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Apagón en Valencia.

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Apagón en Valencia. Irene Marsilla

Valencia colapsa: caos en la conducción, tiendas vacías y restaurantes sin poder servir

El apagón sorprende a turistas y valencianos y provoca un agobio generalizado en el comercio

Lunes, 28 de abril 2025, 13:43

Las consecuencias del apagón que afecta a toda España, se han hecho notar al instante en Valencia. Desconcierto masivo entre valencianos y turistas que no entendían del todo bien porque no podían enviar mensajes por los problemas de cobertura, caos en la conducción por las principales avenidas de la ciudad ante la falta de semáforos y agobio generalizado entre comerciantes y hosteleros que podían servir platos fríos y bebidas, pero no tomar nota de las comandas por la falta de ordenadores. Los viandantes que se encontraban en el entorno de la calle Colón en buena medida han decidido regresar a sus casas, tal como han destacado a LAS PROVINCIAS desde algunos comercios y establecimientos hosteleros. El ir y venir de maletas, al coincidir con la operación retorno en la Comunitat, era incesante. La sensación de colapso comenzaba pasadas las 12:30 horas, pero se prologaba al tiempo que las horas pasaban y el suministro seguía sin recuperarse.

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La ruta entre el puerto de Valencia y el centro de la ciudad se ha convertido en un auténtico circuito de habilidades para los conductores. El corte en el suministro de luz ha dejado sin señalización vertical a buena parte de la ciudad. En un recorrido de 5 kilómetros solo un par de semáforos seguían regulando el paso de vehículos y peatones. La ciudad ha pasado a ser un ceda al paso continuo. Los viandantes tampoco lo tenían nada sencillo. Cada coche que les permitía cruzar recibía un gesto de agradecimiento. Sin embargo, el caos era más que evidente. A medida que avanzaban las horas y el suministro eléctrico no regresaba, aumentaba el dispositivo de Policía Local. La alcaldesa de Valencia, María José Catalá, aseguraba en una entrevista en À Punt, que todos los servicios municipales estaban trabajando para garantizar la seguridad en los desplazamientos. En algunos cruces de la capital, como el de la calle Jesús con la avenida de Pérez Galdós, los agentes de la Policía Local eran los encargados de regular la circulación y, más que nunca, de evitar posibles accidentes.

Con las estaciones de metro cerradas, caminar era la única alternativa posible. Por las calles del centro los turistas aprovechaban el apagón para disfrutar de una soleada jornada al aire libre. Los valencianos optaban por el viejo cauce del río Turia, que se llenaba de familias y deportistas. "Estáis colapsando el carril bici yendo tan lentas", regañba un padre a sus hijas. La respuesta de una de ellas hacía reir al resto de familia: "Está toda España sin luz, ¿tú crees que a alguien le molesta que yo vaya lenta?".

Cientos de personas que habían aprovechado la mañana festiva para acudir a la zona de la playa empezaban a alarmarse ante los mensajes de amigos y familiares sobre el apagón. Sus planes empezaban a verse truncados. "No sé dónde nos van a dar de comer, porque están todos los sitios sin luz", se cuestionaban dos amigas. Los grupos de turistas seguían sin comprender del todo bien lo que sucedía. La sorpresa les invadía cuando los restaurantes solo podían ofrecerles algo para refrescarse debido a la imposibilidad de cocinar, en pleno turno de comidas.

Los locales más rápidos salvaban los primeros servicios mediante grupos electrógenos. Sin embargo, el agobio entre los hosteleros era generalizado. «Puede servir, porque la cocina la tenemos a gas, pero no puedo ni tomar comandas ni cobrar», comentaba el encargado del restaurante El Coso del Mar, en la playa de Las Arenas: "Tengo una reserva para dos grupos de veinte y no sabemos todavía lo que vamos a hacer. Estamos esperando que vuelva la luz para ver si podemos trabajar con normalidad".

