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La Albufera, ese paraíso natural de los valencianos. Pulmón verde de la ciudad de Valencia. Ejemplo de identidad y de 'terreta'. De samarucs y de arroz. El lago y su Devesa son uno de los emplazamientos más icónicos para aquellos nacidos en la capital del Turia. Sin embargo, no deja de ser curioso como el territorio, ahora declarado parque natural desde 1986, pertenece al término municipal de Valencia. Municipios como Silla, Catarroja, Cullera o Alfafar son cascos urbanos más próximos al lago que la capital de la Comunitat. Pese a ello, de las 21.120 hectáreas que conforman el paraje natural, el lago y su devesa se encuentran dentro de los 135 kilómetros cuadrados que agrupa Valencia en su término municipal. La pregunta ahora es, ¿Por qué?
Para entender la posición de la Albufera en cuanto a su propiedad y gestión, LAS PROVINCIAS ha podido contar con el relato de Carles Sanchís Ibor, geógrafo y técnico superior de apoyo a la investigación en Centro Valenciano de Estudios del Riego. Sanchís es investigador de la Universitat Politècnica de València y realizó su tesis doctoral sobre la evolución de la Albufera en el tiempo.
La primera época de la que se conoce más información en cuanto a la propiedad de la Albufera se sitúa en la conquista de Valencia por parte de Jaume I a los musulmanes el 9 de octubre de 1238. Con la recuperación del territorio, Jaume I reservó para su propiedad el lago y su Devesa. «Jaume I gestiona la Albufera de la misma manera que los señores gestionaban los señoríos», explica Sanchís. Durante esa época, el poder estaba muy vinculado al patrimonio de las familias nobiliarias y señores de la zona. Para que el monarca del entonces Reino de Valencia pudiera competir contra los señores feudales, debía poseer tierras propias que poder explotar y que llenaran las arcas del patrimonio Real.
«El papel de Jaume I es de mantener el ecosistema mientras se beneficiaba de arrendar la explotación del terreno, explica el geógrafo. De esta manera, el 'Conqueridor' conseguía sus ganancias permitiendo la actividad de terceros sobre el paraje natural. Actividades típicas de la época eran la pesca en el lago, la venta de sal o la explotación de la vegetación para ganado. A los pescadores se les cobraba la quinta parte de lo pescado, como tasa para poder realizar su trabajo. Con las salinas, se arrendaba al mejor postor. Quien ganaba el privilegio de explotar las salinas, pagaba también una cuota a cambio del derecho de apropiarse del negocio de la sal durante 4 o 5 años.
Jaume I crea así un sistema que mantendrá el territorio de la Albufera en propiedad de los distintos reyes de la época durante siglos. Así, el lago y su Devesa permanecen en el patrimonio real hasta el siglo XIX, aunque con un periodo por medio donde sí hubo un cambio de dueño por tiempo limitado. En 1701 estalla la guerra de sucesión española entre los Austrias y los Borbones. El conflicto se dilató hasta el año 1713, cuando el trono pasó a quedar en manos de la casa Borbón.
Cristóbal de Moscoso Montemayor y Córdoba, Conde de las Torres, fue uno de los oficiales más destacados de la victoria de los Borbones. Por ello, el rey de la época Felipe V, decide premiar a dicho conde por su papel durante el conflicto. «La Albufera y su Devesa se convierten en el regalo del rey a su oficial», afirma Sanchís. Así, el Conde de las Torres se aprovechará de la propiedad del territorio hasta 1761. Durante el siglo XVIII Carlos III inicia un proceso de recuperación de tierras por toda España para aumentar el patrimonio real. Es en el año antes mencionado que la Albufera vuelve a quedar en manos de los monarcas españoles.
Como si de una patata caliente se tratase, la propiedad del ahora parque natural quedó entonces en manos de la casa real hasta el reinado de Isabel II, salvo en un par de cortos periodos. En 1798 Carlos IV concedió el dominio de la Albufera a Godoy con el título de Duque de Sueca a cambio de las tierras que poseía en Aranjuez, concediéndole los derechos de pesca en el lago correspondiente, así como la propiedad de agua, riegos y plena jurisdicción sobre la villa. Pero la caída de Godoy y la confiscación sus bienes en 1808, durante el reinado de Fernando VII, revierte el lago al Patrimonio Real.
Durante la invasión francesa, Napoleón, mediante el Decreto de 24 de enero de 1812, dona el lago al Mariscal Suchet y lo nombra Duque de l'Albufera. Con la vuelta de Fernando VII a España, la Albufera vuelve a ser Real. Sin embargo, en 1869, una Ley declaró por finalizado el llamado Patrimonio de la Corona, momento en el cual numerosas propiedades pasaron a ser patrimonio del Estado. De 1869 hasta 1927, el dueño de la Albufera será el estado español.
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Finalmente, desde que el lago y su Devesa pertenecen a España, comienza un proceso en el cual la Administración Pública comenzó a comercializar distintas parcelas para vender en propiedad a ciudadanos interesados en su explotación agrícola. De esta manera, el territorio de la Albufera fue menguando en pro de la propiedad privada de los agricultores. Fue en 1911 cuando el Ayuntamiento de Valencia solicita al Estado la cesión del territorio. El Estado se mostró receptivo en llegar a un acuerdo, pero el principal problema era marcar de manera clara las delimitaciones del terreno.
En aquel momento, la legislación marcaba que todos aquellos que ya eran titulares de sus parcelas más de 25 años podían defender su titularidad y no perder el terreno durante la compra por parte del Ayuntamiento. Aquellos con menos de 25 años de titularidad, no se consideraban titulares ante la ley. También los había que se encontraban en proceso de compra de terrenos, y por tanto ya habían marcado con estacas su parcela, aunque no habían iniciado su explotación.
Finalmente, se decidió ceder las tierras allá donde ya había limitaciones de explotación claramente marcados. Con esta premisa, no fue hasta 1927 cuando finalmente el Ayuntamiento de Valencia adquiere la Albufera y su Devesa por un precio de 1.062.980,40 pesetas. Con los cálculos realizados, quedaba fuera de la compra el terreno de todos los campos que ya explotaban en propiedad los agricultores de la zona, y que hoy en día forman parte del Parque Natural de la Albufera.
Carles Sanchís remarca también un episodio «que se puede catalogar de absurdo». «La Albufera también ha sido víctima de las ideas de bombero entre los políticos», comenta Sanchís. El geógrafo explica que durante el contexto de la posguerra tras la I Guerra Mundial, en los años veinte el Ministerio de la Guerra de España llegó a plantear un proyecto para instalar bases militares en el actual parque natural. «Para la zona de la Devesa se planteó un proyecto de construcción de un aeropuerto. Pero lo peor no es eso. Para el lago, se llegó a proyectar una base submarina», comenta entre risas, y atónito, Sanchís. «No sé quienes fueron los 'iluminados' que tuvieron la idea, pero me encantaría saber cómo pretendían meter submarinos en la Albufera, que tiene un metro y medio de profundidad», sentencia risueño el experto.
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