Hace no muchos años las calles de Valencia eran una mezcla de asfalto y adoquines, incluso alguna zona estaba aún por pavimentar. Poco a poco, provocado por la creciente utilización del transporte a motor, los viales de la capital se han ido adaptando a las necesidades de circulación, aplicando técnicas que mejoran la conducción y la seguridad vial. El avance no debería estar reñido con la historia y como ya ocurriera con las pasarelas de la avenida del Cid, el Ayuntamiento de Valencia ha procedido a enterrar el histórico adoquinado de la calle Floresta, una perpendicular de la avenida del Puerto.
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El adiós se ha producido durante este martes. A primera hora de la mañana lucía el tradicional pavimento y horas más tardes era ya historia. Una capa negra de asfalto ha enterrado todos los adoquines de la vía. El cambio es evidente y notorio, provocando que la calle haya perdido parte de ese encanto que le conferían las piedras que hasta hace años lucían en muchas otras vías de la ciudad.
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Lo que antes era una calle adoquinada es ahora una calle asfaltada, como muestra de los fácil que resulta enterrar la historia de Valencia. Pocas calles quedan ya con el adoquinado y viendo la determinación municipal aún podrían ser menos. Valencia se quita parte de su historia, entierra unas piedras que son mucho más que piedras. No hace muchos años levantaron la calzada en Cronista Rivelles, dejando a la vista el adoquinado y las antiguas vías del tranvía. Duró poco la alegría, una nueva capa de asfalto cubrió aquella Valencia del siglo pasado.
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