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valencia. «Del centro sólo les interesa que quede bonito, no que vengan familias a vivir». La acusación, dura, sale de un vecino del barrio del Carmen al describir de esta manera la influencia que ha tenido el turismo en la última década en el distrito de Ciutat Vella. Las aperturas de hoteles son continuas y las únicas reformas que se ven en los edificios se deben a nuevos apartamentos turísticos que abren sus puertas.
Parece un discurso apocalíptico, pero los datos están ahí. En 2009 había 16 hoteles y ahora el registro de la Agencia Valenciana de Turismo incluye 28 establecimientos en el centro histórico con un total de 2.847 plazas. Igual ocurre con las pensiones y hostales, que han pasado de 21 a 27. Pero la parte sustancial del problema se encuentra en las viviendas turísticas, donde es más difícil hacer un cálculo debido a la enorme cantidad sin registrar.
De las primeras, en toda la ciudad hay 5.757 reguladas, mientras que hace una década eran sólo 484 apartamentos, lo que refleja la explosión del sector. Un estudio realizado por la concejalía de Turismo en 2017 indicó que el 34% de la oferta se concentraba entonces en Ciutat Vella. La proporción, si ha cambiado, será al alza con seguridad.
Eso es una parte de la transformación, que se completa con lo que ha pasado con los comercios. A falta de datos concretos, sólo hay que pasear por algunas calles del barrio del Carmen, donde las tiendas han desaparecido por completo y sólo hay actividad en algunos bajos que acogen alquileres de bicicletas. La calle San Vicente Mártir es seguramente la mejor foto de la mutación de una vía comercial, en otra pensada fundamentalmente en los turistas y plagada de franquicias.
El Ayuntamiento tiene en marcha el Plan de Ciutat Vella, un documento que servirá de hoja de ruta para las actividades económicas e inmobiliarias que se hagan en el centro. Pero como señala Jorge, vecino del Carmen, eso no servirá para evitar el aumento del precio de los alquileres. «Desde que vivo aquí, hace unos siete u ocho años, podría decirse que se ha duplicado», afirma.
40 espacios públicos del barrio están saturados de terrazas de bares, uno de los problemas añadidos a la gran afluencia turística en varias calles. La regulación de no ha contentado a nadie.
Apartamentos En una década, las viviendas turísticas en la ciudad se han multiplicado por doce, al margen de la oferta ilegal que no está controlada por el registro de Turismo. Una de cada tres de las 5.757 se sitúa en el centro, un porcentaje que los vecinos aumentan.
1,4 vecinos por cada piso en el distrito es la proporción al cruzar los datos del padrón a fecha de 1 de enero y el parque de viviendas. Esto supone uno de los índices más bajos de la ciudad.
El tráfico, a debate Si hay un lugar donde las decisiones de tráfico tienen repercusión, ese es Ciutat Vella. El trabajo previo al plan urbanístico determinó que 60 espacios públicos, principalmente plazas, se encuentran saturados por la circulación y el estacionamiento. La asociación de comerciantes apoyó al anterior gobierno municipal al peatonalizar por ejemplo las transversales de la calle San Vicente, aunque lo dispuesto en un plan respaldado por la Cámara de Comercio está muy lejos de ser una realidad completa. Faltan las plazas principales, Reina, Mercado, Ayuntamiento y San Agustín.
La rehabilitación Los defensores de la actividad turística en el centro aseguran que muchas de las fincas se hubieran caído ya a pedazos de no ser por los apartamentos. El daño colateral es que «sólo se ve gente paseando con maletas, no vecinos», responden en Amics del Carme.
Las rentas antiguas han sido las que han sufrido una mayor transformación. «Hay casos de 400 euros mensuales que ahora superan los mil. Hablamos de personas mayores, que viven solas y que no pueden afrontar esos precios con sus pensiones. Eso no lo pueden soportar», afirma, para añadir que es «paradójico que desde un ayuntamiento como el que gobierna ahora, no se hagan más viviendas sociales».
El Plan de Ciutat Vella delimita las zonas donde se permitirán más viviendas turísticas y hoteles, los lugares de 'reserva' del comercio tradicional y las manzanas de edificios previstas como áreas residenciales. El extenso trabajo realizado durante años también ofrece una radiografía interesante del centro.
El pasado año se registraron 178 vecinos menos en el padrón y sólo se produjeron 190 nacimientos, siendo el distrito con menor natalidad, después de las pedanías repartidas fuera del casco urbano. Seguramente el siguiente dato explica lo anterior: Sólo 12 de los 115 espacios públicos considerados de barrio, más allá de las plazas singulares y grandes, tienen juegos infantiles.
«Parte de esos juegos infantiles los pedimos nosotros», señalan desde la asociación de comerciantes del centro, entidad empeñada en abrir 'zonas amables' con jardines y columpios. La plaza Juan de Vilarrasa, la calle Hospital y los aledaños de la calle Músico Peydró son ejemplo de ello. Para ello, la mejor herramienta es, consideran desde la asociación, la peatonalización selectiva de calles, al citar lo ocurrido en Adressadors. «Era una calle anodina, sin actividad, y ahora en un paseo escuchas varios idiomas», en referencia a la influencia del turismo.
