en vertederos ilegales situados en solares que la presencia de estos insectos es constante durante todo el día. «El único sitio donde sé que no hay es el microondas y a veces tengo que guardar ahí la comida», contaba desesperado un residente. Parte de la culpa, insisten, la tienen las terrazas y los bares. «Se acumula comida encima de la mesa y, además, sacan la basura y la dejan en la puerta en lugar de en los contenedores, donde la llevan a última hora del día, pero hasta entonces las cucarachas han hecho su agosto», lamentaban.
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Otro problema derivado de este es al presencia de palomas «enfermas», como comentó otro vecino. Se localiza, sobre todo, en los alrededores del Mercado Central. El concejal de Mercados, Santiago Ballester, que es también el presidente de la Junta Municipal de Distrito, aseguró que son conscientes del problema que esta plaga ha generado en los alrededores del mercado y que están a la espera de que se licite el nuevo plan de control de palomas, que incluirá el uso de cañones de redes. Una de las empresas que se ha presentado, como curiosidad, ofrece el servicio de hurones y rapaces contra las palomas, algo que el anterior equipo de gobierno descartó por completo. De hecho, puso en marcha un sistema de dispensación de pienso esterilizador que funcionó bien: se instalaba en los tejados de los mercados. En el Central, por ejemplo, hay cajas que ofrecen esta comida a las palomas.
El sistema, con todo, no es perfecto porque requiere que las palomas se coman el pienso. Puede parecer sencillo, pero entre pienso esterilizante y los restos de un chivito en una terraza del centro, los animales suelen preferir lo segundo. El exceso de comida que se ofrece en Ciutat Vella es clave para entender lo que ha ocurrido con la plaga de palomas, que se ha descontrolado en el centro, pese a los esfuerzos que hacen los propios restaurantes y bares para evitar que la comida se acumule en las mesas. Los vecinos también protestaron por la existencia de vertederos ilegales en solares casi abandonados de Ciutat Vella, un barrio que cuenta con decenas de parcelas donde no se ha construido desde hace décadas. Estas cicatrices se emplean como basureros enormes que, dicen los vecinos, el Ayuntamiento no limpia.
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