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De Crimea a Valencia (como esclavos)

De Crimea a Valencia (como esclavos)

Esta zona constituía a finales de la Edad Media un punto clave en la trata de siervos hacia el Mediterráneo

Francisco Javier Marzal Palacios

Martes, 10 de marzo 2015, 17:34

Se cumple estos días el primer aniversario de la crisis de Crimea, que terminó con la anexión de la peninsula por parte de Rusia. No es Crimea un territorio que tenga unas estrechas relaciones con Valencia, ni tampoco las ha tenido a lo largo de la historia. Hubo sin embargo una época en que sí existió una cierta relación, concretada en la presencia en nuestra ciudad de esclavos nacidos en Crimea o que habían pasado por allí. Cientos de esclavos tártaros y rusos, en una cronología que se extiende aproximadamente de 1350 a 1475.

Crimea constituía a finales de la Edad Media un punto clave en la trata de esclavos hacia el Mediterráneo. En concreto ciudades como Sebastopol, Kerch o, sobre todo, Caffa, actual Feodosiya, por entonces la gran colonia genovesa en Crimea. Para esta última, contamos con el testimonio de un viajero castellano, Pero Tafur, quien hacia 1430 señalaba cómo los tártaros de la zona vendían allí a sus hijos o hermanos, acuciados por el hambre o simplemente para conseguir dinero, con el pretexto de que este vender de los fijos non es pecado, porque es un fructo que Dios les da de que se pueden aprovechar, é aún, que allá donde van, les fará Dios más merçed que allí. Sobre los rusos, indicaba que eran vendidos en Caffa por los tártaros tras ser capturados en algún enfrentamiento armado. El caso es que unos y otros partían desde Crimea en dirección al Mediterráneo, llegando bastantes de ellos, tras diferentes escalas más o menos prolongadas en otras ciudades, a Valencia.

Aquí nos los encontramos. No podemos afirmar que todos los esclavos tártaros que vemos en Valencia han nacido en Crimea, o que todos los rusos han pasado por allí, pues la documentación se refiere a ellos como esclavos de nació de tàrtars o de linatge de rosos, sin más precisiones geográficas, pero podemos suponer que en muchos casos esto era así, por esa posición estratégica que ocupaba Crimea en el tráfico de esclavos. Por desgracia carecemos de testimonios personales de este tipo de esclavos acerca de su lugar de nacimiento, la forma de perder la libertad o el itinerario seguido hasta llegar a Valencia, como sí ocurre con esclavos de otras procedencias, caso de los sarracenos. Sí que los vemos en cambio realizando algún trabajo, cometiendo un delito o siendo víctima de él, intentando una fuga, siendo objeto de una venta o padeciendo una enfermedad. Los vemos caminar por las calles o disfrutar de su descanso. Los vemos, en suma, formar parte del panorama humano de la Valencia de finales de la Edad Media, formar parte de nuestro pasado.

Interesa con todo destacar dos cuestiones acerca de esos esclavos tártaros y rusos, útiles para comprender mejor el alcance de las relaciones humanas entre Crimea y Valencia. La primera, que hablamos sobre todo de esclavas, algo que es mucho más marcado todavía en el colectivo ruso, esclavas además con unas edades bajas o muy bajas, en muchos casos poco más que adolescentes. La segunda, que esos esclavos, caso de alcanzar la libertad en Valencia, permanecían aquí, sin retornar a su tierra, como una parte más de la población de la ciudad, ellos y sus descendientes, con la consiguiente mezcla de sangre que ello comportaba.

En definitiva, conocer cada vez mejor la rica historia valenciana posibilita entre otras cosas establecer relaciones con acontecimientos del presente, lo que nos lleva a interesarnos más por ellos, o al menos a contemplarlos desde una óptica diferente, más amplia y enriquecedora.

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