En el último año, el barrio del Carmen perdió un centenar de vecinos y se sitúa en 6.370 personas empadronadas. Es una cifra menor para otra zona de Valencia, aunque en esta parte del centro se ve con preocupación. «El Carmen se está despoblando», asegura Lluís Mira, de Amics del Carme. «Nos preocupa el efecto del turismo en la población», añade el dirigente vecinal, para quien la apertura de hoteles y apartamentos juega en contra de esto. «Si hay un cambio normativo se debe revisar todo lo autorizado hasta ahora», comenta sobre la entrada en vigor que regulará las viviendas turísticas».
La asociación vecinal Amics del Carme es pesimista sobre la aplicación del Plan de Ciutat Vella. «El año pasado, cuando lo presentaron, hablaban de 70 peticiones de licencia de hoteles. Ahora, por lo que nos dicen, hay unos 80 en lista de espera. La moratoria no ha servido de nada».
En cuanto a la transformación del barrio por el turismo, citan como ejemplo un local en la calle Calabazas, donde había un pequeño comercio. «Ahora es una consigna para maletas, tal cual», ironizan, para hablar del término que se ha extendido más entre los críticos con la excesiva influencia del turismo. «La turistificación avanza y las medidas que toman no la revierten», indica.
Al margen de la apertura de hoteles y apartamentos, otro de los aspectos donde se incide es en el diseño de los propios barrios. «No es funcional para vivir, el centro se ha convertido en un barrio de Instagram», comenta Jorge en referencia a proyectos ejecutados los últimos años, además de los previstos.
«No rechazamos el turismo, pero hay que encontrar un equilibrio. Ahora lo que ocurre es como pescar con red de arrastre, que arrasa con todo. Conocemos familias que llegaron en los primeros años de este siglo y que se han tenido que marchar porque no hay equipamientos ni para ellos ni para sus hijos. Sólo calles preparadas para las bicicletas y los patinetes de los turistas».
Una cuestión esencial es lo que ocurre con el tráfico. La concejalía de Movilidad dispuso algunos cambios en el año 2016, que se completarán con un sistema de reconocimiento de matrículas de coches a través de cámaras repartidas en cinco zonas. «Para llegar a mi casa me toca dar un rodeo tremendo», asegura un residente de la zona de la muralla musulmana.
Los comerciantes del centro histórico han estado entre los principales afectados por la influencia del turismo. La primera petición que se hace desde la asociación del sector es que los autobuses de la EMT «deben llegar al corazón del centro» para mantener un equilibrio entre todas las tiendas.
Esto se explica porque los más beneficiados han sido los comercios situados en las rutas turísticas, como es lógico. La influencia de 'imanes' como la catedral, la Lonja o el Mercado Central se nota y mucho. Los que se quedan fuera de esa ruta entran en evidente peligro de cierre.
¿Cómo evitar eso? El distrito de Ciutat Vella atrae a diario a miles de clientes de otros barrios, por lo que se justifica que las líneas de autobuses lleguen «a todas partes, así se beneficia a esas tiendas, que además sirven de equipamiento para las familias que decidan vivir en esta zona».
Esta reflexión desde la entidad se realiza al hilo de la reforma de la plaza del Ayuntamiento y la posibilidad de un cierre total de la calle San Vicente Mártir entre la plaza de la Reina y la avenida María Cristina, incluido la EMT y los taxis. «No debe ocurrir así», subrayaron.
Otros aspectos relevantes de estos años han sido la capacidad de adaptación de los comerciantes. «Tiendas de toda la vida de la calle San Vicente tienen un 20% de ventas a los turistas y se dan casos de artesanos que están reorientando sus negocios», afirman, citando el ejemplo de un local en la calle Bolsería, especializado en aderezos de falleras, pero que ha comenzado a realizar otro tipo de piezas con la misma calidad para los visitantes.
La calle Serranos y Salvador cambiaron de sentido de circulación, mientras que en la calle Caballeros un bolardo impide el paso a los vehículos. Eso se completa con otras restricciones y cambios en lugares como la calle Alta. Las consecuencias, explicó este afectado, son que «para vivir en el centro de la ciudad, toca renunciar al coche, no queda otra. La alternativa es dejarlo en un garaje en otro barrio distinto, al otro lado del río», en clara referencia al barrio de Sagunto.
El resultado de los cambios en el tráfico no ha mejorado mucho el aspecto de las calles. El vial de Serranos es un compendio de pavimentos hundidos, mobiliario urbano degradado y suciedad pegada al suelo de manera perenne, pese a que se baldea con frecuencia. Sea por la saturación turística o por otro motivo, la situación escenifica a la perfección la frustración de los residentes en un centro histórico de Valencia que no sale del letargo.
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