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Envejecimiento. Una mujer cruza la plaza de Zarra, con el ayuntamiento a la izquierda. manuel garcía
Zarra | El pueblo valenciano más 'british' quiere resistir

El pueblo valenciano más 'british' quiere resistir

LA REGIÓN OLVIDADA ·

La llegada de dos familias ucranianas apenas frena la sangría demográfica en Zarra, donde uno de cada cinco vecinos es británico

Lunes, 4 de abril 2022

El máximo responsable de la asociación de jubilados y pensionistas de la localidad es escocés. Con sólo este dato queda bastante clara la implantación y la importancia que los británicos en general tienen en el padrón de habitantes de la localidad de Zarra, el municipio más pequeño de la comarca del Valle de Ayora-Cofrentes.

Keith Buchanan es uno de los 74 británicos del total de 364 habitantes de la localidad, un municipio que ha ido desangrándose en los últimos años: «Llegamos a ser más de mil», recuerda el alcalde Ángel Pérez.

Buchanan, quien además es el marido del alcalde, reconoce que el primer día en que llegó a Zarra no tuvo una opinión demasiado positiva del pueblo. Pero todo cambió en tres días. Ahora, dos décadas después, es uno más. Cualquier vecino con el que se topa por la calle le pregunta por su estado de salud y le saluda.

El pueblo carece de panadería, aunque hace un mes ha recuperado el cajero automático

Otro caso es el de Alison Jane Chamberlain, inglesa, quien pasó de vivir en una casa de campo aislada a una vivienda en Zarra. Ahora quiere cambiar otra vez porque, reconoce, le encantan los traslados de domicilio.

La explicación a esta llegada 'masiva' de británicos hay que encontrarla en los años 90. Muchos de ellos estaban instalados en localidades de costa como Torrevieja. Ante el incremento de ruidos y molestias, decidieron buscar un punto más tranquilo. Y no se puede decir que se equivocaran. Llegar a Zarra supone disfrutar de un aire fresco y puro. Y de silencio. Un silencio ensordecedor.

La 'buena noticia' de las últimas jornadas, aunque no sirve más que para paliar en algo la sangría demográfica, ha venido, paradójicamente, de algo tan terrible como una guerra. Siete mujeres ucranianas de dos familias residen en el municipio tras el ofrecimiento del ayuntamiento.

Maridos en el frente

La presencia de las niñas ha servido para mantener abierto el colegio. Se trata de mujeres «discretas y bien preparadas que no quieren vivir de la caridad, sino de su trabajo». Una era profesora en su país y otra, inspectora de Hacienda. Sin embargo, siguen con la angustia de no saber nada de sus maridos, actualmente en el frente de la guerra.

El pueblo tiene algunas carencias que se han ido acentuando con el tiempo, aunque otras cuestiones han ido mejorando. Ya no hay panadería propia y el pan lo traen de localidades cercanas. «Eso sí, el embutido es espectacular», matiza el alcalde, quien destaca que cuentan desde hace un mes con un nuevo servicio en el municipio que se ha ido recuperando en otras poblaciones pequeñas: un cajero automático.

La gran esperanza es que se pueda iniciar el proyecto de instalación de mil hectáreas de placas solares entre los municipios de Zarra, Ayora y Jarafuel, ya que la agricultura minifundistas de cerezas, olivos y algo de cereal «no da para vivir». Y las siete casas rurales cerraron sus puertas.

Si el presupuesto anual de Zarra ronda el medio millón, un proyecto energético de estas características supondría una inyección de dos millones de euros al año, lo cual indica los beneficios que podría reportar a las arcas municipales: «Es la diferencia entre la vida y la muerte», defendió el alcalde. Lamentó que, en pocas décadas, cuando vayan falleciendo las personas mayores del municipio «corremos el riesgo de convertirnos en un pueblo fantasma».

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