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La esperanza no se perdía, pero las horas seguían pasando y la luz seguía sin llegar. En los comercios la sensación era similar: oscuridad y escasa clientela. Los pocos que permanecían en las tiendas simplemente miraban las estanterías pero no podían comprar productos ante la falta de luz. En la zona del centro, las tiendas que habían abierto en este lunes de San Vicente mantenían las puertas abiertas pero en su interior solo permanecían los trabajadores, que además no sabían del todo cómo actuar ya que no podían bajar las persianas.

Una farmacia del centro de la ciudad cumplía con su horario de 24 horas, aunque únicamente podía vender productos etiquetados, siempre y cuando no requiriesen receta y pudiesen ser cobrados en efectivo. «Ha venido mucha gente, pero solo podemos atender a los que nos piden cosas que sabemos qué precio tienen», comentaban las dos personas encargadas. Ni ellas sabían muy bien qué estaba pasando.

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Los comercios del centro de la ciudad

En la céntrica calle Colón las grandes cadenas no estaban abiertas este lunes. Pocos comercios aprovechaban la posibilidad de abrir en este festivo. Sí que han subido las persianas algunos establecimientos pequeños como el de gafas de sol que se encuentra en la plaza de los Pinazo. Desde esta tienda, que ha decidido no cerrar pese a la situación, han comentado que van a aprovechar las horas de luz solar, «hasta las ocho de la tarde» para mantener abierto. Se están sirviendo de los cobros en efectivo y, además, también pueden hacerlo mediante transferencia. El espacio gourmet de los grandes alamacenes de esta calle, que había abierto a su hora habitual ha cerrado, comentaban desde una cafetería próxima.

Muy cerca de este establecimiento, el personal de la cafetería de la misma plaza en torno a las 13.30 horas estaba limpiando y retirando las mesas. Iban a cerrar porque ya se les había terminado el producto que podían servir, el que tenían en las vitrinas. Desde allí han comentado que nada más producirse el apagón se ha visto que «la gente se iba a casa». Aseguraban en su relato que el público se ha preocupado y ha decidido «volver a casa», si bien no sin dificultades dado que el servicio de metro estaba interrumpido.

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En una tienda de ropa que abría este lunes aprovechando que era festivo «no ha entrado nadie», explica la dependienta, que espera órdenes de sus jefes o que el apagón se solucionar lo antes posible. «Así sin luz no ha entrado nadie. Otras veces ha habido un apagón pero se ha solucionado rápido. Esto nos ha pillado de imprevisto por completo», indicaba la dependienta que espera acabar su turno a la hora que le toca, sobre las 16:00 horas.

Los terrazas permanecían llenas, pero en el interior de los bares y restaurantes reinaba el caos. Los cálculos se hacían como antes: con papel y boli. Y las cuentas se cobraban en efectivo. «El datáfono funciona regular por la conexión. Estamos tratando de cobrar en efectivo», comentaban los camareros de Vi Dolce, una cafetería que empezaba a agotar sus existencias cuando llegaba la hora de comer. «Hemos vendido todo lo que teníamos, porque era bollería y alimentos que no se tenían que cocinar, pero no queremos ni abrir los arcones para que no pierdan el frío», indicaban.

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En la puerta de una establecimiento hostelero de la calle Cirilo Amorós se encontraban los empleados de la casa. «No hemos cerrado todavía, esperando a que nos den instrucciones». Estaba abierto, pero sin actividad. Eran cerca de las dos de la tarde y en ese momento la procupación se centraba en el mantenimiento de los productos que necesitan guardarse frescos. Todo depende de las horas que pueda mantenerse la actual situación.

Los comercios que cuentan con generador son los únicos que podían funcionar, aunque condicionados por la capacidad de los mismos. «Hasta que aguanten podremos seguir», señalaban desde una conocida heladería del Mercado de Colón.

