Viaje a la Valencia musulmana

A comienzos del siglo XI, la ciudad pasó a ser la capital de la Taifa de Valencia. Balansiya se convirtió en un importante centro de la cultura árabe de la cual aún se conservan restos arquitectónicos

Miércoles, 13 de mayo 2020

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Los restos arquitectónicos de la Valencia musulmana han quedado reducidos a la mínima expresión, lejos de lo que ocurre en Córdoba, Granada o Sevilla donde ese pasado árabe aún es perceptible. Por ello es necesario hacer un esfuerzo imaginativo para recrear cómo llegó a ser aquella gran urbe llamada Balansiya. La que un día fue capital de la Taifa de Valencia era una imponente ciudad amurallada. Sus días se sucedían entre el bullicio de los zocos, baños, jardines, lujosos palacios, mezquitas y la presidencia de un Alcázar Mayor.

¿Cómo llegó la antigua Valentia a esta transformación religiosa y cultural? Hay que remontarse a las guerras dinásticas entre los reyes visigodos, las cuales dejaron un gran vacío de poder en la Península Ibérica en el siglo VIII. Los ejércitos musulmanes aprovecharon esta debilidad y entraron por Tarifa en el 711 capitaneados por Tariq. No tardaron en hacerse con el control de la mayoría del territorio, a excepción de la zona norte (Asturias). Pronto Valencia se incorporó al Valiato de Al-Andalus, dependiente del Califato de Damasco, y tras este, al de Córdoba. Finalmente, a comienzos del siglo XI, Valencia pasó a ser la capital de la Taifa de Valencia, convirtiéndose en un importante centro de la cultura árabe. Ya a finales de este siglo, El Cid conquistó la ciudad y permaneció en ella durante 8 años pero el empuje almorávide expulsó de nuevo a los castellanos, y la urbe fue ampliada y reconstruida ya en el siglo XII.

En Balansiya la mayoría de la población se dedicaba a la agricultura, que tuvo un peso fundamental constituyendo la principal fuente de riqueza de la época. El buen aprovechamiento de las aguas hizo que tierras de secano o improductivas se convirtieran en regadíos. La extensión del campo dio origen al nacimiento de nuevos pueblos en Balansiya, la mayoría de ellos en la actualidad conservan el nombre de este periodo.

Otros trabajos extendidos entre los vecinos eran los artesanales o los dedicados al comercio, destacando la cerámica y la producción de tejidos como la seda. Aunque los oficios que han dejado más huella con el paso del tiempo a través de los objetos hallados en las excavaciones son los curtidores y alfareros.

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Por su parte, las élites urbanas obtenían importantes rentas por arrendamientos e impuestos a los campesinos, mientras se ocupaban del desarrollo de la ciudad.

Con la conquista musulmana, el centro de la ciudad se transformó. El centro neurálgico de Balansiya quedó protegido por la muralla árabe, construcción de la que más restos se conservan. Englobaba el actual barrio de la Seu, la mitad oriental del Barrio del Carmen, la mitad occidental de la Xerea y el norte del barrio del Mercado. Tenía 7 puertas de nombre árabe. En la plaza del Tossal se conserva parte de la muralla que ha sido restaurada y puesta en valor. También hay un par de torres en el barrio del Carmen, atrapadas en medio de las viviendas.

Además de la muralla, estas serían las construcciones más significativas de Balansiya:

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Los baños palatinos

La capilla funeraria anexa a la catedral visigoda de Valencia sufrió una serie de transformaciones en el siglo X, durante el periodo musulmán, pasando a convertirse en un baño árabe o 'hamman'. El ábside cuadrangular fue roto para instalar el horno de calefacción. Asimismo, el crucero se tabicó con grandes muros de mortero que conformarían las tres salas de baño: fría, tibia y caliente. Hasta los baños se accedía por el brazo norte de la antigua capilla. La zona de cabecera se convirtió en la sala caliente, la tibia ocupó el antiguo crucero y la fría estaba a los pies de la vieja construcción visigoda.

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Ya entrados en el siglo XI, los baños quedaron en desuso y más tarde el edificio sufrió un fuerte incendio. De esta zona fueron recuperadas durante las excavaciones de La Almoina numerosas piezas de cerámica, metal y vidrio liso. Estas piezas se exponen ahora en su museo. También se hallaron dos alambiques cerámicos dedicados a la destilación de perfúmenes.

