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Una de las viviendas del asentamiento. DAMIÁN TORRES
La última chaqueta de Marcius

La última chaqueta de Marcius

Menos de una decena de personas permanece en el asentamiento de Sn Marcelino que ardió el jueves; cuatro de ellas han dormido en un coche

Domingo, 21 de enero 2024, 19:10

Marcius camina sobre planchas de metal. La lluvia repiquetea contra las piezas y embarra el terreno. El agua borrará, con el paso del tiempo, las manchas de hollín, pero el fuego del incendio que el jueves estuvo a punto de llevarse por delante la vida de este joven y de otras 39 personas en un asentamiento de San Marcelino, junto a las vías de Adif, tardará en borrarse de sus ojos. Todavía se ve, tanto en los suyos como en los de otras cuatro personas que han dormido en un coche aparcado cerca del asentamiento, desierto esta mañana de viernes. El terror todavía pervive, más de veinticuatro horas después.

«Lo he perdido todo. Dentro sólo me queda una chaqueta», explica Marcius, que no quiere dar demasiados detalles de lo que ocurrió este jueves ni de cómo viven en un asentamiento que permanece silencioso esta mañana. Un coche de la Policía Local de Valencia permanece vigilante, para evitar que vuelvan. En el asentamiento viven unas 40 personas, entre ellas una quincena de niños, por lo que preocupa y mucho a los servicios municipales.

«No me grabes, no quiero que me grabes. Si me grabas te denuncio», espeta Marcius a unos compañeros de la televisión, que tomaban imágenes desde lejos. En los alrededores del asentamiento todavía se pueden ver dos bombonas de butano absolutamente negras. Según ha podido saber este diario, todo parece indicar que el incendio fue causado por un enganche ilegal de luz. Desde las vallas que rodean el asentamiento, porque en la zona trabajan operarios de Adif, se puede ver el interior de las casas, que se encuentran en buen estado pese al siniestro.

De las 40 personas, la mayoría ya no estaba este viernes. Excepto cuatro, que durmieron en un coche y que no querían hablar con los medios, el resto fueron reubicados en tres recursos municipales del Ayuntamiento de Valencia: la Ciudad de la Esperanza y los albergues del Instituto Social Obrero y de San Juan de Dios. «Nos preocupa este asentamiento porque hay muchos menores», ha comentado este viernes la concejala de Servicios Sociales del Ayuntamiento, Marta Torrado.

La concejalía ultima un plan integral para dos asentamientos, este y otro que preocupa en el mismo entorno. Estas viviendas están en el punto de mira por dos cuestiones: primero, porque están llenas de niños. «Viven familias enteras», ha dicho Torrado. El segundo motivo es que en mayo, como muy tarde, tienen que estar reubicados de forma definitiva porque las obras les afectarán directamente. «Estuve con ellos la semana pasada, con el higienebús de Mensajeros por la Paz, donde van peluqueros, hay duchas...», ha indicado. Este mismo viernes, técnicos del servicio municipal han acompañado a las familias para que cogieran medicinas porque «hay niños que las necesitaban».

«Estamos tramitando más ayudas para ellos», ha asegurado Torrado, que ha apuntado que todas las personas que viven en este asentamiento, uno de los 30 que hay en la ciudad, cobran «o la Renta Valenciana de Inclusión o el Ingreso Mínimo Vital». Torrado, además, ha explicado que podrán quedarse en los recursos municipales «el tiempo que haga falta». «Queremos darles alternativa habitacional cuanto antes», ha indicado la concejala, que ha insistido en que los niños «están todos escolarizados». «Cuando fui a verlos, estaban los niños estudiando. De hecho, este jueves no querían irse a ningún sitio porque están escolarizados en el barrio y no querían perder días de colegio», ha asegurado la concejala.

Según el último informe de la fundación Alanna que trabaja con personas migrantes que viven en estos poblados, la mayoría de familias procedentes de Rumanía reside en asentamientos segregados, «entendido como aquel formado por una chabola, varias chabolas o una o varias infraviviendas, que son altamente vulnerables, especialmente por encontrarse en entornos poco accesibles, con falta de suministros de agua y obtención de luz de modo irregular». Según ha podido saber este diario, en el caso de esta agrupación cogían la luz de una alquería cercana, pagándola al propietario de la misma.

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