Jose Forés Romero
Miércoles, 10 de septiembre 2014, 20:58
En una isla de cañas y barro, los agricultores y pescadores de la zona impulsaron durante la primera mitad del siglo XX, la restauración de aquel espacio tan bien novelado por Blasco Ibañez y que lleva por nombre El Palmar. Este 10 de septiembre, la Asociación de Hostelería ha querido rendir homenaje a aquellas familias, que hoy han convertido ese paradisíaco lugar , en un agregador de restaurantes con vistas únicas y sabores eternos.
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La materia prima utilizada rinde tributo diariamente a aquellos que guisaban la anguila como nadie y encontraban el punto al arroz como ninguno. Sus herederos continúan con esa labor, respetando al máximo los principios básicos que les mostraron en su día.
Más de 30 restaurantes y poco más de 700 habitantes. Una oferta especial en un paraje único. Los hay mejores y menos buenos, pero su peculiaridad les hace a casi todos recomendables. Aunque hagan falta más esfuerzos para promocionar su singularidad, según apuntan los que ahora regentan los restaurantes, que reciben a decenas de turistas ávidos de gastronomía auténtica.
Para la historia quedará, allá por 1906, el primer negocio hostelero abierto oficialmente en El Palmar. Se llamaba El Casino, y era más conocido por el bar de la tía Pitonya. Posteriormente, el boom de la hostelería llegó entre las décadas 60-70, con la apertura de restaurantes: Isla, Albufera, Mateu, Cañas y Barro, El Rek, Lago, Rogelio y Planta Azul.
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