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Las casas nobles

Los trabajos arqueológicos de La Almoina también sacaron a la luz restos de cinco casas diferentes alrededor de La Rauda (cementerio real).

Asimismo, la mayoría de viviendas y palacios de la época han salido a la luz en el centro histórico de Valencia. «Yo excavé uno de la época almohade en plaza Marqués de Busianos-San Nicolás en el que se conservaba el patio, el jardín, la alberca con escaleras y realizada de sillares con paredes estucadas en rojo y blanco», comenta la arqueóloga Marisa Serrano, que añade que conservaba parte de las conducciones hidráulicas, «en su perímetro exterior conservaba las canaletas, se encontraron figuritas de bronce dentro de los surtidores de agua». De este palacio se recuperaron abundantes yeserías.

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Asimismo, el Museo de Historia de Valencia guarda una importante colección de objetos de la época como juguetes, vasijas o moldes para hacer joyas. Todos hallados en el centro de la ciudad. Su director, Javier Martí Oltra, destaca un alfabeto árabe grabado sobre la escápula de un buey que los niños llevaban colgado al cuello para aprender a leer: «Fue hallado en la calle Conde Trénor de Valencia y da una idea del nivel de refinamiento cultural de aquella sociedad en la que se aprendía a escribir en un conexto doméstico», explica.

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La gran alberca

Las albercas son un elemento fundamental dentro de la arquitectura islámica, que sirve al tiempo de balsa de riego y de estanque áulico. Estuvo presente en muchos complejos del norte de África, Al-Andaluz y también en las edificaciones domésticas.

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Ya en el siglo XII se construyó un gran espacio ajardinado en la zona de La Almoina donde destacaría una alberca rectangular. Sus paredes estaban pintadas de rojo y tenían una anchura de unos 1,30 metros. Adosadas a ella tenía dos piletas que estaban integradas con el entorno vegetal. Los andenes circundantes permitían la circulación del agua. Al norte y sur del patio se ubicaron distintas habitaciones, según los investigadores.

Sus restos son observables en el museo de La Almoina.

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La Mezquita Mayor

La catedral visigoda de Valencia dio paso a la construcción de una mezquita tras la invasión musulmana. Apenas hay datos sobre cómo fue aquella contrucción. «Lo que conocemos es por las referencias que hacen personajes históricos que oraron en ella», comenta Javier Martí Oltra, director del Museo de Historia de Valencia.

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En su interior se reunía el Tribunal de las Aguas y que fue trasladado al exterior cuando la mezquita se convirtió en iglesia. Esta institución ha llegado hasta nuestros tiempos y que desde hace un milenio dirime los conflictos de riego entre los agricultores de su fecunda vega.

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El Alcázar

Los estudios arqueológicos permiten probar la existencia del Alcázar Mayor de Valencia en una zona situada entre la Catedral, el Almudín, el Palacio Arzobispal y la Iglesia de San Esteban.

Se trataba de un recinto amurallado que albergaba en su interior la casa del gobernante y de su familia y los edificios administrativos del Estado. Ocupaba la zona en la que ahora se encuentra la actual catedral, ocupando la zona noroeste de la ciudad. Junto a la mezquita mayor, eran los dos edificios más representativos del poder político y religioso.

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El Alcázar albergaba dentro de un recinto fortificado la residencia del gobernante y de su familia, así como edificios abiertos con jardines y albercas y de todos los servicios urbanos como baños, pozos o aljibes y el cementerio real o rauda.

Los límite norte y este del alcázar se han encontrado en el edificio del Almudín, que está asentado sobre la muralla septentrional del Alcázar.

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La rauda

En la zona meridional de La Almoina y hasta la parte sur, se extendía La Rauda o cementerio real donde recibían sepultura la clase dirigente. La tipología de los enterramientos era variada, desde el más sencillo que consistía en una fosa simple excavada en la tierra hasta el más complejo formado por una tumba de con los lados de ladrillo y un realce para la cabeza. En una primera etapa recibieron sepultura en La Rauda personajes destacados, más tarde también fue usada por las élites.

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Las tumbas estarían señaladas con un pequeño texto religioso junto al nombre del difunto y la fecha del fallecimiento. El Museo de Historia de Valencia expone una de estas lápidas encontradas en la zona de La Rauda.

El 9 de octubre de 1238, Jaume I conquistó Valencia y la historia de la ciudad dio un nuevo vuelco.

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