Jesús tuerce la calle y deja de espaldas el mar y los tinglados, camina casi sin fijarse, pasando por las naves, restos de las raíces industriales del barrio. Sólo dos están rehabilitadas, y tan sólo una en uso. Tuerce la esquina y se dirige a ... la parte de detrás de esas naves, recorre un parque que está nuevo, como recién estrenado, pero que tiene ese aspecto de «desangelado», piensa en voz alta Jesús. Al lado están trabajando unos obreros y unos metros más allá, las vallas rodean lo que fue el circuito de la F1. A lo lejos sigue el cauce, la desembocadura, Nazaret...
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Mirando hacia allí, con las manos sujetas en la espalda dice que esto es lo que hay, es «un desastre», lo describe como un retal detrás de otro, como un montón de cosas sin sentido que ocupan este barrio que desea serlo, pero sin éxito.
«El puerto deportivo de la Copa América, la Fórmula 1, la avenida del Puerto que ya es una autopista.. y después de tanto tiempo todo sigue ahí, eso sí, no busques el centro de salud porque no lo hay», dice con sorna.
Son tantas las marcas del barrio que han acabado por convertirse en un Frankenstein sin corazón, sin personalidad, sin esencia. Como ese extraño que no ha dejado de ver cómo a su alrededor, barrios como El Cabanyal o Nazaret han guardado sus señas y han conseguido que poco a poco se vayan reparando sus grietas, El Grao está en pausa, sigue esperando, mientras su vecinos desean ser barrio.
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Y es que no sólo ha cambiado su piel, también sus vecinos. Los residentes de las familias que habitaron ese barrio que antes era un pueblo independiente, ahora ya no están en su lugar, y con la construcción de nuevas fincas, llegaron familias o vecinos desarraigados con el origen pero atraídos por su proximidad a la franja marítima. Ha ganado población en los últimos 30 años pero después de alcanzar un tope en el 2015 empezó a descender y ha perdido en seis años un centenar de vecinos.
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«Es un barrio dormitorio, nadie hace vida aquí, al menos en esta parte de la avenida del Puerto, es que los bajos están sin estrenar desde que se hicieron las fincas, este mismo, es el de la mía», dice señalando uno cerrado con la persiana pintada. En esa zona de El Grao apenas hay tiendas ni comercios, están sorprendidos de que hayan abierto recientemente un supermercado pequeño. Para lo demás deben ir a la otra parte de la avenida del Puerto, o a Nazaret. Sin embargo, los planes urbanísticos como el PAI que tienen pendiente y el que se está ejecutando no prevén dotaciones de servicios necesarios.
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«Ni instalaciones deportivas, ni centro cívico, ni colegios o institutos... la lista es larga, es cierto que te atienden en el Ayuntamiento pero aquí las cosas no llegan, mientras ves que en otros barrios van llegando, aunque sea lento, pero llegan», dice Vicente, de la asociación de vecinos. Explica que eso también se ha perdido, que los vecinos ya no salen a la calle ni se implican en reclamar «los básicos», comenta.
En la farmacia José María también habla de la necesidad de invertir. «No vendría mal, pero no hacen falta grandes cosas, sino lo básico, más limpieza también, y es que aquí no conocemos ni al policía de barrio, y han habido varios atracos, cuando me toca cerrar por las noches a veces bajo la persiana porque me da respeto», asegura.
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La avenida del Puerto divide el barrio, otra cicatriz, una de las grandes que lo deja partido en dos. «Se ha convertido en una autopista gigante», reconoce Jesús. Al otro lado de esta cicatriz el barrio parece distinto, más similar al Cabanyal, con más actividad en los comercios, con bares y terrazas. «Además mira, están por fin terminando el mercado, que lleva pendiente desde el 2018, esperemos que esto traiga más vida y ambiente», comenta Jesús.
Es ahí, al lado del mercado, donde Rosa regenta una droguería que está abierta desde 1949. Su familia era del barrio y ella sobrevive con el negocio. Rosa se ha quedado por la zona porque reconoce que le encanta aunque desearía que «se vayan ocupando viviendas nuevas, que haya vida más de barrio otra vez, que abran el mercado, que haya más colegios para las familias, recuperar un poco el ambiente, aunque por lo demás yo no lo cambio por nada».
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Aunque sus cicatrices sean difíciles de tapar, El Grao quiere encontrar su identidad como barrio y evitar convertirse en ese monstruo sin alma ni corazón.
9.427 vecinos. El barrio ha ganado población pero después de alcanzar un tope en el año 2015 ahora ha empezado a descender y ha perdido en seis años un centenar de vecinos.
38,8% Cerca de un 40% de la población del barrio es inmigrante: hay un 23% de extranjeros.
200 Los apartamentos turísticos proliferan en la zona, con más de 200 según las estadísticas de la fundación municipal Visit Valencia.
Sin esperanzas sobre el PAI del Grao, que sigue paralizado
Las negociaciones sobre el PAI del Grao están en marcha pero no parecen avanzar. La conselleria de Vivienda y el Ayuntamiento de Valencia deben decidir cómo se salda la deuda del PAI del Grao, por el circuito de la Fórmula 1. Ambas instituciones están enfrascadas en diferencias aunque se empeñan en mostrar su voluntad para llegar al acuerdo, pero durante las últimas semanas se han producido diversas situaciones de tensión que sacan a la luz discrepancias, lo que hace que los vecinos pierdan su esperanza sobre el PAI.
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