Las checas después de la guerra
Loreto Apellániz creó una red de agentes que operó en la calle Sorní de Valencia
J. A. Z.
Domingo, 15 de febrero 2009, 03:17
Uno de los elementos más destacados y claves de la guerra civil y la posguerra fueron las checas, según los historiadores vinculadas al partido comunista. Una formación, añadieron, que fue adquiriendo poder poco a poco y pasó a formar parte de los aparatos de seguridad del Estado, y fue dentro de este crecimiento donde nacen las denominadas checas. Los historiadores manifestaron que este cuerpo parapolicial capturaba a personas a las que aplicaba métodos duros para obtener información del paradero de mandatarios o cargos importantes que estaban en contra de la República. Los arrestados eran trasladados hasta un refugio habilitado para tal fin. En Valencia la más famosa fue la situada en la calle Sorní número 7. Esta se creó poco después del pronunciamiento militar y más tarde formó parte de la red de centros del Servicio de Investigación Militar (SIM) del Ejército de la República. En esta consiguió fama Loreto Apellániz García (el jefe más eficiente del SIM), según los investigadores. Este hombre, añadieron, realizó una carrera meteórica en el Ejército Rojo y en los servicios de contraespionaje. Creó una importante red de agentes y delatores de gran eficacia que actuaban dentro de las checas. Al terminar la guerra su nombre figuraba el primero en las listas franquistas de las personas buscadas, ya que se le consideró el más brutal y despiadado de los cabecillas del SIM. Por la citada de Valencia pasaron personalidades destacadas como el aristócrata Federico Espinosa de los Monteros, que fue maltratado durante tres meses. Bajo el mando de Apellániz, fue atado al respaldo de una silla para tratar de obtener información. También fue interrogado y sufrió duros castigos el doctor José Luis Maíquez Noguera, que era un dirigente importante de la derecha valenciana. Igualmente recibió palizas el estudiante Jesús Sancho-Tello Mercada. Fue detenido y encerrado en la checa, donde fue sometido a diferentes prácticas dolorosas por ser miembro de las Juventudes Católicas, según manifestaron los mismos historiadores. Todas estas guaridas se encontraban en sótanos o subterráneos y con unas entradas bastante pequeñas. El objetivo de todas estas características era evitar que desde el exterior pudiera escucharse cualquier sonido proveniente del interior de la checa, donde se le aplicaron prácticas crueles para conseguir información a miles de personas en España.
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