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Maletas. Un grupo de turistas sortea parte de las obras en la plaza del Mercado ayer por la mañana. irene marsilla

De turismo entre zanjas en Valencia

Cientos de viajeros recorren el centro de una ciudad tomada por las obras | La afluencia de los visitantes al entorno del Mercado Central o de la plaza de la Reina se reduce por el buen tiempo y los trabajos

ÁLEX SERRANO

Viernes, 25 de junio 2021, 00:23

En una ciudad devastada por el calor, el polvo de las obras se asienta sobre los mapas de los turistas. No es una imagen literaria. Es lo que ocurrió ayer al filo de las 12 horas frente a la Lonja de la Seda, Patrimonio de ... la Humanidad. Quien limpiaba con una mano perezosa el mapa de la oficina de turismo de Valencia era Giancarlo. Él, junto a su novia y otra pareja, ha decidido visitar el centro de la ciudad. «Pero no contábamos con encontrarnos con tantas obras», lamenta. «Al menos», añade su novia, «no hay andamios».

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Puede parecer un pobre consuelo, pero la realidad es que en verano es habitual visitar las grandes capitales europeas (incluso la Sienna de donde es nativo este grupo de italianos) y encontrarse andamios en torres, catedrales o museos. Valencia ya ha entrado, en este sentido, en Europa. Varias obras complican la circulación en el centro. Es historia contada. Los trabajos en la plaza de la Reina y la plaza Ciudad de Brujas, sobre todo, que se extenderán durante todo el verano y aún tiempo después, están dificultando el tráfico en el centro. Claro que en la Valencia a medio gas de la cuarentena y la desescalada las obras parecían notarse menos (como las de la plaza del Ayuntamiento), y ahora la ciudad se enfrenta a otro paradigma, a ese que protagonizan quienes acuden a la oficina de turismo del Consistorio buscando planos o consejos para moverse por la ciudad: los turistas.

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Quienes visitan Valencia en verano son recibidos este año, más que nunca, con los brazos abiertos. Los turistas están llamados a reactivar una Ciutat Vella aletargada, tanto que hasta el Consistorio ha tenido que poner en marcha un programa especial de revitalización del barrio. Ayer, decenas de ellos paseaban por el centro. Entre las obras y, por supuesto, el buen tiempo, otros cientos habían decidido ir a las playas, como se podían ver en las paradas de la EMT en la calle Marqués de Sotelo.

Otros muchos, sin embargo, se quedaron por el centro. Es el caso de Mary y Edward, más conocido como Ed, como insiste, que son naturales de Miami. En un español chapurreado, explicaban ayer en la propia plaza del Ayuntamiento que llegaron el martes y que entre el jet lag y demás fue ayer la primera jornada en que se aventuraron a salir a la ciudad. «Nos la hemos encontrado patas arriba», explica Ed. «¿Qué están haciendo?», pregunta su mujer

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Ambos ya habían venido a Valencia, en su viaje de novios en 1981 («era otra ciudad totalmente»), cuando recorrieron Europa. Ahora querían volver a encontrarse con una ciudad que en su momento les dejó «mala impresión», como reconocen, pero se han encontrado con una urbe repleta de obras. Cuando se les explica que los trabajos tienen como objetivo reducir la circulación de coches por el centro, fruncen el ceño, pero terminan sonriendo. «La verdad es que es un paseo muy agradable», dice Mary, señalando la plaza del Ayuntamiento. «¿Por aquí antes pasaban coches, no?», pregunta su marido.

Ahora, las únicas ruedas que recorren la plaza son las de las bicicletas, los patinetes... y las maletas. Como las que arrastra un grupo de jóvenes de unos 20 años que acaban de llegar a Valencia desde Madrid. «Tenemos el hotel en la calle Caballeros y no sabemos si podremos llegar, hace mucho calor», cuenta Carlos, uno de ellos. Aseguran no haber visto nada de las obras porque, en parte, acaban de llegar, pero sí indican que sería una pena «ver demasiadas». Claro que, como apunta otro de los integrantes del grupo, «lo importante es que los bares estén abiertos». Uno de ellos pregunta si la playa está muy lejos. A una hora en autobús, más o menos. A la explicación sigue un gruñido exasperado. «Pero por el centro hay bares, ¿no?», insiste.

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Y es que las obras a quienes más molestan es a quienes han venido a hacer turismo cultural. Aunque de esos puede haberlos de todas las edades, lo cierto es que son los más mayores quienes más intención tienen de visitar la Lonja. Es el caso de un grupo de turistas que, al filo de las 13 horas, observa la fachada de la Lonja desde la plaza del Mercado. Para fotografiarla bien, tienen que hacerlo desde la zona de las Covetes de Sant Joan... si no fuera porque está tomada por las obras. Terminan haciendo extraños requiebros con la espalda para abarcar la fachada de la obra maestra de Pere Compte con los objetivos de las cámaras de sus móviles. Instantes más tardes, se pierden por un lateral del edificio para buscar la entrada al mismo, que se habilita por la parte trasera.

Las tiendas de recuerdos de María Cristina, eso sí, están encantadas con la llegada de turistas. Aquellas presentes en el tramo más cercano a San Vicente, además, están satisfechas porque los trabajos terminaron en esta zona hace semanas y ya no están rodeados de zanjas, vallas y, sobre todo, polvo, mucho polvo. «Aún entra poca gente, pero poco a poco va viniendo más», comentan en uno de estos establecimientos.

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Un poco más al norte, en la plaza de la Reina, la situación es más complicada. Las terrazas funcionan a medio gas, lo que es extraño en este punto de la ciudad y, sobre todo, en una jornada que no es laborable para los trabajadores de las obras de la peatonalización de la plaza. «Hoy estamos más tranquilos, pero ya ves. No quiere venir a nadie. ¡Y eso que hoy no hay ruido!», explican en una de ellas, aunque no quieren que se les identifique para evitar «represalias».

La única normalidad del centro es la que se vive en la plaza de la Virgen, donde las terrazas sí están llenas y los turistas se hacen innumerables fotos. En una Valencia más llena que otros días de San Juan por el hecho de que ayer fuera festivo recuperable, los viajeros recorren el centro sin prisa pero sin pausa, como se visitan las ciudades en verano. Hasta los guías turísticos han empezado a trabajar. Uno de ellos explica a este diario que sí, los turistas hacen preguntas sobre las obras y critican, sobre todo, el desorden de la plaza de la Reina. «Pero todo se les olvida cuando entran a la catedral, sobre todo a los americanos, que no están acostumbrados a ver cosas así», comenta. Ni las zanjas a escasos metros de la puerta de los Hierros estropean la experiencia de Ciutat Vella, que, pese a las cicatrices, continúa gozando de un encanto especial.

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