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Rafa Muñoz
Lunes, 17 de octubre 2016, 16:00
Durante el último año trabajadores del Hospital La Fe de Valencia han desarrollado un programa piloto de voluntariado llamado Can de la Mano. Dicho proyecto se ha basado en la generación de encuentros entre perros y pacientes de Oncología Pediátrica con enfermedades crónicas o ingresos continuados.
El objetivo era mejorar la tolerancia a la hospitalización, asociando un estímulo positivo, como es la adopción virtual de un perro, y procurar que el paciente, en cada uno de los ignresos, al menos pueda tener un encuentro físico con el perro, explicó Juan López Andreu, coordinador del programa Can de la Mano.
Una vez conluido el primer año del proyecto, la valoración cualitativa es altamente favorable. Incrementa las emociones positivas, no sólo en los niños sino también en sus familias; estos sentimientos positivos no sólo están relacionados con el momento del encuentro, sino que también tiene un efecto anticipatorio, porque los días anteriores el niño piensa que va a encontrarse con el perro y su humor y comunicación con nosotros cambia, y eso se mantiene también en los días posteriores, aseguró Bárbara Torres, doctora de Oncología Infantil del Hospital La Fe.
Quisiera reiterar el valor de la ilusión como tratamiento para estos niños, y con ello también la gratitud a quienes se la devuelven a estos niños a través de proyectos tan fantásticos como Can de la Mano, destacó Carmen Montón, consellera de Sanidad Universal.
Durante primera fase de este programa se han producido una veintena de encuentros, y el proyecto piloto ha contado con la participación de nueve pacientes de Oncología Pediátrica y siete perros, propiedad de trabajadores del centro, que fueron adiestrados durante seis meses antes de comenzar su participación.
Verles reír vale todo el dinero del mundo
Durante la presentación del programa dos padres de pacientes que han participado en Can de a Mano contaron su experiencia. Ella no entiende muy bien qué sucede a su alrededor, pero sí que sabe que día a día hay cosas que le motivan, como es la escuela, y también el poder ver a una mascota, explicó Miguel Serra, padre de Sara, paciente del hospital de 8 años.
Es como encontrar una isla en medio del océano; ese rato que estaba allí era mágico, porque jugaba con la perra, le daba órdenes, le daba de comer; hay que agradecer el trabajo de los cuidadores porque estos animales tienen una paciencia impresionante, agregó.
Gracias a ellos nuestra estancia en el hospital se hace más agradable, se puede llevar mejor, y los niños se lo pasan muy bien; nosotros también, pero ellos mejor; y verles reír y que están contentos, que se lo pasan bien, ver esa ilusión que tienen en los ojos, valen todos los dineros del mundo, es lo mejor que se puede ver cuando estás en una situación como ésta, conluyó Elisa Tomás, madre de Júlia, de 4 años.
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