Ha vuelto a llover. Las alertas se han disparado. Una nueva DANA se cierne sobre el cielo de los valencianos. En aldaia han levantado trincheras, montañas de sacos de arena para proteger al pueblo de la rabia del barranco por si el agua vuelve a desatar su furia. La generosidad del voluntariado se ha detenido porque las autoridades han indicado que no vayan a los pueblos devastados por si acaso.
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En el entorno de la plaza de la iglesia de Aldaia quedan dos puntos de avituallamiento. Se observa un escaso ir y venir de vecinos mientras en la calle de la Iglesia un vehículo de los servicios Hidracua de Valladolid desatasca los sumideros de las calles. Los desagües están a tope y hay puntos en los que la suciedad de la DANA no deja espacio a nada más.
Es cierto que la muralla de los despojos que el barro expulsó de los hogares ya no está. La huella del desastre la ofrecen ahora las casas que mantienen sus puertas abiertas como bocas con hambre de ayuda. Al desolador paisaje que lleva dos semanas queriendo abrir caminos se ha sumado un nuevo personaje, uno de los peores: el miedo. La maldita incertidumbre de los afectados por la DANA es palpable, temen a la lluvia más que nunca.
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Las precipitaciones de la mañana de este miércoles no tienen nada que ver, ni de muy lejos, con las que desencadenaron la tragedia del pasado 29 de octubre. Pero la alerta ahí está, ¿qué puede pasar?
El barro que quedó tras la limpieza ya estaba seco, empezaba a levantar polvo, un polvo nada beneficioso para la calidad del aire, un polvo poco conveniente para la respiración. Y ahora,otra más. Con la lluvia el barro se ha reblandecido, ha creado una película resbaladiza por la que los vecinos andan con mucho cuidado. Amalio, vecino de Aldaia, lamenta esta circunstancia y la comenta con un conocido con el que se ha cruzado por la calle Mayor.
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Muy cerca está la óptica de Agustín. Allí no queda nada. De manera inexplicable se salvó el gran escaparate de cristal. Agustín está sentado revisando algunos papeles. «Hoy hay muy poca gente por la calle», advierte. Y es que claro, no hay colegio y, además, se ha recomendado a la gente que se mueva lo menos posible. Habrán decidido quedarse en casa.
Pero como se suele decir la procesión va por dentro. Muchos continúan entregados a la causa, a devolver la normalidad a los pueblos. Salva sigue limpiando en el Museu del Palmito, donde el agua ha borrado buena parte de la memoria de la artesanía loca. «me han dicho que si veo la cosa mal que me vaya a casa». De momento sólo ha caído una lluvia fina sobre Aldaia y se mantiene trabajando. También están trabajando dos operarios de un camión extractor de agua que se ha detenido en la calle de la Iglesia. Han abierto las trapas de desagüe para introducir la manguera extractora. «Hemos venido a echar una mano a Valencia». Son de Valladolid y este miércoles han desatascado en dos puntos.
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Eva acaba de entrar en el Ayuntamiento. El atuendo que viste la delata: está entregada a labores de limpieza. Hoy el vestuario lleva un añadido: un chubasquero con el que se cubre de los pies a la cabeza. «Soy aragonesa, de Lascuarre en Huesca, y llevo varios días en Aldaia. Tengo familia aquí». Y allí sigue dispuesta a seguir limpiando. También ella apunta que ante la nueva alerta, la incertidumbre se ha asentado en la población. «En algunas casas están poniendo protección en las puertas de las casas».
Un paseo por la calle de la Iglesia en dirección hacia el barranco lo confirma. Incluso se han levantado muretes para eviotar que el agua, si regresa -Dios quiera que no- no vuelva a tomar las viviendas y los locales comerciales. Llama la atención una puerta protegida con una plancha metálica sujeta a la pared con yeso. En otro domicilio la compuerta es de madera, y muy cerca el freno a la posibilidad de una segunda DANA cuenta con reja de hierro delante.
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«Lo tenemos interiorizado», apunta la farmacéutica Isabel Torres, que también ha levantado su protección: «Lo tenemos preparado. Las subidas de agua las tenemos interiorizadas, pero como esto no había habido nada». El establecimiento es el retrato del vacío. Allí está ella acompañada de unos colaboradores preparando la vuelta. Tiene previsto abrir a final de mes para dar servicio «porque la gente se ha quedado sin coche y no puede ir a otros pueblos a por las medicinas». Se ha avanzado, pero queda mucho por recuperar quince días después de una DANA y con la amenaza de una segunda.
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