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Los delitos de odio han tenido su particular boom mediático y judicial durante los últimos años. Al margen de titulares y acusaciones, la realidad es ... que no siempre resulta sencillo obtener condenas por hechos de esta naturaleza salvo, lógicamente, las conformidades. No es la primera vez que la Audiencia de Valencia rechaza acusaciones por delitos de odio, tal y como le acaba de ocurrir al portero de una conocida discoteca de Valencia.
El controlador de accesos, después de algún incidente con la afectada en el interior de la sala de ocio, le dijo: «Vete de aquí travesti, que tienes voz de hombre». En el intercambio de improperios, el portero la llamó «puta». El grupo de jóvenes clientas se encontraba ya en el exterior, pero en una zona de acceso, lo que dificultaba el tránsito de personas.
La declaración judicial de los policías no aportó excesiva información, ya que su intervención fue posterior a los hechos. La víctima insistió en los insultos, mientras el portero negó que fuera el autor de esas frases. Ambos, no obstante, coincidieron al admitir el problema en el interior de la sala y las disputas en el exterior por el lugar que ocupaban.
La Fiscalía acusaba por un delito de odio. Pero la Audiencia, en la línea de otros pronunciamientos similares e incluso del Tribunal Supremo, resuelve que los hechos no encajan en el tipo penal. La Sala considera probado que el portero sí dijo las expresiones de alto contenido difamatorio. Apunta que no existe motivo para que las mujeres se inventaran este episodio y, además, que la referencia a su tono de voz se tuvo que producir al escuchar una conversación telefónica de la víctima con su expareja.
Pero todo esto parece una «reacción momentánea», sin mayor continuidad, lo que no integraría el tipo del delito. Este tipo de conductas aisladas «no parecen aptas para despertar ese clima en la sociedad» que es precisamente lo que castiga el citado delito. «No toda expresión de esta naturaleza denigrante, humillante, o de menosprecio hacia alguien, puede ser integradora del delito de odio, con impronta de automatismo, sino solo aquellas en las que el actuar del sujeto activo, el dolo, se halle presidido por la animadversión o por el ánimo de menospreciar a una persona como integrante de un determinado colectivo, raza, etnia, sexo, no a ella a título particular».
El tribunal recuerda que siempre es necesario «evaluar la ocasión, lugar y tiempo donde se produjeron -las manifestaciones- y las circunstancias concurrentes» a la hora de determinar la existencia de un delito como este. Los insultos, pues, se podrían castigar como un delito de injurias. Pero para que esto sea posible es requisito fundamental que sea por una querella del propio afectado, circunstancia que no se ha producido en este supuesto.
Los hechos se cierran sin reproche penal para el portero de la discoteca. La Audiencia subraya la importancia de diferenciar unos hechos vejatorios a título individual de las características de un delito de odio. «No se castiga la mera manifestación de un insulto que lesione la dignidad de una persona, sino que se haga de modo que incorpore una provocación al odio, a la discriminación o a la violencia».
Las expresiones proferidas por el acusado -continúa el razonamiento de la Audiencia- son altamente reprobables, pero no por ello constitutivas del delito por el que se formuló la acusación.
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