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Lola soriano
Valencia
Lunes, 13 de julio 2020, 00:21
Los vendedores del mercado de productos viejos del rastro estrenaron ayer sede junto al parque Amelia Chiner, en la confluencia de la avenida de los Naranjos y Luis Peixó. A pesar de que el día amaneció nublado, el calor fue haciendo acto de presencia y los vendedores tuvieron que improvisar toldos y sombrillas para resguardarse.
En este día de estreno la mayoría de los comerciantes coincidieron en señalar que «el nuevo sitio tiene árboles muy jóvenes y estamos expuestos al sol. El día está encapotado, pero cuando apriete el sol, no podremos estar. A mí, por ejemplo, me ha tocado un puesto donde el alcorque está vacío, sin árbol, y no se puede estar», indicó Juan C.
Otro compañero, Marco M. se sentía nostálgico de la antigua sede junto al Mestalla. «Aquí los árboles están poco crecidos. Me gustaba más el otro sitio, pero nos iremos haciendo». Ángel J. tuvo que desplegar una sombrilla para refugiarse. «No han mucha sombra y por eso me he traído una sombrilla. Está viniendo gente, espero que esto se anime».
«Hay banquitos, pero los árboles son demasiado pequeños, de aquí a 20 años igual dan sombra», añadió Tomás C. Otro de los problemas que se han encontrado «es que las parcelas de los puestos son muy pequeñas, de unos cuatro metros cuadrados y no hay profundidad. De manera que no tenemos casi sitio para exponer las cosas», añadió Tomás.
Fernando J. coincidió en señalar que «antes teníamos un metro de fondo, pero ahora no nos podemos mover. Estamos muy cerca unos puestos de otros», opinó Fernando J. Y cabe recordar que ayer sólo estaba el 50% de los vendedores, por las medidas del Covid-19, por eso pensaban que «cuando estemos al completo, no nos podremos mover».
Otro vendedor lamentó que el horario que se ha marcado es de 9 a 14 horas, «porque en el otro sitio ya teníamos público a las 6 de la mañana». Alicia Jimémez explicó que hay poco espacio para maniobrar cuando entramos las furgonetas para descargar». Entre los aspectos positivos, destacaron que por la zona se podía aparcar. Como anécdota, cabe destacar que entre los objetos que se vendían figuraba un cuadro de Vicente García Lizondo e incluso recuerdos de reconocimientos empresariales y políticos y su premio ‘Gancho d’Or’ de la agrupación de fallas de Ruzafa.. También se pudo ver en otra parada un retrato de Franco. Algunos de los compradores como José Martínez, residente en Mallorca y veraneante de Cuenca bajó a Valencia para ver el rastro, otra como Josefa García, que compró una lámpara, acudió desde Puerto de Sagunto e Inma Rubert, vecina de Burriana, adquirió un reloj.
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