![¿Valencia sin la Finca de Hierro? ¿O sin la Pagoda?](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202106/28/media/cortadas/finca-hierro-U30168694204tfB-U80043461063btt-1968x1390@Las%20Provincias-LasProvincias.jpg)
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El 14 de diciembre, LAS PROVINCIAS publicó una noticia cuyo primer párrafo decía así: «El Colegio Oficial de Arquitectos de la Comunitat Valenciana estudiará esta semana el derribo de las naves de una altura de la antigua Escuela de Agrónomos. Las obras, llevadas a cabo este fin de semana, fueron aprobadas en tiempo récord por el Consistorio y la conselleria de Cultura, que se ampararon en la situación sanitaria para autorizar el derribo sin saber al 100% si los edificios que ya no son más que escombros estaban o no, efectivamente, protegidos». Poco más de medio año después, aunque el debate persiste, se impone la lógica de los hechos, más poderosa que toda disquisición teórica. Un vallado protege el solar de Agrónomos. Puro vacío, triste destino para una pieza única, indivisible del resto del edificio. La misma cruel fortuna que pudiera aguardar a otros tesoros arquitectónicos pertenecientes, como la demolida obra de Moreno Barberá, a un periodo histórico cuya protección parece insuficiente.
Javier Domínguez, arquitecto valenciano de reconocida trayectoria, repasaba días atrás en estas páginas el futuro que aguarda a una serie de piezas amenazadas por la misma suerte que convirtió la sede de Agrónomos en escombros. Aunque resulte difícil de imaginar para quien haya interiorizado en su paisaje vital la huella de edificios como la Finca de Hierro, la Pagoda o la Casa Judía, lo cierto es que la defensa de estos luminosos ejemplos de arquitectura más reciente resulta tan débil que los convierte a todos en vulnerables. Carne de piqueta si no prospera una atención superior en su salvaguarda, así entre la ciudadanía como en la Administración. «No existe sensibilidad para reconocer la grandeza de las creaciones artísticas del siglo XX ni conciencia social», se lamenta Domínguez, quien cita otros edificios en esa lista de bienes en peligro de ser derribados: el edificio Moroder (cuyo autor es Miguel Fisac) o la sede de la Confederación Hidrográfica del Júcar, de Miguel Colomina. Son arquitectos de elevado prestigio, que firmaron una serie de bienes desprotegidos peligrosamente. Una relación que incluye apellidos del relieve de Gutiérrez Soto, Guardiola, Figuerola...
Javier Domínguez | Arquitecto
¿Podríamos imaginarnos un día paseando por Valencia con todos esos edificios desaparecidos? Rafael Tamarit, autor de otra de estas memorables obras (el edificio conocido como Hermanos Lladró, sede de la popular firma de cerámica, ubicado en Tavernes Blanques), se suma a los temores expresados por Domínguez. A su juicio, la falta de protección que distingue a todos esos casos nace de la falta de consideración que suele merecer la arquitectura «a pesar de que no hay otro cuerpo sólido nacido de la mano del hombre que haya resistido mejor el paso del tiempo». Una paradoja que conduce sus reflexiones a una melancólica conclusión: «En arquitectura, no manda lo arquitectónico. Mandan la economía y la política».
Tamarit, que luce unos envidiables 82 años («Con el IVA ya estoy en los 100», bromea), mira hacia atrás maravillado aún por la potencia de todos esos edificios «que viven más que las personas y mueren mucho más tarde que nosotros» y agrega su particular reivindicación de lo autóctono: «Los arquitectos valencianos tenemos que afirmar el producto de aquí para hacer arquitectura». Y añade: «La arquitectura moderna en Valencia está muy maltratada». Tamarit pone de ejemplo de lo contrario el cuidado que reciben las obras que ha construido en medio mundo, de Nueva York a Los Ángeles, pasando por Miami o Tokio. ¿Resumen? «La arquitectura no está en manos de los expertos». ¿Solución? «Para proteger la arquitectura necesitamos un Ministerio propio».