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Junto a la parada de metro de esta calle, dos amigos entraban a una panadería y su única pregunta era: «¿Aquí cobran con metáfono?». Aunque lo que buscaban realmente era un datáfono. La duda después de que la dependienta les confirmase que podían pagar con tarjeta era si comprar una botella de agua o una cerveza. «Venga tío, una birra que esto es el fin del mundo», le decía uno al otro.

Justo enfrente, en las escaleras de acceso a la estación de Colón, trabajadores de Metrovalencia advertían a usuarios despistados de que no hay servicio de metro e impedían la entrada por Pintor Sorolla. Sin embargo, la otra boca de metro permanece abierta. El interior de la estación recordaba a una de esas escenas postapocalípticas similares a las que se vieron en pandemia, cuando las calles se vaciaron por completo. En las vías no queda nadie, ya que los pasajeros que han quedado atrapados han podido ser desalojados. La situación era desconcertante: «Esto da cierto miedito y más cuando es algo tan generalizado».

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En la estación de autobuses la sensación no era de abandono, sino de estrés. Colas para coger el taxi en la salida, una larga fila para obtener información y autobuses llenos hasta la bandera. Eso sí, funcionando con relativa normalidad.

Aparcamientos, a oscuras

El apagón de luz también afectaba a los aparcamientos públicos de Valencia. Así, por ejemplo, en el parking de la Avenida del Oeste tenían que poner los generadores para mantener el funcionamiento, pero los clientes tenían que ir a tientas para poder saber dónde tenían el coche aparcado, porque los pasillos no tenían luz y más complicado lo tenían aquellos que tenían que bajar al segundo sótano por la escalera.

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Igualmente, los clientes tenían que pagar con dinero en efectivo porque no había conexión para los pagos con tarjetas bancarias. Las barreras para permitir la salida de los vehículos se alzaban de forma manual. La imagen era llamativa.

En supermercados exprés de Valencia, como uno ubicado en la calle de la Paz, han cerrado las puertas de acceso cuando se ha producido el apagón de luz, ya que no se podía hacer el pago en las cajas.

Las dudas de marchar

Pasaban las horas, la luz no regresaba y muchos de los visitantes que se encontraban en la ciudad de Valencia empezaban a estudiar posibles alternativas. A las puertas de la estación Joaquín Sorolla, pasadas las 16:00 horas empezaba a haber cierta desesperación entre los viajeros. Algunos se lo tomaban con humor: “Yo creo que voy a enseñar así un poco la pierna y a ver si me coge alguien haciendo autostop”, comentaba un chaval junto a su grupo de amigos.

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Otros no sabían si esperar o marcharse. Ninguna de las dos opciones era sencilla. Los taxistas tenían serios problemas para dar con clientes que pudieran pagar en efectivo, puesto que la conexión para realizar el pago con datáfono no funcionaba de manera adecuada. Esperas de más de una hora para encontrar clientes por parte de los conductores y viajeros en busca de una luz verde a la que poder subirse. La demanda era mayor que la oferta y la cola a las puertas de la estación era cada vez más larga.

En la estación de autobuses la sensación no era de abandono, sino de estrés. Colas para coger el taxi en la salida, una larga fila para obtener información y autobuses llenos hasta la bandera. Eso sí, funcionando con relativa normalidad.

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Aquellos que no tenían un hogar al que regresas empezaban a estudiar la posibilidad de volver al hotel en el que se habían alojado durante su estancia en Valencia. Los hoteles aguantaban el temporal con grupos electrógenos y generadores. En el Hotel Barceló, sobre las 17:00 horas, todavía no habían recibido ningún cliente de regreso, aunque no lo descartaban: "Si eso pasa será complicado. No podemos hacer reservas por dos motivos: ya estamos llenos y el sistema operativo está caído. Estamos trabajando con un generador que lleva encendido dos horas y media podremos trabajar hasta que aguante".

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