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En el centro de Valencia, en la conexión calle de La Paz, San Vicente y Plaza del Ayuntamiento, por cada persiana que se baja de un comercio histórico ... aparece una franquicia de yogures, de empanadas argentinas y de paella congelada. Resisten pocos, con Olegario y Palomar en San Vicente reinventándose casi como los últimos de Filipinas. Siempre hay esperanza. En el pasaje de Ripalda, donde antes estaba Pasaje 10, el chivano Sergio Carrión Mirón ha abierto La Guillermina Antiques, una tienda de antigüedades que se ha convertido en un soplo de aire auténtico en el centro de la ciudad. Enfrente de su local, la oscuridad invade Guantes Camps, una de las últimas tiendas centenarias que sobrevivía y que cerró hace unas semanas. Ahora, Sergio, a sus 51 años, le ha dado un poco de luz al pasaje, uno de los lugares más bonitos e infravalorados del centro de Valencia.
Nada más entrar, una escultura de la Mare de Déu de Francisco Bolinches atrapa al visitante. La pieza, ahora mismo, es la joya de la corona. «Las imágenes se van donde ellas quieren», apunta Sergio Carrión. El anticuario quiere decir que no se venden a secas, sino que se establece una conexión entre el vendedor y el comprador. Muchas veces, el sentimiento que genera la pieza en el que la quiere comprar es lo que lleva al anticuario a desprenderse de ella. «Eso me pasó con un Niño Jesús que vendí pocos días después de abrir», explica.
Sergio Carrión es especialista en joyería y relojería. Durante más de una década fue colaborador del joyero Vicente Gracia y socio de Hannah Carnegie –hija de Gogo Ferguson, que diseñó el anillo de compromiso de John John Kennedy, y sexta generación de los Carnegie–. Hannah y Sergio lanzaron dese Valencia una colección de joyas llamada «La arquitectura de los insectos».
En dos meses que lleva abierto, Sergio está muy satisfecho con su nueva experiencia. En su casa siempre se ha respirado arte. Su padre Juan es pintor, y algunas de las obras que hay en La Guillermina son de él. «Uno de estos cuadros acaba de ser adquirido en Suiza», apunta.
La tienda no es un negocio, como su propietario indica, sino una forma de ganarse la vida. El beneficio en la mayoría de las ocasiones va para comprar nuevas obras y piezas. «Cuando vendo alguna ya tengo que tener claro dónde tengo que invertir el dinero. Es una rueda que no puede parar», señala Sergio, que es miembro de la Asociación de Anticuarios de la Comunidad Valenciana (AACV). La máxima de estos profesionales es la de «visibilizar, promover y defender la importante labor de los anticuarios en la recuperación, restauración, investigación y conservación del patrimonio valenciano».
Autores valencianos
En La Guillermina Antiques la apuesta es principalmente por las piezas con firma valenciana. Uno de los objetos más codiciados es la cerámica antigua, y allí hay piezas de Manises, l'Alcora, Onda y Ribesalbes. Además, hay una gran cantidad de obra pequeña de arte sacro.
Sergio Miró tiene a la venta obras de Segrelles –varios bocetos firmados por el pintor–, además de Genovés, Michavila, Nassio Bayarri, Vicente Castellano, Manolo Gil, José Montañés y Jacinto Gil. También se pueden encontrar piezas de Cecilio Pla, Stolz Viciano, Antonio José Estruch, Pinazo y Mongrell. Dentro de los contemporáneos, hay obras de Purificación Bellido, Juan Carrión y Jorge Mercé.
«Llevo comprando arte desde hace más de treinta años. Voy viendo y voy comprando. Soy una persona que me muevo mucho por estímulos, soy así, y ahora, con casi 52 años que tengo, es muy difícil que pueda cambiar», señala orgulloso por esta aventura en la que se acaba de embarcar. «Sé que mi producto, lo que tengo que tener en mi tienda es para una economía accesible, para la gente que se puede permitir el autorregalo, que puede tener esa pieza que compra en su casa», detalla.
Hasta el momento, la vida le va bien. Las cuentas las tendrá que sacar cuando cumpla un año al frente de la tienda. «La semana del Maratón en Valencia fue increíble. Entró mucha gente a la tienda y compraron, se notaba que era turista de poder adquisitivo», destaca.
La Guillermina Antiques puede ser ahora un bicho raro en el centro, plagado de franquicias de comida rápida y sabor impersonal. El tránsito entre la calle de la Paz y la plaza del Ayuntamiento ofrece un paisaje que sería ya irreconocible para los abuelos de los cuarentones valencianos. «Es importante que se abran nuevos negocios, que todo se mueva. Hace unas semanas cerró Guantes Camps pero parece que ya van a abrir otro negocio, se ven albañiles», adelanta. Su tienda de antigüedades fue antes Pasaje 10, un establecimiento de ropa para mujer. La entrada de La Guillermina todavía conserva la fachada original, con su espectacular cristalera.
También cuenta con juguetes de Denia, localidad en la que en su día llegó a haber varias decenas de fábricas. Sergio lo cuenta mientras sostiene un camión de madera. Hay dibujos originales de la Pantera Rosa y de la serie de dibujos Marco –muestra por detrás el sello de autenticidad– y cuenta también con piezas de autores internacionales.
Sergio Miró se han instalado en el Pasaje de Ripalda, un túnel oscuro al que el Ayuntamiento de Valencia debe devolverle la luz. Muchas tiendas centenarias han claudicado pero él espera estar ahí, en ese pequeño local, el mayor tiempo posible para seguir dando a conocer el patrimonio valenciano. La Guillermina Antiques ha llegado para quedarse.
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