Borrar
Urgente El precio de la luz se dispara este lunes con la nueva tarifa: las horas más baratas para enchufar los electrodomésticos
Banderas, estandartes y vestimentas de los templarios en Peñíscola.
Vida y Ocio

El rastro valenciano de los templarios

Castillos y fortalezas construidos por los caballeros en la Comunitat aún siguen en pie

C. V. M.

Martes, 5 de agosto 2008, 16:22

La huella de los templarios aún perdura en forma de castillos dispersos por el territorio valenciano. Los caballeros escribieron un capítulo en la historia de la Comunitat hace ya 700 años. El final de la orden fue indigno para unos guerreros al servicio de la cristiandad: la hoguera.

Los templarios murieron perseguidos. Tachados de herejes, la Iglesia para la que habían combatido contra el mundo musulmán durante dos siglos expropió su excelso patrimonio en 1307. Ahora la Asociación Orden Soberana del Temple de Cristo, que asegura ser la heredera de estos legendarios caballeros, reclaman a Benedicto XVI por la norma papal de Clemente V que suprimió la orden de los templarios. Exigen la rehabilitación de la comunidad religiosa y un reconocimiento de sus bienes.

Tras siete siglos de ostracismo forzoso, hay mucho trabajo por hacer para restaurar el honor de la orden templaria. Los expertos de Historia Medieval tratan de eliminar de la inapropiada fama del Temple palabras como oscurantismo y clandestinidad. "Los caballeros de la orden querían conquistar territorios para la cristiandad desde Occidente hasta Oriente y protegían a los peregrinos que iban a Tierra Santa", explicó Àngels Casanovas, comisaria de la muestra , que recaló en en el castillo de Peñíscola en 2006.

La hueste templaria tuvo una actuación decisiva en las fronteras de la conquista cristiana en los siglos XII y XIII. "Constituyeron un conjunto de ejércitos en pie de guerra permanentemente, únicos por su solidaridad y cohesión, por su desinterés y por su espíritu. Sus múltiples posesiones les proporcionaron un notable capital para la guerra y la colonización de la frontera. Poseían organización, experiencia, habilidad y autonomía. Por encima de todo, combinaban en una sola vocación los dos entusiasmos de esta época valerosa: el heroísmo del monasterio y el heroísmo de la guerra", según escribió la especialista en Historia Medieval, Nieves Monsuri, para la obra , publicado en LAS PROVINCIAS en 1999.

Los brazos de hierro

Los templarios fueron los "brazos de hierro" para los reyes de Aragón. Los caballeros conquistaban territorios y los monarcas compensaban tal hazaña con privilegios y donaciones. Alfonso I el Batallador les hizo herederos, junto con los hospitalarios y los del Santo Sepulcro, de los reinos de Aragón y Navarra. Ramón Berenguer IV les concedió diversos castillos, villas, rentas y exención de tributos. Con Pedro II comienza la relación de Valencia con la orden del Temple. Del monarca, recibieron los pueblos y la torre de Ruzafa, el pueblo de Cantavella, el castillo y el término de Culla.

Los monjes guerreros conquistaron los castillos de Ademuz, Sertella y Castielfabib.

El papel de la orden en el reinado del hijo de Pedro II fue fundamental. Siendo niño Jaime I, el papa Inocencio III eligió al maestro templario en Aragón, Guillen de Montredón, como tutor del pequeño.

Desde ese momento, los templarios pasarían a ser confidentes, asesores y compañeros de armas del monarca que conquistó Mallorca, fundó el reino de Valencia y del que este año se conmemora el 800 aniversario de su nacimiento en Montpellier.

La compensación económica que recibió la orden religiosa-militar se tasó en tierras. Jaime I concedió a los templarios el castillo de Pulpis (en 1227), Xivert (en 1233) y un tercio de Burriana. Conquistada Valencia en 1238, la colaboración templaria fue premiada con la torre grande en la calle Barbazachar, varias casas próximas, tierra para una almunia extramuros en Xerea y veinte yugadas de tierra cultivable, según los historiadores.

El contingente templario que tomó parte en la conquista del reino de Valencia era más valioso por su profesionalidad, disciplina, rapidez de movilización y eficacia, que por su número. Así, lo destacó el propio Jaime I en su .

Cuando en 1238, el monarca se acercaba a la ciudad de Valencia para comenzar el asedio, el destacamento templario se componía de veinte caballeros y la mesnada regia se nutría de 130 a 140 caballeros.

Recompensa en ladrillo

Tras el sitio de Xàtiva, en agosto de 1244, el maestre provincial del Temple recibió como recompensa la mitad del astillero de Dénia. Dos años después, las alquerías de Moncada y Carpesa, pasaron a manos de la orden. Peñíscola, que había sido prometida tiempo atrás, fue concedida en 1294 junto con Albocàsser, Ares, Benicarló, Cuevas de Vinromá, Serratella, Tírig, las torres de los Domeges, Villanueva de Alcolea, Vinaròs y otras posesiones menores.

El Temple acumuló numerosas posesiones, que hoy son propiedad municipal o privada. Su fuerte, dentro del reino de Valencia, estaba situado en el Maestrat, aunque sus redes se extendían hasta Moncada, Silla o Sueca. "La clave de los territorios -apunta Casanovas- radicaba en las fronteras. Ellos defendían los límites frente Al-Andalus".

Los templarios lograron extenderse por el nuevo reino y echaron raíces en las tierras conquistadas. Su túnica blanca con la cruz roja se podía ver en la ciudad, en el campo y en la frontera meridional. Los caballeros consiguieron hacerse presentes. "En tiempo de paz, los guerreros eran garantía de seguridad; en tiempo de peligro, estaban entre las primeras tropas en pie de guerra", recoge el .

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lasprovincias El rastro valenciano de los templarios

El rastro valenciano de los templarios