Rafael Tamarit | Arquitecto
Un discurso que entronca con las reflexiones propias de otro colega, Malek Murad, profesional de la arquitectura y vicepresidente del Colegio de Valencia, quien recuerda que la ley fija en el margen de los 50 años de antigüedad el tiempo a partir del cual ya se puede proteger un edificio, de donde nace una inquietud central: «Eso significa que todos los edificios inmediatamente anteriores a los años 70 ya deberían estar protegidos». Una circunstancia que está lejos de producirse, que explica el peligro que corre por lo tanto el Cine Metropol y que, como sus compañeros, achaca a la endiablada mezcla de desinterés social y desidia administrativa. ¿Corren de verdad peligro edificios como la Finca de Hierro o la Pagoda de ser demolidos algún día? «Evidentemente, aunque nos cueste creerlo», contesta. «Son edificios demasiado recientes, víctimas de esa resistencia que hay a protegerlos hasta que no haya conciencia de su valor. Es decir, hasta que su valor caiga por su propio peso», afirma. Mientras llega esa hora, Murad insiste en promover desde el Colegio un debate que mejore entre la ciudadanía la percepción de la riqueza arquitectónica que atesora la ciudad. «En Valencia», enfatiza, «no sabemos lo que tenemos». Y clama contra el «expolio» patrimonial: «Como no conocemos el valor de nuestra arquitectura, tampoco nos damos cuenta de que es un patrimonio de todos y que los edificios de hoy serán el espejo donde se mire la ciudad del futuro».
Su alarmada opinión coincide en lo básico con la esgrimida por Javier Domínguez, cuyas palabras también apuntan al porvenir. «La mejor arquitectura de Valencia del siglo XX está realmente en peligro», alerta. Y concluye: «Ese extraordinario legado merece ser preservado íntegramente, sin mutilaciones, para disfrute de futuras generaciones».
Malek Murad | Arquitecto
Torre de Valencia. Gran Vía Marqués del Turia, 77 | Arquitecto: Luis Gutiérrez (1954)
Tres volúmenes diferentes, cada uno con acceso independiente, con distintas alturas: una torre de 15 plantas que organiza su interior con variedad de tipologías y viviendas. al servicio de cada inquilino. Una terraza-jardín de uso comunitario cierra la fachada.
Casa Judía. Calle Catellón, 20 | Arquitecto: Juan Francisco Guardiola (1930)
Arquitectura art déco, con influencias egipcias, hindúes y babilónicas, se denomina Casa Judía por la estrella de David que ostenta en el dintel de la puerta del zaguán, rematado por dos volutas y una hoja de acanto en el arco final.
La Pagoda. Plaza de la Legión Española. Arquitectos: Antonio Escario, José Vives y José A. Vidal (1967)
Edificada donde antes se alzó el Palacio Ripalda, la torre llamada La Pagoda ilustra el frenesí constructivo de los 60. Representó entonces un hito arquitectónico, con sus fachadas adaptadas al ritmo que imponen las plantas, jardineras en las terrazas y bandas horizontales de ladrillo, curvadas para resaltar su verticalidad.
Edificio Moroder. Plaza de Tetuán, 6 | Arqutecto: Miguel Fisac, 1963
Una de las dos obras de Fisac en Valencia: en su tiempo, las ideas materializadas en este edificio residencial (prefabricación, industrialización, seriación) fueron toda una novedad para la ciudad.
Finca de Hierro. Calle Xàtiva, 1 | Arquitectos: Vicente Figuerola y Vicente Aliena, 1954.
El primer edificio en Valencia en usar metal en la estructura constructiva fue en su día el techo de la ciudad, hasta que nació la torre de la avenida de Francia. La Finca de Hierro se comenzó a levantar antes de la riada, en 1954, sobre el suelo de la antigua fundición Primitiva Valenciana. La obra se terminó en 1962.
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Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
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