La principal aportación del voluntariado es su capacidad para transformar vidas y comunidades. Esa es la definición que arroja la Inteligencia Artificial sobre lo que ... significa este trabajo desinteresado, que en la Comunitat practican unas 20.000 personas, según la estimación de la Plataforma por el Voluntariado. El presidente de esta entidad, Miguel Salvador, destaca precisamente esto, que la ciudadanía «valore y aprecie la labor desinteresada que tantas personas realizan en nuestra Comunitat y queremos poner en valor su trabajo y dedicación. Para ello velamos por sus derechos y reconocimiento».
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Salvador menciona que este mes se abrirá la nueva Casa del Voluntariado en Valencia. «Este es un proyecto que llevamos desarrollando desde hace tiempo y es para nosotros un reto que hemos conseguido tras la firma de un convenio el pasado mandato y que se ha configurado con el gobierno municipal actual».
En esta esta Casa del Voluntariado, en la zona de Justo y Pastor con Serrería, se pondrá a disposición de entidades y ciudadanía un local en el que se ofrecerá formación, un espacio de reunión en el realizar sus asambleas. «Se ofrecerá información para trabajar en proyectos europeos, y se crearán herramientas para participar y establecer relaciones entre todas las redes de las propias entidades», apunta.
Como segundo proyecto importante, el presidente menciona la aprobación de la Ley del Voluntariado de la Comunitat, que estaba promulgada desde 2004. «Por fin, tras conversaciones con la Generalitat, hemos llegado a un anteproyecto con la consulta ciudadana de un mes, en la que se hicieron enmiendas y aportaciones, y por fin el día 5 de diciembre, la Vicepresidenta del Consell, Susana Camarero, nos hizo entrega de manera simbólica el anteproyecto de ley. Estamos a la espera de la definitiva aprobación de esta ley en las Cortes».
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«Como tercer hito importante, también nos hemos comprometido, este año, a la realización del primer Congreso de Voluntariado de la Ciudad de Valencia, en el que, de la mano del Ayuntamiento y Concejalía de Servicios Sociales, aglutinaremos todo lo que tenga que ver y gire alrededor del voluntariado en Valencia, que será un verdadero acontecimiento al ser la primera vez que se hace un congreso de este tipo a nivel local en Valencia».
En el mes que la campaña 'Somos más' de LAS PROVINCIAS se centra en los más comprometidos, lo obligado es ver cómo son estos voluntarios, con funciones tan diversas como las actividades deportivas, el bienestar animal o las familias de acogida. Estas son algunas de esas historias.
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«Llevo unos seis años como voluntaria, toda mi familia lo es. Comenzó mi padre y nos acabó metiendo a todos. Lo que hacemos es dar apoyo en actividades náuticas de todo tipo como travesías o regatas. A partir de ahí empezamos a dar apoyo en el tema de seguridad en el mar con actividades o también hacemos talleres de nudos», apunta esta voluntaria.
«Al ir creciendo nos vieron otras empresas y fundaciones, con lo que empezamos a crear actividades para que los niños disfruten del mar. Trabajamos también con institutos que añadieron la parte de socorrismo. Les damos cursos y prestamos servicios», comenta una de los 140 miembros de la entidad con sede en Port Saplaya, donde tienen las embarcaciones y el material guardados.
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«Conocer el mar es algo que todos damos por sentado, pero hay muchas cuestiones. Es muy importante lo que puede aportar a cada persona, pero también hay que saber el peligro que puede tener», reflexiona. «Hay que conocerlo y disfrutarlo», insiste, para destacar la satisfacción de ver la reacción de los que suben por primera vez a una embarcación.
«Me encanta y emociona la alegría de muchos por subir a una embarcación o hacer cualquier actividad. Ocurre por ejemplo con las personas que tienen parálisis cerebral», destaca la joven, que no se plantea ni por asomo dejar el voluntariado. Es más, ha elegido sus estudios por la relación que tienen con la asociación donde colabora.
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«Llevo 17 años en el voluntariado y desde pequeña pensaba que me gustaría dar algo a los demás. Al cumplir los 18 me apunté con una amiga, hicimos la formación y empezamos a colaborar», dice Vanesa, bióloga genetista en una empresa con sede en la Marina de Valencia. Desde el principio está en la Asociación Española contra el Cáncer, donde participa una tarde a la semana, ahora en oncología pediátrica.
«Se trata de jugar con los niños, primero preguntamos a las enfermeras y luego entramos en las habitaciones. Se trata de que hablen entre ellos porque se entienden mejor, incluso hablan del tratamiento. Nosotros no, ni preguntamos ni sabemos lo que tienen», comenta, para destacar que también es voluntaria en salidas y campamentos. «Es espectacular ver el cambio, les ayuda a sobrellevarlo, están en un ambiente aislado con gente mayor y ese cambio de chip para jugar sin que nadie les ponga cara de pena, ni les recuerde que están enfermos, es lo mejor».
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En el departamento donde colabora ahora hay pacientes de hasta 16 años. «Yo siempre digo que soy Vanesa, la voluntaria y que voy a jugar con ellos. A veces sólo quieren ver una película, con lo que la vemos juntos y la comentamos».
En la parte personal afirma que desde que empezó ha cambiado. «Hay momentos difíciles, sobre todo cuando un niño está cada vez más enfermo. Ojalá que salga bien es lo que piensas, para convencerte de que tienes que ir a divertirte. No sabemos ni lo que tienen, no hablamos de nada relacionado con su salud. La privacidad personal es una barrera que no hay que atravesar», dice.
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Hace el voluntariado en La Fe y está convencida de que seguirá muchos años. «No quiero dejarlo nunca, ya lo he metido en mi vida y me ha aportado mucho. Te enseña a afrontar los malos momentos e invito a la gente a que haga un voluntariado».
