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Anochece en el jardín del Turia pero las familias aprovechan hasta el último minuto en la zona de pícnic del acceso al Gulliver. Aún se ... vislumbra el brillo de los globos de los cumpleaños y las tartas empezadas en las mesas. A unos metros, también hay unas sombras en movimiento pero con un propósito muy diferente. Se preparan para pasar la noche, en el mejor de los casos en tiendas de campaña y en el peor sobre unos cartones.
Hay dos espacios públicos en Valencia donde se percibe más la pobreza, en el jardín del Turia y en el centro histórico. Y es un problema que va a más a pesar del esfuerzo de numerosas oenegés y la Administración pública. Cada día aumenta el número de personas que han quedado al otro lado de la línea que separa la tragedia de carecer de un hogar o vivir en uno tan precario como una nave industrial en ruinas, de los vecinos que llevan una vida más o menos normal. De ahí que la solidaridad haya sido uno de los temas escogidos en 'La Valencia que queremos' y la primera consideración sea ponerle cifras al problema, saber la 'fotografía' actual que hay en la ciudad.
Para Juan Miguel Gómez, subdirector de la asociación La Casa Grande, las prioridades en su trabajo diario pasan por regularizar «la situación documental de numerosas personas; el 78% de las personas con las que trabajamos son migrantes y ese aspecto es un gran obstáculo. Hay que reconocer que el Ayuntamiento ha hecho que todo esto sea más ágil con el empadronamiento especial pero las citas en Extranjería son una gran dificultad para regularizarse. Respecto a las mujeres, no hay recursos de vivienda para situaciones de malos tratos, mientras que en el diseño de la Renta Valenciana de Inclusión se obstaculiza la inserción en el mercado laboral de una manera progresiva. Son algunas cosas que nos preocupan, que son muchas más», apunta este experto.
Como se ve, cuando se pone solución a un problema aparece otra vía de agua. La normalización de las personas vulnerables es complicada y la pandemia del Covid lo agravó aún más. Las oenegés tuvieron que echar el resto y reforzar todos los programas de voluntariado para asistir a mayores solos en sus casas, campamentos de chabolas y asistencias de todo tipo. Y cuando parecía que esa ola de problemas había pasado, entonces llegó la guerra de Ucrania, como indica Nieves Dios, la presidenta de Cruz Roja en Valencia, a la hora de analizar el trabajo de la entidad en 2022.
«Pensamos que sería un poco más sosegado, después de la pandemia se inició un nuevo y triste desafío a causa de la guerra con sus graves consecuencia: vidas truncadas y familias rotas, más personas sufriendo terriblemente teniendo que desplazarse a otros territorios entre ellos el nuestro, Valencia», afirma en la memoria de la entidad.
«Pero aun nos quedaba la secuela más a largo plazo, la crisis económica que no cesa y nos deja cada vez más personas en situación de exclusión. Las desigualdades castigan cada vez a mayor número de personas. Y desde Cruz Roja sin más remedio tenemos que crecer en atención y recursos. Ya nos estamos acostumbrando tristemente».
Los datos atestiguan todo lo dicho. En 2019 atendieron a 18.888 personas, mientras que el pasado ejercicio fueron 38.363 en apartados de todo tipo. El más numeroso fue el de la inclusión social con 19.264 casos. El incremento se explica entre otras razones, indican fuentes de la entidad, en que la asamblea local de Valencia ha asumido servicios que hasta ahora dependían de la estructura provincial.
En todo caso, una subida que ha obligado a Cruz Roja a reforzar los recursos, como recuerda la presidenta local en la memoria. Por la guerra en Ucrania han sido 3.837 personas atendidas desde el inicio del conflicto, a las que se ha tenido que ayudar para resolver problemas de toda índole, desde la vivienda hasta la regulación de documentos como refugiados que son.
De la misma manera que Cruz Roja, otras asociaciones notan la presión de la demanda de servicios. La Casa Grande es una asociación dedicada a facilitar «recursos personales para el logro de aprendizajes y habilidades, promoviendo su autonomía y desarrollo, así como su inserción en nuestra sociedad» de los colectivos más vulnerables.
Para ello, desarrollan proyectos diseñados para «cubrir las necesidades de las personas más desfavorecidas. Las actuaciones las sustentan un equipo de personas unidas por el compromiso de realizar un trabajo de calidad enmarcado en el respeto y en la firme creencia de que se puede construir una sociedad más justa y solidaria».
Bajo ese paraguas caben todo tipo de atenciones. Una de las actividades por la que más se conoce a la entidad es la recogida de ropa y zapatos usados, algo que realiza en colaboración con Cáritas Diocesana. La comercialización de este material ayuda a financiar otros programas y, lo que es igual de importante, ofrece un entorno de trabajo de aprendizaje para el mercado laboral en Valencia.
En 2019, con este método se recogieron un total de 667.775 kilos de material. Dos años después y a pesar de que en 2021 seguían los efectos restrictivos de la pandemia, el balance aumentó hasta los 726.633 kilos. Como se observa, la actividad aumenta sin cesar en la asociación.
De igual manera ocurre en Casa Caridad, al comparar lo que ocurría antes de la pandemia con la situación actual. El pasado ejercicio fueron 4.206 personas las atendidas en Valencia, fundamentalmente en servicios de comedor y alojamiento. El recinto del paseo de la Pechina está cada vez más lleno y el programa de atención social y distribución de alimentos ha aumentado un 34,5% las entregas.
«La guerra en Ucrania, la inflación, el alza en los precios de los alimentos, en la energía o en los combustibles, por citar algunas causas coyunturales, nos han llevado a un momento de incertidumbre económica y social», decía Miralles en la memoria, donde también destaca que las atenciones habían crecido un 50% en el comedor, enseña del trabajo diario de la asociación.
La pobreza tiene rostro y la de las mujeres ha ido en aumento, con lo que los servicios se han adaptado a esa realidad. También se nota un aumento en los servicios de alojamiento temporal, tanto en los del paseo de la Pechina como en la sede que tiene la asociación en Benicalap, ambos concertados con la Generalitat.
Otra de las «patas» de la asistencia social en Valencia es Cáritas Diocesana. En su memoria de 2022, que incluye la provincia de Valencia y 60 municipios de Alicante, se habla de que prestó servicios a 51.706 personas, lo que supuso un 6,8% más que en el ejercicio anterior.
La red de Cáritas, compuesta por las acogidas parroquiales y los programas de acción social diocesanos es una de las mejores herramientas disponibles para medir la temperatura de la pobreza. El perfil de los atendidos en las 426 Cáritas parroquiales y 197 proyectos es de mujeres solas con menores, parejas jóvenes con hijos, migrantes, la mayor parte en situación administrativa irregular, mayores de 65 años que están solas y personas con viviendas precarias.
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