Con 21 años y estudiante de Ingeniería Geomática, colabora desde hace un año con la asociación Modepran como voluntaria, donde ya estuvo antes. Regresó tras morir su perro Abbot y pensó que pasear a otras mascotas le serviría para ahuyentar la tristeza. Por eso acude una vez a la semana al refugio de Benimàmet.
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«Paso un rato con los perros, los saco y les doy cariño. Estar con gente y que les hagan caso es lo que más agradecen porque la soledad no deseada también les afecta», sostiene la joven. «Corren, se meten en las acequias, actúan como niños en definitiva. Llevamos uno por voluntario para tener un control total». Andrea indica que son muchos voluntarios. «Venimos por la tarde entre semana y por la mañana los fines de semana. A mí me ayuda con la tristeza, te sientes bien», dice.
En los estudio dio un salto muy grande al pasar del Bachillerato artístico a una carrera de ciencias. Estar cerca de los perros le ayuda a relajarse. También hay voluntarios para los gatos, aunque no pueden sacarlos del recinto. «He pensado adoptar otro perro, tengo una perra que se llama Estrela y cuando murió Abbot no quería comer porque se sentía sola».
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Empezó a los 15 años siendo usuaria de la asociación y tres años después, ya con la mayoría de edad, trabaja como voluntaria de la entidad de familias de acogida. «Me dedico al ocio y tiempo libre en campamentos; comparto mi experiencia, doy apoyo escolar y cuando algún menor necesita apoyo emocional ahí estoy porque son como un referente para ellos al haber estado en su misma situación», dice esta joven de 21 años.
Siendo una adolescente vivió con una familia de acogida. «Descubrí que había más niños como yo, en la asociación me han acompañado en todos los procesos, en los estudios y dándome apoyo emocional». Este curso acaba el grado superior de Integración Social.
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«Venía de una situación en riesgo de exclusión social por una familia desestructurada. Mi familia de acogida me dio valores, educación y apoyo incondicional», señala. A los 18 años optó por un proceso de emancipación y vive en un piso compartido donde puede estar según la ley hasta los 25 años, aunque la realidad es que la media suele ser de dos años. «Cuando ven que eres autónomo tienes que volar, el problema es que casi siempre tienes que dejarte los estudios». Dice con orgullo que es la única de su familia biológica con la ESO. En la asociación apunta a que puede ser una «herramienta muy útil para los jóvenes que se sienten perdidos, un ejemplo para los demás.
Para la asociación son todo buenas palabras. «Me empujaron hacia adelante, me animaban a conseguir lo que quería». Le ayudó mucho el ocio saludable, que en su caso era jugar al fútbol, así como el flamenco, del que habla con pasión. «No es malo pedir ayuda, te encuentras con un muro gigante que no sabes dónde ir», apunta.
«Uno de mis objetivos en la vida es acoger un niño, ser una voluntaria siempre y devolver lo que me han dado». A los demás les dice que se animen a probar con los niños de acogida. «Hay muchos prejuicios por ser niños de centros de menores, la gente piensa mal, pero no es así».
«Primero fui voluntaria en los viajes y luego coordiné actividades. Hace un año que estoy trabajando en la asociación». Andrea Carrasco trabaja en Asprona en favor de personas con discapacidad intelectual. «Me aporta mucho, sobre todo entender lo que es la diversidad«. Una vez conseguido eso, asegura, es más sencillo ofrecer el respeto que se merecen todas las personas.
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«Es un trabajo agradable, se contribuye al bienestar del colectivo», dice acerca de su labor en la entidad, donde asegura que los usuarios necesitan «romper con los prejuicios, los estigmas de la discapacidad. Hay una falta de educación que se refleja en que no hay igualdad de oportunidades e inclusión real. También hay mucha infantilización hacia esas personas. Se las trata como a niños cuando no lo son». En definitiva, la palabra clave es «integración». Andrea reitera que es «lo que más necesitan».
A través de un contacto constante en las actividades se llegan a labrar amistades con los usuarios y sus familias. «La clave es fomentar el ocio inclusivo», dice de una asociación veterana en Valencia dado que este año celebra su 65 aniversario. «Trabajamos con adultos que tienen transtornos del desarrollo, parálisis cerebra, etc. La formación y el empleo es esencial también».
«Siempre he tenido especial interés en la lucha contra la violencia de género, soy graduada en Derecho y opositora de judicaturas, de la que me tomé un descanso porque estaba saturada». Elena Montoliu es voluntaria desde octubre en la asociación Alanna de lucha contra la violencia de género.
«Al ser graduada en Derecho, las personas de mi alrededor me han pedido ayuda, en ocasiones y me di cuenta de que lo podía hacer en una estructura colectiva». En la entidad se dedica a la asesoría jurídica. Es frecuente encontrarse con mujeres que tienen dudas con los procedimientos, no sólo de familia sino también penales. «Es una implicación emocional, las mujeres tienen dudas y necesitan más tiempo para entenderlo que el que puede ofrecer un abogado de oficio», apunta.
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Suelen ser casos de procesos de separación o que incluso piensan en poner una denuncia por violencia de género. «Lo primero que quieren aclarar es qué pasa con sus hijos. También hacemos un acompañamiento en los juicios porque se sienten más respaldadas».
Del voluntariado dice que es «mucho mejor de lo que esperaba, hace más falta de lo que pensaba». Afirma que el objetivo «se ha cumplido» con creces y destaca también el «aprendizaje personal». Hacen de enlace con abogados, lo que también enriquece su trabajo. El voluntariado se ha convertido en «algo habitual» aunque quiere retomar la oposición.
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